Caudillo Dylan

Vale que Madonna, Adele, Bruno Mars, estrellas de plástico y al final en lo hondo, vacías. Pero ¿Bob, nuestro Bob?

Bob Dylan recibe la medalla de la Libertad en 2012, de manos de Obama.

Ay, Bob, eras icono y te has convertido en tirano. Evolución natural, me supongo, me lamento, sobre todo si me detengo a pensar en lo que has significado, viejo vaquero, las conciencias removidas, tu voz azote y zarandeo, tu ascenso como dios negro de los parias, los errantes, los desheredados. Y ahora eres una vieja con achaques que suspira por otros tiempos.

Tú tan primero de tu nombre, tan rompedor de cadenas. Reconozco que escribo esto con rabia, herido, revuelto como un perro, sin medias tintas, directo, sin más metáforas lo prometo. Reconozco también que no has sido el único pero me importa un bledo. Eras de quien no lo esperaba.

Me refiero a tu prohibición de teléfonos móviles en tus conciertos. Prohibición, Bob Dylan. Casi que no casan esas palabras en el mismo párrafo. Y puedo compartir el fondo, la ida de olla nuestra en pretender inmortalizar cada instante, estar en todo al segundo, mirar la vida y solo verla tras una pantalla. Pero tío. Basta que me lo prohíbas para que apriete los dientes y tome caminos contrarios. Al fin y al cabo esas fueron tus lecciones.

Vale que Madonna, Adele, Bruno Mars, estrellas de plástico y al final en lo hondo, vacías. Pero ¿Bob, nuestro Bob? Tal vez sea consejo sanitario entre colegas de esa estratosfera privilegiada, por evitar flashes, arrugas, desgastes de cutis en tu cuerpo Museo de Historia Natural, pura supervivencia, mera conservación.

Llegas con el brazo contracturado de tanto exigir antigua libertad a decirnos y dictarnos cómo tenemos que disfrutar, cómo divertirnos, que lo hacíamos mal, a medias, de forma estúpida. Menos mal que llegas para marcarnos de nuevo el camino, nuestros ojos solo en ti, nuestros oídos solo en ti, en ese regalo tuyo, literato, poeta, Nobel.

El iPhone, el android, todo encerradito, con llave, no existen urgencias ni hijos enfermos ni padres muertos ni hermanas pariendo más relevantes que verte y oírte, si no estás cerca por lo menos que sea a través de esas enormes pantallas del escenario, paréntesis, excepción e ironía.

Ay, Bob, el de los versos visionarios, el del sonido salvaje, el de las canciones a la contra, me temo que todo es prehistoria de tu narcicismo sin frenos, enfermo de nostalgia, hijo de otro tiempo, de una libertad más analógica, has cambiado, has errado el tiro en el arrebato de creerte la última gran leyenda. Por tu maldita rebeldía quizá te has probado para ver qué tal te va el uniforme de Generalísimo, título de arrogante por derecho divino, y lo peor es que te sientes bien, de maravilla, cómodo en esa nueva piel de serpiente, Caudillo Dylan.

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