Vía verde a su paso por Puerto Serrano, en una imagen de archivo. FOTO: Zu Sánchez (Flickr.com)
Vía verde a su paso por Puerto Serrano, en una imagen de archivo. FOTO: Zu Sánchez (Flickr.com)

Mis dos últimos artículos se basaban en la conveniencia de repensar el modelo de sociedad que nos ha traído hasta aquí, y observar desde la reflexión cómo podríamos evitar volver a la anormalidad anterior y conseguir un equilibrio con la naturaleza como seres ecodependientes que somos, y fortalecer nuestra empatía con los demás como seres interdependientes que también somos, consiguiendo establecer unos lazos que nos hagan más resilientes ante las siguientes amenazas que están frente a nuestro horizonte cercano, la crisis económica, energética, ecológica y climática

Sigamos avanzando en su desarrollo, ya que en mi opinión, si ahora caminamos sendas inexploradas, el próximo otoño, allí por octubre o noviembre, andaremos aún más perdidos si no tomamos buena cuenta, ya que el virus para entonces, habrá dado la vuelta al invierno del hemisferio sur, con pocos tratamientos ni hospitalizaciones en regiones con sistemas  sanitarios públicos muy mejorables, y con millares de contagiados más en el planeta.

Si las curvas de contagio en el hemisferio sur se disparan en su invierno, nos deberían alertar y prepararnos para ello. Para entonces el conocimiento del virus será mayor, los medicamentos para atenuar sus efectos también, quizás (aunque lo dudo) tengamos ya una vacuna, todo ese escenario de investigación que se está desarrollando a marchas forzadas sin duda nos tendrá mejor preparados, doy por descontado que los presupuestos para la sanidad pública aumentarán, y se dotará con más medios técnicos y humanos que provean de una respuesta mejor y más ágil ante cualquier nueva mutación que pueda de nuevo convertirse en seria amenaza sanitaria, en la segunda ola de la pandemia.

En este posible escenario, la vuelta a la normalidad que tanto se augura y desea por la ciudadanía y los poderes políticos y económicos, no sólo se convierte en quimera, sino que además no es en absoluto deseable, sobre todo a corto plazo, ya que el levantamiento de ciertas medidas de contención y confinamiento, además de producirse de manera muy gradual en el tiempo, con muchas medidas paralelas de control, dejará restringidos los vuelos durante el verano, tanto de entrada y salida, los puertos y puestos de control aduaneros, el comercio internacional e incluso los desplazamientos fuera de nuestros domicilios pero dentro del país, estarán o deberán de estar muy acotados, si no queremos que la segunda ola sea aún peor que la primera.

Por tanto, impulsar mecanismos que no sólo sirvan como receta coyuntural, sino que desarrollen un cambio estructural que ofrezca respuestas en el presente, pero sobre todo en el futuro cercano y no tan cercano, es la gran oportunidad y enorme responsabilidad que tenemos ahora mismo Verdes Equo.

Siempre bajo el prisma de la readaptación verde de la sociedad que contiene la premisa inicial de mejorar la sociedad entre seres ecodependientes e interdepedientes, va a implicar de inmediato otra manera de gestionar los recursos económicos, energéticos, materias primas, residuos, mano de obra, industria, investigación. educación y formación, desde una perspectiva ecológica, feminista y pacifista de todos ellos, aunando voluntades que cuidando de las personas ponga la vida en el centro, toda la vida, y desde la colaboración y la equidad, sostenga en equilibrio el reparto de empleo, de los recursos, del capital y de la producción, de la naturaleza y biodiversidad, desde el presente hacia el mañana, por tanto valorizar el legado que ofrecemos a las siguientes generaciones, es también obligado y para ello crear el ministerio de las generaciones futuras es un buen ejemplo al que acogernos, ministerio por donde todas las medidas del resto deberían pasar antes de elevarse a rango de ley, medida que debe replicarse en las competencias autonómicas con la creación de una Consejería de similar grado, que evalúe por ejemplo, los efectos del decreto ley que la Junta de Andalucía en pleno confinamiento ha aprobado, cambiando 21 leyes y 6 decretos, anulando requisitos, estudios previos, impactos ambientales, licencias de obras, de un sinfín de actividades empresariales, que van en dirección opuesta a las Directivas Europeas y a los acuerdos firmados por el estado español en la COP21 de París.

La instauración de la Renta Básica Universal es elemento indispensable en la soberanía económica y un ladrillo fundamental que construyen un sólido muro de resiliencia, entendida como un derecho ciudadano que cubra los mínimos vitales que necesita una persona, reconociendo aquellas labores de cuidados que son tan necesarias como poco reconocidas monetariamente, ofreciendo a las personas una libertad de elección en la actividad laboral sin estar condenadas a la sumisión de contratos precarios o labores que destruyen medio ambiente y seres vivos (incluido el ser humano), proporcionando tiempo vital para desarrollarnos en plenitud desempeñando tareas poco reconocidas en ámbitos profesionales como el arte, música, pintura, escultura, escritura, y cambiando el paradigma actual de la acumulación infinita, por el de la austeridad (no el falso austericidio invocado en 2008) dentro de un sistema planetario y biodiverso finito.

Además las actuales ayudas, subsidios, becas, y demás, conllevan en la práctica un ingente trabajo de gestión en las administraciones que se ahorraría de manera inmediata con la Renta Básica Universal, a la par que evita la inevitable picaresca para ser concedidos por aquellas personas solicitantes que se encuentren en los umbrales límite en los que se encorsetan legislativamente.

Transitar desde una ayuda económica vista bajo el prisma de limosna, al concepto derecho universal, mejoraría tanto su eficacia como su gestión.

