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Cada cinco segundos una persona muere de hambre en el mundo. Y son 800 millones de personas las que se encuentran en situación de hambruna.

A principios del presente año, varias organizaciones denunciaban el repunte del hambre que se estaba produciendo en el mundo. Lejos de los objetivos marcados en diversos foros internacionales con la intención de acabar con este problema, no solo no se ha conseguido revertir la situación, sino que incluso va a más. Los datos son espeluznantes. Cada cinco segundos (según la FAO) una persona muere de hambre en el mundo. Y son 800 millones de personas las que se encuentran en situación de hambruna, la mayoría de ellos, de países con conflictos bélicos o castigados por desastres naturales. 

Puede que nosotros, primermundistas curados de espanto, sintamos descansar nuestra conciencia bajo el argumento de “yo no tengo la culpa de que en Haití haya un terremoto”, o “qué tenemos nosotros que ver con las guerras en Somalia, o Siria”. Es sencillo desconectar de esta vergonzosa realidad mundial, pero si seguimos aportando datos, puede que la próxima fuente de pescaíto frito del chiringuito se le indigeste a quien lee esta tribuna, así que, para ahorrarle un mal rato, le invito a que no siga leyendo y vuelva a su tinto de verano sin remordimientos.

¿Sigue aquí? Bien. Entonces le cuento. Hasta los años 70, el mundo no fue capaz de producir la cantidad suficiente de alimentos para cubrir las necesidades de la población mundial. Es decir… antes, el hambre estaba en cierta forma “justificado”. A partir de entonces, no se puede entender que haya un solo habitante pasando hambre en el mundo, y lo que es peor: que cada vez haya más hambrientos. 

En la actualidad, hay 7.400 millones de personas en nuestro planeta y la industria alimentaria es capaz de producir suficiente comida como para alimentar a 10.000 millones. Leen bien. Hay un tercio de alimentos que va directamente a la basura. Entiendo que me pueden tachar de demagogo, porque la cadena de producción del alimento desde que es recolectada la materia prima hasta que es puesto en la estantería de un supermercado, sufre diversas fases, muchas de las cuales son inviables en el Tercer Mundo. 

Pero si hago uso de estas cifras macroeconómicas es para hacerles ver que algo falla. Algo bien gordo. El desequilibrio es brutal, un desequilibrio seguramente producido porque el sistema comercial establecido a nivel mundial no busca igualdad, sino todo lo contrario. Dicho deprisa y corriendo, aunque suene políticamente incorrecto, al Primer Mundo le interesa que exista un Tercero. Y mientras exista esta búsqueda de la prevalencia sobre el resto, buscar soluciones al hambre, al desarrollo, a la modernización… son utopías inalcanzables para el ser humano. 

Reflexione. En el tiempo que ha empleado usted en leer esta opinión, han muerto unas 30 personas en el mundo a causa del hambre. No es culpa suya, lo sé. Tampoco ellos eligieron nacer en Yemen o Eritrea.

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