Carta a mi amiga Ángeles

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04 de abril de 2016 a las 05:00h

La gente ya no muere de viejo, simplemente de viejo. No podemos aceptarlo. Los primeros que han contribuido a esta gran tontería son los propios médicos.

Querida Ángeles: Esta carta te va como anillo al dedo. Nadie como tú, que no ha podido llegar a vieja, por culpa de eso que llaman eufemísticamente larga y penosa enfermedad. ¡Lo que faltaba, amiga! Ahora resulta que los técnicos del Fondo Monetario Internacional están muy preocupados por el aumento de la esperanza de vida más allá de lo previsto.

Me pregunto qué quiere decir eso de "más allá de lo previsto" y qué quieres que te diga, me da un poco de miedo esta afirmación que no sé cómo calificar. Ahora resulta que ya no podremos asumir el costo de una población envejecida gracias al interés que han puesto en estas últimas décadas todos aquellos que tenían la capacidad de intervenir en los procesos naturales de la vida y de la muerte. Que yo sepa, hasta ahora nadie se ha quejado de eso. Todos contentos. En España las mujeres tienen una media de esperanza de vida de 84/85 años y los hombres un poco menos. Pero no era suficiente, había que forzar más la situación. La omnipotencia de la medicina; esa aspiración de querer ser como dios nos ha llevado a esto.

Si ya te lo decía yo. Tanto control de colesterol, tantas vacunas de la gripe; que si 120 de no sé qué, que si 300 de no sé cuánto, que si la artrosis, que si la menopausia, las taquicardias... que si estoy triste, pues tendré depresión, que si me canso mucho, pues tendré fibromialgia... y bla bla bla... A veces pienso que en cada españolito o españolita hay un catedrático de medicina. 

De verdad, Ángeles, la gente sabe muchísimo de enfermedades, de analíticas, de presión arterial... Nunca la ciencia médica había estado tan al alcance de la vecina del quinto. La gente de mi edad está siendo tratada por procesos totalmente naturales y lo estarán ya de por vida. Una barbaridad, pienso yo. 

Que no puede ser, amiga, que la vida no puede estar medicalizada, que ya no dejamos al organismo que se desgaste a su libre albedrío. Y es que las farmacéuticas tienen que ganarse la vida, el sistema sanitario debe seguir creciendo y viviendo a costa de nuestros pequeñas o grandes dolencias. Que ya nadie puede morir porque sí, porque le ha llegado la hora. ¿No has escuchado muchas veces eso de que Pepito Pérez de 98 años ha muerto a causa de un cáncer de próstata? La gente ya no muere de viejo, simplemente de viejo. No podemos aceptarlo. Los primeros que han contribuido a esta gran tontería son los propios médicos, empeñados en que la abuela, que ya no puede respirar por sí misma, pase unos días hospitalizada y vuelva a casa como nueva. Y vuelta a empezar.

Eso sí, con un arsenal de medicamentos que lo mismo le arreglan una cosa, que le desarreglan otra, pero claro, la vida es un valor absoluto, algo que hay que proteger, aunque más que protección a mí me parece que se está practicando una especie de doctrina según la cual hay que mantener a toda costa al abuelito, aunque eso exija una silla de ruedas, una persona cuidándolo veinticuatro horas, dos sesiones de diálisis semanales, incluso unas cuantas de quimioterapia, porque, aunque esto no tiene solución, no lo vamos a dejar que se muera sin hacer nada...

Y ahora nos vienen con estas. Amiga mía, a ti ya no te toca aguantar el cinismo ni la incoherencia de los que nos procuran una vida lo más larga posible. Ni te van a recortar la pensión, ni te verás obligada a seguir viviendo a base de unas cuantas píldoras diarias, respiradores artificiales y con suerte, cuidada por una mujer venida de un país lejano, a la que tus hijos pagarán una parte de sus raquíticos sueldos, mientras ellos siguen enfrascados en sus vidas y tomándose su ración diaria de algo que les permita poder dormir cada noche. 

Y a todo esto, me pregunto, ¿qué pensarán hacer los padres de la patria, de los dineros y de los quirófanos para frenar la esperanza de vida...?  No quiero ni pensar... Yo, por si acaso, no pienso ir a los viajes del Imserso.