Manifestación contra la violencia de género celebrada el pasado 25 de noviembre en Jerez. FOTO: MANU GARCÍA
Manifestación contra la violencia de género celebrada el pasado 25 de noviembre en Jerez. FOTO: MANU GARCÍA

Vivimos unos momentos en España que me recuerda mucho a la situación que vivía el País Vasco en los peores tiempos del terrorismo con Herri Batasuna y ETA matando día sí y día también. Recuerden: los ideólogos apuntaban con el dedo y los terroristas ejecutaban. Cada vez estamos viendo más ataques al colectivo LGTBI por parte de violentos. Esto coincide con los mensajes homófobos de los distintos sectores de la ultraderecha española. Estamos en peligro, pero no sólo la comunidad LGTBI. Somos unos pocos los grupos de riesgos que estamos en el objetivo del neofascismo español.

Por ejemplo, las mujeres. Los ataques son continuos contra el movimiento feminista, un movimiento que sólo pide la igualdad entre hombres y mujeres. Lo están pagando con miles de mujeres asesinadas por machistas que se creen con más razón y más apoyados por los mensajes ultras. No le tienen miedo a la ley por eso. Ese es su pensamiento. O los inmigrantes. Típico objetivo del nacionalista extremo. Anular cualquier contacto con gente que no sea de tu país. Las acusa de todo creando bulos y mentiras. Ellos señalan, y sus brazos armados convierten el señalamiento en discriminación y agresiones a personas extranjeras, agravando más aún la cuestión si no son blancos. Negros, asiáticos, hindúes, hispanoamericanos.

Todos puestos en el punto de mira. O los gitanos. Otro colectivo condenado desde siglos. La ultraderecha también van contra ellos. Me resulta curioso ver a gitanos, en una ciudad como Jerez, apoyar al fascismo. Me pregunto si en verdad conocen la historia del pueblo gitano y cuáles son sus enemigos. O los enfermos. Porque el fascismo no quiere gente que sea una carga para la sociedad. Quiere una raza pura. Cojos, mancos, ciegos, y en general, cualquier tipo de minusvalía o discapacidad provoca el rechazo de los que se creen superior. No quieren cargar con ellos. De ahí la crítica a sus ‘paguitas’. O las personas mayores. Nuestros abuelos y abuelas, que en similitud a los enfermos, porque por edad son más proclives a padecer algo, también son una carga.

No los quieren porque les hacen gastar dinero. Porque el fascista es un neoliberal que no quiere gastar nada en lo público. Hemos visto las consecuencias de las políticas neoliberales en las residencias de mayores privadas con la pandemia de la COVID-19. O las personas religiosas. Sólo se acepta la religión oficial que el neofascismo decida. Si eres de otra, te conviertes en su enemigo, un traidor a la patria y a la (su) cultura, y también, también te ponen en la diana. Incluso siendo tú de su religión, si no compartes algo con ellos, serás su enemigo. Recuerden a principios de la democracia lo de ‘Tarancón, al paredón’. O eres de su religión, o irán contra ti. O los pobres. El odio al pobre. El pobre es un estorbo. Hay que eliminar los pobres. Aunque su sistema neoliberal engendra eso, pobreza.

Porque no puede haber rico sin haber pobres. Y seguro que se me queda algún grupo de riesgo en el tintero. Seguro que usted que me lee puede tener otro en la cabeza. No hemos aprendido la lección que nos dió el fascismo que sufrimos en Europa. Y cada vez recuerdo más aquél poema del pastor Luterano Martin Niëmoller que se quejaba de que las autoridades de Europa no hicieron nada para impedir que el nazismo subiera al poder: Primero vinieron por los socialistas y yo no dije nada porque yo no era socialista. Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada porque yo no era judío. Luego, vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí.

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