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Imagínense —por favor, toménselo con un poco de humor— al bueno de Chuck entre bolardo y bolardo en la calle Larga. Ya les aseguro yo que por ahí no pasaba ni el bigote de una gamba de lado.

Sé que se trata de un tema delicado que nos afecta a todos y, como tal, no debería prestarse a cachondeo. Pero después de ver los memes que ha suscitado El Cordobés en las redes sociales —y no hablo del hijo del inventor del salto de la rana en los ruedos sino del vástago radical de la Tomasa, o sea, el del vídeo de Daesh que amenaza con reconquistar Al Andalus con ayuda de sus acólitos— no he podido resistirme. Bueno, sí que iba a hacerlo, pero dos acontecimientos me lo han impedido.

El primero es que siempre vamos a la zaga y si a los yihadistas les da por atropellar transeúntes con furgonetas en zonas peatonales, pues hala —que no Alá—, aquí paz y luego maceteros y bolardos.

Lo segundo ha sido lo de Chuck Norris, ya saben: para agrandar una leyenda solo superada por la edad de Jordi Hurtado, va el tío con dos bemoles y sobrevive a dos infartos consecutivos con 77 años, uno en su casa y otro en el hospital. El rey de la taquilla de la Sexta junto a Steven Seagal y otros veteranos de la lucha armada contra los que ya quisiera ver yo a los fanáticos islamistas —que no musulmanes, que no está de más recordar que la comunidad jerezana se ha sumado a la condena al atentado de Barcelona—.

Imagínense —por favor, toménselo con un poco de humor— al bueno de Chuck entre bolardo y bolardo en la calle Larga. Ya les aseguro yo que por ahí no pasaba ni el bigote de una gamba de lado.

 

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