Albert Rivera, en una imagen de archivo.
Albert Rivera, en una imagen de archivo.
Ciudadanos ha diseñado su hoja de ruta. En los mítines se presentará como la versión mejorada del Partido Popular; una 2.0. La línea discursiva está definida. Se erigirá como regeneradores liberales, patrióticos, antagónicos al PSOE, anticomunistas y enemigos número uno de los independentistas. Un pulso al PP en toda regla, aunque públicamente guarden las formas: Casado ha considerado "una buena idea" el ofrecimiento de coalición por parte del partido naranja. En la ejecutiva de Ciudadanos creen que se encuentran a pocos votos del Partido Popular, y que, en caso de superarlos, Vox auparía un bipartito sin entrar en labores de Gobierno. En caso contrario, ocurriría lo mismo salvo que entrarían a rebufo del PP, siempre formando parte del ejecutivo, lo que, en sus cábalas, les haría crecer exponencialmente en un futuro a medio plazo. De un modo u otro se reproduciría el modelo andaluz. Ciudadanos entiende que es un movimiento 100% ganador. Ocurre que esta estrategia, y la de su rígido centralismo, no es compartida por un sector de la militancia de Ciudadanos, algunos de los cuales están abandonando el barco (obsérvese agrupaciones locales como la de Jerez). Según los críticos, escorarse tanto a la derecha le ha dejado el centro en bandeja al PSOE, que quiere pescar en sectores socioliberales que ahora ven a Rivera como un patriotero exaltado, demasiado afín a PP y Vox. Hay un perfil moderado al que no le gusta compartir viaje con políticos que defienden postulados neofascistas. En cualquier caso, Ciudadanos es conocido en los corrillos de parlamentarios como "el partido veleta", capaz de ser ultrapatriótico si hace falta, feminista de un día para otro, sacar la bandera LGTB el Día del Orgullo o reivindicar a Frida Kahlo si así puede arañar votos. Un camaleón político. Conviene no descartar que, si el quesito electoral fuera caprichoso y disputado, volviera a repetir esa foto con Pedro Sánchez pactando, pese a que ahora reniegue continuamente de él. Rivera ha encontrado en el liberalismo su mejor baza: "Casado es conservador, yo soy liberal", dijo la pasada semana, como si una cosa descartara la otra y no pudieran darse las dos. El dirigente de la formación naranja considera que ir de la mano del PP no penaliza tras la marcha de Rajoy, cree que la corrupción es cosa del pasado y ha esgrimido que esta alianza "es una obligación patriótica". Nunca ambas formaciones estuvieron tan cerca.

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