Voluntarios

Bolsa de comida entregada por personal voluntario de una ONG. FOTO: MANU GARCÍA

Hace tiempo me abordaba una chica por la calle para informarme sobre una conocida ONG y que me hiciera socio. Le pregunté si ella era voluntaria y me reconoció que no, que estaba contratada por una empresa de trabajo temporal para hacer campañas de marketing. Sin ánimo de ofenderla, le dije que se le notaba. Es así. Se nota quien es voluntario y trabaja en una organización por amor a lo que hace y quien en la misma organización trabaja a cambio de un sueldo. Y no digo que el asalariado lo haga mal. En absoluto, pero sí se le nota otra actitud.

Yo me he encontrado cuando he querido invitar a mis programas a personas de distintas asociaciones y ONG que, cuando a la persona que llamas es voluntaria, está dispuesta cuando puedas y si no puede, te da alternativas. No pierde la oportunidad. Sin embargo, también me he encontrado al llamar a ONG donde trabajan asalariados, que tienen un horario y por ejemplo, en fin de semana, no trabajan y no van a atender a ningún medio de comunicación. También enrarece la convivencia en las distintas organizaciones en que algunos de sus miembros cobren y otros no. Al final, trae un agravio comparativo que no suele termina bien. Y todo porque hay ONG que parecen empresas. Empresas que se dedican a hacer cosas que deberían hacer las administraciones públicas.

Luego, surge otro problema. ¡Hay tantas dedicadas a cosas tan variopintas, y no por ellos menos necesarias! ¡Y también las hay que se dedican prácticamente a lo mismo! Todos llegan al final a llamar a las mismas puertas de la gente solidaria. Y la gente solidaria no es un pozo sin fondo en el que se pueda donar a todo. El voluntario lo entiende. El que no es voluntario, piensa que eres un cliente menos y te pone mala cara. Algunos, son excepciones, te llegan a insinuar que qué malo eres por no querer ayudar. Entonces es cuánto te toca decir: a ver muchacho ¿pero tú sabes acaso en lo que ayudo yo o no?

Las nuevas tecnologías también son usadas por estas grandes ONG en busca de recursos. Creo que se equivocan. Mal día aquél, hace tiempo, que decidí dar un euro a través de un SMS a Unicef, porque estaban pidiendo ayuda para una catástrofe. Creo que era la del huracán Katrina. Un euro que me costó, sin darme cuenta por no leer la letra pequeña del anuncio de televisión, regalarle mis datos telefónicos a Unicef. Tuve que soportar llamadas a todas horas para que me hiciera socio. Obviamente, desde entonces, jamás mandaré un SMS para ayudar a nadie.

El mundo del voluntariado debe ser regulado mejor. Si eres voluntario eres voluntario. Y si eres una empresa, eres una empresa. Pero no juguemos a hacer una mezcla de todo, porque al final como siempre, perderá la gente que necesita ayuda.

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