El trabajo bien hecho en Maternidad frente a la deshumanización en Neonatología del Hospital de Puerto Real

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Ana Martínez Borrego, profesora de un instituto público de Sanlúcar

Un pasillo del Hospital de Puerto Real, en una imagen de archivo.
Un pasillo del Hospital de Puerto Real, en una imagen de archivo.

Creo irreductiblemente en el sistema público. Eso que vaya por delante. Di a luz el 29 de diciembre de 2020 en el Hospital de Puerto Real. No tenía dudas. No teníamos ni mi pareja ni yo. Fuimos atendidos por especialistas de manera respetuosa, capaces de medir los tiempos y explicando detalladamente todo lo que hacían: vamos a llamar a la ginecóloga porque se baja el ritmo cardíaco de la niña, te vamos a pinchar aquí, ahora vas a sentir tal dolor, debes empujar de esta otra manera, etc. Quizás esto no marque la diferencia con otro hospital, pero cuando sus profesionales te hacen sentir que estás arropada, cómoda, segura, acompañada, ahí debes ponerlo en valor. A mi disposición tuvimos una matrona (Rosa) extraordinaria, una ginecóloga (Estefanía) cargada de confianza en sí misma y capaz de transmitirle esta incluso al adolescente más frágil que exista y enfermeros y enfermeras colaboradores que hicieron su trabajo. Sí, pero bien hecho.

Recuerdo dos momentos: vi llevarse a mi hija para analizar su peso, altura y estado no sin antes informarme de que se la iban a llevar si yo quería, indicarme el rincón donde iba a estar, para qué y cuánto tiempo. Solo nos distanciaban escasos dos metros. El segundo momento fue la relajación, la confianza y la férrea convicción de que la madre debe tener a su bebé en su pecho (piel con piel) todo lo que ella decida. Sin límites horarios, sin intromisiones.

Tuve un parto natural, normalizado, con epidural, rápido. Sobre todo, con confianza en todo el equipo que me atendió. Quise dar el pecho. Es lo mejor, así me lo corroboraron y, si no hubiera sido así, no me hubiera sentido juzgada. Ni yo ni ninguna mujer. La bilirrubina. No es solo esa canción antigua y pegadiza. La bilirrubina sube y puede hacer que te dejen ingresada a tu bebé. Así me lo comunicó la pediatra (Nuria) con delicadeza mientras yo pensaba solo en que no habíamos puesto el euro en el aparcamiento. No me lo podía creer. Bilirrubina y fototerapia. Bilirrubina y el peor momento de mi vida.

La bilirrubina baja. Eso estaba controlado. Somos un país modernizado. Tenemos hospitales modernizados con profesionales modernizados excepto los y las profesionales de neonatología del Hospital de Puerto Real (tengo que descartar a las enfermeras nuevas de esas 48 horas y una enfermera llamada Rosa).

Se acabó dar el pecho. Había que darle el biberón, que comiera mucho, defecara una caca verdosa y así nos la podríamos llevar a casa. Eso fue duro pero entendible. Lo que no pude soportar fue que tuviera que pedir permiso para darle yo el biberón, para pedir por favor que me dejaran tocar, acariciar, cambiar el pañal a mi hija, ver de refilón cómo la bañaban a las nueve de la mañana en una habitación fría en un fregadero donde lavaban también todo los productos usados o manos sucias. Los bebés necesitan el contacto con sus familias. No fue así.

Te dicen que puedes verla cada vez que quieras, sin embargo, te especifican que las tomas son cada tres horas (luego te pondrán que la alimentación es a demanda) y que es mejor que suba solo en esas tomas. Pedí que me dejaran ponérmela en el pecho. Solo un rato (quién mejor que su madre para no poner en riesgo la salud de su hija) previo a la toma. Me miraron mal, me dijeron que no (excepto Rosa), lo mejor era estar en la incubadora en la fototerapia. Claro, y el contacto con su madre. En el informe de alta de mi hija me indicaron que lo mejor era el pecho. ¿Cuál? ¿El que no pudo ver, oler, tocar o comer de él mi hija?

Una enfermera (aquí pongo las iniciales: MC) reflexionó sobre qué lugar era mejor que ese para estar con mi hija, que si estaba allí no solo era por la bilirrubina, sino que tenía que aprender y ahí iba a ser rápido. Fue la misma que me comentó que estaba tardando mucho en cambiar de pañal a mi hija y la misma que me dijo que no le hablara ni le cantara, que la iba a dejar más nerviosa. Ellas tenían que quedarse luego consolando a mi hija. Pena de mí, no era yo quien la mecía. Otra pseudoprofesional me dijo que tenía que dar biberón y pecho. Solo pecho es de modernas me refirió. En ese momento yo tenía una mastitis. No lo supe en ese momento. Lo vi en el informe de alta de mi hija.

Cuando el día 2 de enero nos dieron el alta y llegamos a nuestra casa me di cuenta del trato inhumano, deleznable, que habíamos sufrido. La modernidad solo está a un paso, para quien se quiera subir a ese tren. Así fue la planta de maternidad. La planta de neonatología es la planta de señoras (solo hubo dos hombres en 48 horas) cuyo trato fue prehistórico, antinatural, desproporcionado. Nos exigen como profesionales del sistema público (yo soy profesora) actualizarnos, un trato profesional y respetuoso. Quizás a estas enfermeras y auxiliares se les olvidó actualizarse. Bien. Lo peor es que de fábrica vienen sin empatía. Eso sí que no se aprende en las facultades ni en los puestos de trabajo. Ruego que se marchen, que se jubilen, que cambien de especialidad o que jamás pisen un hospital y menos, uno público.

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