La magnífica novela 'Comanche' de Jesús Maeso

Jesús Maeso de la Torre (Foto: Javier Velasco Oliaga. Todoliteratura.es)

En la mayoría de las novelas históricas se aprende algo del pasado. En mi caso, con la lectura durante mi adolescencia de Yo, Claudio de Robert Graves, pude imaginarme perfectamente la Roma Imperial. No obstante, desgraciadamente, en la mayoría de los textos el escritor tiende a dar más importancia a la ficción que al sustrato histórico real en que se basa su  ambientación y, por ello, muchas obras de este género tienden a preñarse de tópicos no contrastados y a aportar poco en el campo de la historia. Eso no ocurre para nada en la última novela de Jesús Maeso Comanche donde nos muestra fundamentalmente la dura vida, desconocida por la mayoría de la gente, que se desarrollaba en Nueva España entre los años 1.758 a 1.781, durante el último año del reinado de Fernando VI  y el gobierno posterior que se inicia en 1.759  con el monarca ilustrado Carlos III.

Hasta ahora, como si nos hubiesen inoculado un virus de amnesia de nuestro pasado colectivo, toda las crónicas de ese vasto territorio que incluiría los actuales estados americanos de California, Florida, Arkansas, Arizona, Tejas, Nevada, Utah, Nuevo Méjico, Luisiana, Kansas, Colorado, Montana, Wyoming, Oklahoma, Alabama, Misisipi e incluso una breve ocupación de Alaska, además de una parte de la Columbia Británica de la actual Canadá,  que estuvo durante 3 siglos bajo la corona española, habían sido recreadas, contadas y noveladas por escritores de procedencia anglosajona. Estos han aportado una visión partidista y poco objetiva de los anales, enalteciendo lo anglo y borrando nuestro importante legado cultural anterior, como si nunca hubiésemos estado allí. Jesús Maeso, por el contrario,  ha conseguido con su libro que nos despertemos y nos sintamos orgullosos de nuestra memoria pretérita recuperada.

La narración trata de las aventuras de los dragones de cuera, que fue un modelo a imitar para la muy posterior caballería yanqui. Estos aproximados 2.200 servidores y caballeros del Virrey, escasos en número, desarrollaron heroicamente sus aventuras, más allá del deber, en un territorio muy extenso que recorre de oeste a este la actual USA, con una frontera de 4.000 kilómetros, defendiendo los intereses de la corona española, en contacto con comanches, yumas, navajos, aleutas y apaches.

Al contrario de lo que se supondría, los españoles en ese tiempo intentaron evangelizar e incorporar a los indios a su sociedad y civilizarlos conforme a las costumbres de la época, amparados jurídicamente por las leyes de indias. Por eso la principal misión de los hispanos fue fundar ciudades a lo largo de la región.  Más aún, enseñaron a los indios a vivir por sí mismos, cultivar los campos y a explotar la tierra. Muchas tribus indígenas se refugiaban en sus dominios, bajo su protección, ante la expansión de los temibles comanches. Estos en pocos años, tras descubrir el caballo al que consideraban una especie de ciervo, con una actitud dominante y hostil, se convirtieron en temibles y expertos jinetes y no aceptaban la nueva civilización salvo para comerciar (en determinadas demarcaciones en que se mercadeaba los domingos después de misa, en donde reinaba siempre la aceptada paz de los mercados y se respetaba también al enemigo), con lo que se negaban a cultivar las tierras y a asentarse en el territorio, ya que preferían vivir del pillaje y libres en las extensas praderas americanas. Tras la batalla con el irredento, sanguinario y cruel jefe comanche Cuerno Verde, llega la extensa paz de Anza, que es una de las pocas verdades históricas de nuestro pasado que se estudia todavía en los libros de texto norteamericanos. Después de estos acontecimientos, tras la independencia de Méjico y la guerra posterior de este país contra Estados Unidos, vendrían los yanquis y exterminarían al 80 % de esos indios, pero ese desastre y genocidio ya no es parte de la novela ni de nuestro bagaje.

Desde un punto de vista literario la novela es fluida, muy visual, con un lenguaje casi cinematográfico, descriptiva, amena y equilibrada, exenta de paja y bien construida, como corresponde a, quizás, el mejor escritor de novela histórica de España actual. No hay artificio en las tramas y los personajes tienen garra, expuestos desde el prisma de la humildad que debe caracterizar a unos verdaderos héroes. Todo ello, aderezado con dos historias de amor que dan fuerza y añaden pasión al argumento.

En definitiva, un libro imprescindible a los amantes de la historia, muy entretenido, que puede convertirse dentro de muy poco en un clásico y que debería llevarse pronto al cine.