Es paradójico que pidan al Partido Socialista una abstención para reelegir a un gobierno en el que no confían, y lo hagan, apelando al patriotismo.
Sin duda alguna, la noticia política de la semana, y que supone el inicio del desbloqueo para la formación de un gobierno, ha sido el anuncio del voto afirmativo de Ciudadanos en la investidura de Mariano Rajoy, supeditado, eso sí, al cumplimiento de seis condiciones: expulsar a todo cargo público imputado por corrupción, eliminar los aforamientos, cambiar la ley electoral, acabar con los indultos por corrupción, limitar el mandato presidencial y crear una comisión parlamentaria del caso Bárcenas. A estas hay que sumar la precondición de fijar fecha y hora para la sesión de dicha votación.
La naturaleza de estas condiciones es claramente de regeneración política y de lucha contra la corrupción. El propio Albert Rivera, presidente de Ciudadanos, ha señalado que lo que se pretende es combatir el talón de Aquiles del Gobierno de Mariano Rajoy, en el que no confían. El cumplimiento de tales condiciones supondría un correctivo a los (malos) hábitos de nuestra clase política. De la vieja en particular. Si se cumplen, claro. En otro caso, estaríamos ante un ejercicio más de hipocresía política, a la que nos tienen tan acostumbrados. Un ejercicio de gatopardismo: “cambiar todo para que nada cambie”.
Ciudadanos ha hecho de la lucha contra la corrupción su bandera, dejando en un plano más secundario la cuestión social. Esto es coherente con su credo liberal, aunque deliberadamente no utilicen esa etiqueta (así es mejor para mantener la ambigüedad). Para dicho credo liberal, la corrupción es una forma más de interferir en el normal funcionamiento de los mercados. Por ello, es paradójico que pidan al Partido Socialista una abstención para reelegir a un gobierno en el que no confían, y lo hagan, apelando al patriotismo, en un llamamiento para unir fuerzas en la oposición a dicho gobierno del Partido Popular.
Pero si la corrupción es nefanda para la libertad de mercado, peor es un gobierno intervencionista en el que estuviera, por ejemplo, Podemos, al que consideran un peligro para las libertades en general. Y no hay nada peor para un liberal que poner en peligro la libertad, sea la civil, la política o la económica. Es por ello que, Ciudadanos, cuya base electoral procede de votantes desencantados del PP, ha descartado rotundamente apoyar a un gobierno en el que estuviese la formación morada.
Pero dicho esto, hay que decir que no se equivocan cuando apuestan por el Partido Popular para que forme gobierno. Dada la distribución de fuerzas en el Congreso de los Diputados, no cabe otra solución que dejar gobernar al partido más votado, al no poder contar con los partidos independentistas para la investidura. No es factible formar ninguna mayoría, ni de derechas, ni mucho menos de izquierdas. Por ello, el voto afirmativo de Ciudadanos acerca más a Rajoy a la investidura, la única salida posible con estos números. La abstención del PSOE se hace, ahora, imprescindible. Por simple respeto a la ciudadanía y para evitar el hartazgo de la política, no deben celebrarse nuevas elecciones.
Puede ser triste, como mínimo, después de toda la corrupción que ha salido a la luz, tener que resignarse a otro gobierno del Partido Popular, pero quizás su propia debilidad sirva para emprender reformas que, de otro modo, no podrían llevarse a cabo. Sería justo reconocer, pues, que nuestros compatriotas liberales pueden tener razón. Aunque nos pese.
