Cambiar climáticamente

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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No voy a entender nunca por qué a nivel regional, estatal o continental este no es un tema de prioridad absoluta.

Mi formación es científica, aunque no haya podido ejercer nunca, estrictamente hablando, como científico. Si lo que aprendemos en esta vida, más las experiencias vitales que podamos tener, conforman nuestra forma de pensar, supongo que estaré en las antípodas de un economista o de un abogado. Y sí, este artículo va a tratar sobre el cambio climático. Así que supongo que inmediatamente en su cerebro se disparan ciertos resortes, se producen ciertas sinapsis, y si le preguntara qué sabe del tema, probablemente me contestaría con algo como: "Pues yo creo que…". Y ahí está el quid de la cuestión. Empieza mal. Que el verbo “creer”, en este tema, es improcedente. Que mi opinión, la suya, o la del portavoz del PP, Rafael Hernando, son irrelevantes. Le digo más: la opinión de cualquier persona de ciencia que haya investigado estos temas, por muy influyente que sea, no tiene más valor que la suya o la mía. Le repito, no es una cuestión en la que se pueda creer u opinar. Es cuestión de "demostrar".

Los científicos, en general, usan el método científico para intentar llegar a conclusiones verdaderas [1]. En él, lo primero que se hace es observar, medir, a menudo durante largos períodos de tiempo; tras esas mediciones, en las que se tienen en cuenta múltiples y variadas causas de error (y existen procedimientos para tenerlos en cuenta [2]), se inducen los principios que parecen estar detrás de dichas observaciones y se plantea una hipótesis. La hipótesis se intenta entonces comprobar y refutar, con nuevos experimentos, con nuevas observaciones. Si tras varios intentos, todo apunta a que la hipótesis es cierta, y la comunidad científica la acepta, puede convertirse en tesis (teoría) y después en ley [3].

Supongamos que no le he convencido. Supongamos que ahora mismo está pensando que le estoy engañando, igual que muchísimos científicos que han publicado infinidad de pruebas a favor de que el clima está cambiando por causas derivadas de la actividad humana. Está a punto de gritar: “¡Basta! ¡He oído bastante!” … ¿Y qué? ¿Cambia en algo el que usted se enfade? ¿Acaso por creer que la Tierra está quieta y el Sol se mueve alrededor de ella es más cierto? Si Galileo dijo eppur si muove, yo le podría decir “y sin embargo, se calienta”.

Es muy sencillo: ¡demuéstrelo! ¡Ese es el juego de la Ciencia! Deje de quejarse de que no le gusta que el clima cambie porque va en contra de sus intereses, de su comodidad, de sus negocios o de lo que usted piensa o cree. Póngase un mono de trabajo y demuéstrelo. Coja un termómetro y mida la temperatura con él todos los días, en muchos lugares del mundo, y compare los resultados con los datos registrados desde que empezaron a tenerse registros. Use métodos indirectos, geológicos, como las muestras de núcleos de hielo, para comprobar que los niveles de CO2 han aumentado un 30% respecto a eras pre-industriales (el CO2 es un gas inocuo para el ser humano, pero que provoca el llamado efecto invernadero), hágase de un buen sistema de medición y mida cuánto sube de media el mar en las costas de todo el planeta, y de paso llévese un termómetro y mida la temperatura del agua; mida las placas de hielo que no se forman (desaparecen) en la Antártida o en el Ártico de invierno a invierno; haga un estudio de la absorción de CO2 en el agua de mar, comprobando su acidez [4]; estudie a los que saben del clima, las plantas y los animales, sus migraciones, sus floraciones. Cuente los ejemplares de uno u otro; espere a que salgan las flores de un determinado árbol y pregúntese en qué época era normal que floreciera...

No voy a entender nunca por qué a nivel regional, estatal o continental este no es un tema de prioridad absoluta

Cuando haya recogido abundante información que demuestre que es una tontería lo del cambio climático, publíquela y espere a que el resto de la comunidad científica pueda rebatir o reforzar sus hipótesis. Hasta que llegue ese momento, perdóneme, prefiero aceptar como cierto el trabajo de las mujeres y hombres de ciencia de todo el mundo. El siguiente paso lógico es preguntarse si se puede hacer algo para frenarlo o paliarlo. Bueno, o eso, o aceptar sin más las consecuencias que parece que en un futuro no demasiado lejano podamos padecer, por ejemplo, en Andalucía [5]: sequías, aumento de la temperatura, olas de calor más frecuentes, la desaparición del glaciar de alta montaña (como el Corral del Guarnón -Veleta-), desaparición de pinos y proliferación de la procesionaria, posible desaparición de encinas (¡uy, el jamón serrano…!), aumento de las alergias, aumento (parece que controlable) de los niveles del mar, aparición temprana de las medusas… [6]

No voy a entender nunca por qué a nivel regional, estatal o continental este no es un tema de prioridad absoluta. Si podemos usar una energía alternativa, si podemos usar combustibles o materiales menos contaminantes… ¿Qué hacemos que no estamos investigando y profundizando en ello? ¿Qué hacemos que no estamos cambiando nuestro modo de vida?  Y no me vale que usted nombre la palabra crisis porque verá, esta “crisis” es un juego al lado de una crisis climática. Si los modelos se cumplen, nuestros hijos no tanto, pero nuestros nietos vivirán en casi un desierto.

Volviendo al día a día, a lo que depende del ciudadano de a pie que no tiene más responsabilidad política que meter una papeleta en una urna de vez en cuando, ¿qué puede hacer? Todo es cuestión de oportunidad y acción. Quizás trabaje usted a treinta kilómetros de su casa y no pueda prescindir del automóvil; yo he tenido la suerte de tener el trabajo a tan solo cinco de donde vivo, y en unos cuatro años mi bicicleta tiene cinco mil kilómetros más y mi coche cinco mil kilómetros menos. Quizás pueda concienciarse y usar algún sistema de energía renovable, desde tener placas solares en su vivienda a comprometerse con alguna comercializadora energética que fomente las energías renovables. Fíjese que un hábito tan simple como tirar el vidrio al contenedor ahorra sobre un 25% el coste energético de fabricar una botella.

Por cierto, agradecer a las administraciones, sea la que sea, la implantación de los carriles bici en esta ciudad. A pesar de la polémica, creo que es algo muy positivo que puede ir cambiando hábitos. Espero que aprendamos de otros países, como los escandinavos, que aún teniendo un clima más severo que el nuestro, su cultura ciclista (como transporte, no como deporte) está muy desarrollada.

Así que, ya sabe: por favor, cambie. Cambie climáticamente.

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[1] http://definicion.de/metodo-cientifico/

[2] http://www.sc.ehu.es/sbweb/fisica/unidades/medidas/medidas.htm

[3] http://www.areaciencias.com/hipotesis-teoria-ley.htm

[4] http://cambioclimaticoglobal.com/evidencias-cambio-climatico

[5] http://www.aemet.es/es/serviciosclimaticos/cambio_climat/result_graficos

[6]http://sevilla.abc.es/andalucia/20150816/sevi-andalucia-cambio-climatico-201508151737.html

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