Cómo ser Caitlin Moran, o la revolución del feminismo moderno

16 de noviembre de 2016 a las 23:10h

Su enfoque del feminismo (al que también añade algo de conciencia de clase) es el de una mujer que se ha abierto camino en una profesión tradicionalmente copada por hombres.

Periodista de Melody Maker (una de las biblias musicales británicas de los 90) a los 15; columnista de The Times a los 18. Que una chica de clase obrera de una familia numerosa de Wolverhampton, una ciudad a unos 200 kilómetros de Londres, consiga eso es toda una proeza, y más en los 90. Caitlin Moran se ha convertido recientemente en un icono del feminismo moderno gracias a sus libros Cómo ser mujer y Cómo se hace una chica, pero en Inglaterra ya era toda una institución del periodismo musical. Y su éxito en los dos campos se basa en lo mismo: no se toma nada en serio, ni siquiera a sí misma. Su humor irreverente, natural y deslenguado te atrapa. Para mí ha sido un descubrimiento, porque aúna varias de las cosas que más me gustan: música, cultura pop, periodismo y feminismo natural e irónico.

En Reino Unido es una celebridad, ha recibido un buen número de premios y es una de las columnistas más influyentes del país. Ha sido una firma constantemente presente en el mundo de la cultura y especialmente de la música británicas, una figura de referencia. Sus conocimientos sobre la escena musical de finales de los 80 y principios de los 90 (la que le tocó vivir de primera mano cuando empezaba a trabajar en Melody Maker) la convierten en una autoridad en el tema. 

“Me encanta reírme de los niños que toman el rock demasiado en serio. Es bueno que hayan encontrado un hobby que no implica asesinar personas”, ironizaba Moran sobre esos críticos pedantes en una entrevista que le hizo el también periodista musical y escritor Kiko Amat. Es una entusiasta confesa del britpop, movida que vio nacer y que vivió desde dentro: “Mi pésame para los que son demasiado jóvenes o no estaban en Inglaterra en aquel momento(...). Un día Blur sacaban el Modern Life is Rubbish, al otro Pulp lanzaban Common People, al otro aparecía Trainspotting en el cine...”. Era un fenómeno, como explica tanto en sus libros como en sus artículos, de empoderamiento de las clases trabajadoras; de pronto, chicos de familias de clase media baja (durante la era Thatcher, ojo) hacían música y se hacían famosos, un terreno hasta entonces exclusivo de niños bien. 

Su enfoque del feminismo (al que también añade algo de conciencia de clase) es el de una mujer que se ha abierto camino en una profesión tradicionalmente copada por hombres. En su novela Cómo se hace una chica (que aunque no es autobiográfica, como ella misma señala, sí está parcialmente basada en su historia) lo escenifica así: “Detrás de la puerta hay una habitación que rezuma masculinidad; a su lado, el vestuario de un equipo de fútbol parece el probador de una tienda Dorothy Perkins. Esta oficina está construida a base de pantalones, seguridad en uno mismo y testículos”. Ser la única chica de la redacción, como ha dicho en muchas entrevistas, le dio una perspectiva de género desenfadada y natural: la de una mujer que ha luchado, desde la propia experiencia y no sólo desde la palabrería, por ser igual que sus compañeros.

Su vida, su discurso y su forma de pensar son tremendamente inspiradores. Hay que leer a Caitlin Moran: “ 'Sí, voy a follar contigo. Pero antes tengo que escribir este artículo sobre tu banda' [ríe]. Eso es feminismo”.