Los colores del orgullo

Confieso que me sentí feliz y orgulloso, debe ser que esos colores por sí solos trasmiten orgullo. Lleve puesta la mascarilla sin temor, rubor ni miedo

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

Los colores del orgullo.
Los colores del orgullo.

Hace poco estuve en Cádiz, ciudad a la que no volvía desde hacía muchos años y de la que apenas conservaba imprecisos recuerdos. Paseando una soleada mañana de sábado por su impresionante paseo junto al mar, tras dormir y desayunar a los pies de la catedral, dicen que un tanto por ciento elevado de nuestros pensamientos diarios, no los decidimos, sino que nos vienen dados por el subconsciente, que tiene mucho que ver con el cuerpo y con las señales que aquel le manda a este para que después las recibamos cuando algo se remueve en nuestro interior, recordé a Carlos Cano y la hermosa canción dedicada a La Habana y a Cádiz. Y es verdad porque en ese paseo recuperé de mi memoria otros paseos por el malecón de La Habana, y pude contemplar cuanto de cierto tienen las letras del cantautor granadino, “Desde que estuve niña en La Habana, no se me puede olvidar, tanto Cádiz bajo mi ventana, tacita lejana, aquella mañana puede contemplar…”

Estábamos allí Rocío y yo, porque mis cuñadas, sus hermanas, con ocasión de su 50 cumpleaños nos habían regalado un bono de hotel de fin de semana, y aprovechando que nuestras hijas ya son adolescentes, decidimos darnos esa escapada.

Al hilo de lo que quiero que sea esté artículo de opinión, os cuento que el domingo por la mañana paseábamos por las calles estrechas anejas a la plaza de la catedral, cuando nos dimos cuenta de que habíamos olvidado las mascarillas en el hotel. Entramos entonces en una de esas tiendas de regalos que tienen una vaca de cartón de tamaño natural en la puerta, y compramos dos paquetes, unas de color celeste con nubes, y otras con los colores de orgullo, pensando en mi hija Lola muy consiente con la idea de los derechos de la diversidad. Hasta aquí la introducción, a partir de ahora lo que realmente os quiero narrar.

En ningún momento pasaba por mi imaginación ponerme una mascarilla con los colores del orgullo. Las órdenes de la cultura patriarcal de mi subconsciente aún pesaban mucho en mí como para dar ese paso. Ponerme esa mascarilla creo que era como mostrar ante los demás mi vulnerabilidad, mis inseguridades, no tanto el miedo a lo que los demás hombres pudiesen pensar de mí, como el temor. Sí, el temor de no ser considerado uno del grupo, un hombre serio y respetable. ¡Mira ese, la mascarilla que lleva!, era el tipo de respuestas que llegaban mi mente.

Así que las mascarillas estuvieron en el armario hasta que ayer cuando fui a coger una, y vi el paquete multicolor, sin pensarlo, como en un acto de rebeldía hacía mí mismo, el resto de los hombres, la sociedad y la masculinidad, cogí una me la puse y me marché a una gran superficie a hacer la compra de la semana.

Confieso que me sentí feliz y orgulloso, debe ser que esos colores por sí solos trasmiten orgullo. Lleve puesta la mascarilla sin temor, rubor ni miedo, y sin dudar un solo instante de la importancia, aunque quizás os parezca exagerado, del paso que había dado.

He decidido seguir usando mascarilla con esos colores en todos los espacios y lugares donde me mueva, al menos hasta que se acabe el paquete. Hacerlo no es solo por protección hacía el virus que tanto nos está costando, sino contra otros que no son analizables en probetas ni microscopios, pero no por eso menos existentes y peligrosos.

Para los hombres heteros como yo, educados en la cultura de la masculinidad más asfixiante, que buscamos otra forma de ser hombre, es además un acto de liberación de los muchos mandatos que siguen limitándonos, y es por supuesto un  paso relevante en ese camino que hemos decidido recorrer para algún día llegar a ser los hombres responsablemente igualitarios a que aspiramos.

Además, en estos tiempos en los que los cavernícolas han vuelto a salir de sus oscuras cavernas y los mensajes de odio ponen en peligro todo lo conseguido, respirar el aire limpio a través de los colores del orgullo es un compromiso público con la diversidad, la igualdad y la libertad, y es por qué no, también, gritar alto y fuerte sin necesidad de pronunciar ni una sola sílaba, eso tan antiguo que decía, no pasarán.

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