Pere Aragonès, candidato de ERC en las últimas elecciones catalanas.
Pere Aragonès, candidato de ERC en las últimas elecciones catalanas.

El pasado 14F los catalanes se enamoraron del cambio. Se puede mirar desde cualquier perspectiva, pero la realidad es esa; 652.858 catalanes y catalanas votaron pasar página ante la dictadura de la unilateralidad, la inestabilidad y el miedo que ha implantado el procés desde su llegada halla por 2012.

Salvador Illa ganó unas elecciones autonómicas marcadas por la abstención masiva debida entre otros factores por la pandemia del covid-19. Pero pensando fríamente, ¿quién se abstuvo en Cataluña?; los radicales y los independentistas tengan claro que no. El votante independentista no se va a abstener nunca, ya que vive y muere por la victoria de su “patria” ante el “Estado opresor” representado claro está, por el estado español. Los extremistas tampoco son muy aficionados a quedarse en casa, ya que como todo radical, perciben al contrario como un enemigo a derrotar, y no dudarán en poner su grano de arena para vencer a los contrarios, que para ellos son los culpables de todos los males de este planeta, habidos y por haber.

¿Entonces qué partidos se beneficiaron de la abstención y cuales fueron perjudicados? Por lo anteriormente relatado, podemos deducir que todo partido independentista (ERC, Junts, CUP) y todo partido radical (Vox, CUP) se vieron beneficiados de la abstención masiva; mientras que la misma pasó factura entre los partidos constitucionalistas como en el caso del Partido Popular, Ciudadanos o el PSC; al contar estos últimos con un espectro de votante menos movilizado en líneas generales.

Pero remando contra viento y marea, contra la abstención, las mentiras y el “todos contra Illa”, el candidato del Partido de los Socialistas Catalanes consiguió una victoria histórica que como dijo Napoleón en referencia a sus hazañas militares: “ya se encargará de borrar Waterloo”. Por mucha propaganda de victoria independentista que estos partidos prediquen, la realidad es que el tripartito del procés (ERC, Junts, CUP) consiguió el domingo 1.358.909 votos, mientras que en 2017 llegó a 2.079.340; contando con que el votante independentista va a votar siempre, a eso se le llama descalabro electoral en toda regla.

Bien es sabido por todos que ERC pese a sacar unos 50.000 votos menos, igualó en 33 escaños a un PSC que duplica su representación gracias al “efecto Illa”. Hay varias vías para la gobernabilidad de Cataluña 2021-2025; pero solo una si queremos estabilidad, concordia y cohesión, la encabezada por Salvador Illa. El ex president de la generalitat José Montilla alegó hace unos días por el entendimiento entre Esquerra Republicana y el PSC; entendimiento que podría llegar a materializarse sin problemas si no fuera por el eterno defecto de Esquerra: su complejo convergente.

Entiendan lo que quiero decir con complejo convergente; cuando la coalición de Convergencia i Unió (CiU) era la voz de aquel nacionalismo catalán y ERC estaba relegada a un segundo plano, el afán de estos últimos por darle el sorpasso a CiU y transformarse así en la fuerza política primordial para los por entonces nacionalistas, les llevó a desarrollar unas inseguridades políticas y crisis de identidad continuadas. A dicho trastorno ideológico me he tomado la libertad de apodar el “complejo convergente.”

ERC tiene un trauma al qué dirán, y ese miedo ha hecho frenar numerosos proyectos que serían beneficiosos para no solo los catalanes, sino para el conjunto de la sociedad. Su miedo a que les acusen de “botifler” o de españolistas ha llevado a tal extremo a Esquerra, que se niegan a pactar o negociar con un partido que dejando a un lado el conflicto territorial, son primos hermanos tanto en política social como en política económica, como puede ser el PSOE (o PSC). No hace falta tener un máster en Ciencias políticas para entender que el PSOE y ERC podrían entenderse perfectamente en muchísimos aspectos para construir una sociedad mejor siempre desde la izquierda; pero el complejo convergente lo impide.

Señores de ERC, dejen sus traumas a un lado y pongan esos 33 escaños al servicio del progreso. No tengan miedo a decir que son capaces de entenderse con el Partido Socialista Obrero Español y no prioricen la cuestión territorial antes que la ideológica. Nadie mejor que el president Lluís Companys del que tanto se enorgullecen podría explicarles los peligros de anteceder el tema autodeterminación a los avances sociales significativos; que como bien saben, vendrán de la mano de la izquierda (PSOE, ECP) o no vendrán. En definitiva, abandonen sus miedos o su complejo convergente alargará la pesadilla soberanista cuatro años más.

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