Vivir mejor con menos, pero siempre con lo indispensable cubierto, un cambio estructural posible desde la situación coyuntural presente.

Si ello es importante, estamos viendo que la soberanía energética es otro ladrillo que construye fortalezas para aguantar los embates de las crisis, máxime con los precios del petróleo por los suelos, precursores de una crisis de escasez energética este verano.

Por ello impulsar desde las administraciones la creación de una enorme red distribuida de producción energética en nuestros tejados, aprovechando nuestros recursos naturales renovables, se antoja urgente y necesario.

Cada día que pasa sin instalarse esa red, se pierde energía, empleo y se malgastan recursos importando gas y petróleo que podrían dedicarse para subvencionar el nuevo modelo energético limpio, saludable, barato y eficiente que necesitamos y que proporciona empleo local en su desarrollo y mantenimiento.

En paralelo la creación de empleo en el sector de la construcción consiguiendo que nuestros edificios sean más eficientes y necesiten menos energía para estar calientes en invierno y frescos en verano puede generar nuevos nichos de autónomos y pymes.

Es el momento del cambio del tejido productivo, de los empleos verdes y dignos, de la defensa de los circuitos cortos de producción y consumo que nos vacunen contra nuevas crisis, y llenen la España vaciada de agroganaderos ecológicos y extensivos que nos alimenten, y que a través de la PAC se fortalezca la soberanía alimentaria local frente a las enormes distancias que ahora recorren nuestros alimentos en pos de una mayor productividad y beneficios económicos para unos pocos que encima no cultivan nada.

También, en el ocaso del monocultivo del turismo, que tardará y mucho en llegar a las cifras previas a la crisis sanitaria, si es que llega algún día, deben aparecer empleos locales en diferentes áreas,

Desde la minería urbana que extraigan valiosos recursos de los aparatos que ya no se puedan usar, la reparación de todo tipo de bienes de consumo para alargar su vida útil acabando por ley con la obsolescencia programada, el aprovechamiento de nuestros residuos orgánicos a través del compostaje, aminorando con ello las tasas de basura de los contribuyentes que más y mejor separen, así como replantear los huertos urbanos en todas las zonas verdes de nuestras ciudades, como antídoto local y saludable a los mercados de alimentación lejanos, en muchos casos con sustancias desconocidas en sus alimentos, y en otros prohibidas en Europa.

Además poner en marcha a nivel nacional un sistema de retorno de envases es urgente para aprovechar materias primas que ya no podrán ser producidas a millones a diario.

El consumo del agua es crucial ante la siguiente crisis que se avecina, y ningún gobierno podrá decir que no supo adelantarse a los acontecimientos por súbitos y desconocidos, de hecho la comunidad científica lleva 30 años alertando de las consecuencias del cambio climático, y la falta de recursos hídricos es unánime en su seno y sus recomendaciones de eficiencia y aprovechamiento máximo en la gestión, depuración y uso circular de los terciarios, mantenimiento de caudales saludables en ríos y lagos, y calidad del recurso evitando depositar residuos sin depurar en sus cauces.

Sin embargo seguimos apostando por el regadío de manera intensiva incluso en áreas de secano, desecamos acuíferos incluso en zonas con máxima protección administrativa como las Tablas de Daimiel y Doñana, y mantenemos la venda en los ojos promocionando el cuidado de césped en urbanizaciones, campos de golf, parques públicos y rotondas por toda Andalucía.

El cambio de movilidad se antoja así mismo urgente repensar, no es posible seguir moviendo vehículos, materias primas, bienes elaborados y personas como si no hubiera un mañana. Las limitaciones de movimiento deben tener la contrapartida con más y mejor transporte público, asequible, con mayor frecuencia y  más recorridos, la red ferroviaria convencional debe ser el punto de partida para muchos desplazamientos, los trenes de cercanías, así como el cabotaje entre ciudades litorales con barcos, y por supuesto, viajar en vehículo privado deberá realizarse con las plazas ocupadas, al menos dos.

Y devolvamos el espacio a los peatones y bicis en las ciudades, a los niños y niñas, para jugar y hacer deporte, donde convivir será mejor sin humos ni ruidos, ayudando a conocernos más y mejor y por tanto ser más resilientes como comunidad. Las calles ahora vacías de vehículos son más humanas, mantengamos ese estatus en algunas una vez pase el confinamiento, y ayudemos con ello al pequeño comercio local que subirá las ventas de manera automática en las zonas peatonalizadas como ya ha ocurrido donde se ha llevado a cabo.

Todo ello genera empleo local y nos ayuda a combatir la gran ola de la crisis climática, tsunami que llegará con mayor o menor virulencia dependiendo de las acciones que ahora llevemos a cabo.

Todo lo anterior conlleva un enorme cambio en la fiscalidad, porque no sólo basta con que aporte más quien más tenga, sino que se acabaron condonaciones de impuestos a través de SICAVs, de paraísos fiscales y contabilidades paralelas, de mecanismos de descuentos en seguros sociales sólo para grandes empresas, de impuestos de sociedades menores que para las rentas del trabajo, de vista gorda en delitos ambientales permanentes y continuados…

Propuestas para vivir mejor con menos, de una manera más cercana, colaborativa, igualitaria, empática.

Todas las tardes a las ocho, se demuestra que juntos y juntas somos más fuertes, resistentes, felices, y que en momentos de amenaza, la solidaridad es una cualidad humana que florece y se arraiga.

Preparémonos para un mundo nuevo, seamos actores y actrices principales de esta readaptación verde de nuestra sociedad.

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