Puerto de Sanlúcar de Barrameda. Noticia: La pesquería de cerco del Golfo de Cádiz se ahoga: "El boquerón tuvo un precio medio de un euro el kilo"
Puerto de Sanlúcar de Barrameda. Noticia: La pesquería de cerco del Golfo de Cádiz se ahoga: "El boquerón tuvo un precio medio de un euro el kilo" MANU GARCÍA

Los puertos son puertas. De entrada y salida. De intercambio económico y cultural. Y humano, que eso es Cultura. La Cultura acerca a los pueblos, es quien los hace. La economía, tal como se entiende actualmente –la del egoísmo, de la especulación, del mal- los mata. A los pueblos y a la Cultura. La economía bien entendida, colaborativa, respetuosa, ayuda a los pueblos a acercarse y a recrecer su cultura. Por eso un poco menos beneficio para unos cuantos es mucho más para la mayoría; porque es reparto económico y mejoría cultural. Porque así los pueblos crecen en los dos sentidos. El beneficio a costa de los demás debería ser delito; pero, claro gobiernan empresarios y empresarios directores de quienes gobiernan. En los enfrentamientos empresariales siempre hay ganadores y perdedores. Vencedores y vencidos. En la cooperación todos ganan. Es la “pequeña” diferencia. Sólo los muy grandes tienen motivo para impedir el crecimiento de los demás, de la única forma posible: con competencia desleal ó abusiva ó ambas cosas, para monopolizar el mercado, haciendo que el crecimiento propio suponga la ruina y desaparición de la competencia.

Eso hacen las grandes corporaciones, grupos y bancos en su enfermiza obsesión por crecer. No se es más útil por ser más grande, de eso nos quisieron convencer nuestros enfermizos gobierno-dependientes, para justificar su obsesión por acabar con las cajas de ahorros y hacer más grandes a los grandes bancos; pero, después de las fusiones y absorciones, puede verse con claridad que no se equivocaron: nos mintieron, porque son mucho menos eficaces, pero mucho más voraces.

Pero los puertos no son grandes empresas, quizá a veces la “gran empresa” sea mantenerlos. Algunos, además, son complementarios, o se podrían complementar si pusieran voluntad. Falta de voluntad, sin sentido, es enfrentarse en vez de coordinarse. ¿Qué problema habría en que las centrales logísticas de dos puertos estuvieran en un espacio contiguo, compartiendo línea férrea? Por ejemplo. Si el Puerto de Sevilla en su momento, se negó realmente a aceptar el ofrecimiento de Majaravique, no tenía ningún derecho a molestarse porque ese espacio lo ocupe el de Huelva. Pero, por la misma regla, tampoco el de Huelva tiene derecho alguno a molestarse porque el de Sevilla se conecte con el de Sines. Cabrían otras opciones mejores que el cabreo: una, cambiarse los papeles, es decir, los destinos y elegir cada uno el más cercano en vez de cruzarse. Otra, mucho más racional y productiva, colaborar. Habrá cuestiones que un puerto no pueda cubrir, o no con tanta eficacia como el otro, por lo que podrían intercambiarse. O colaborar, intercambiarse. Es bueno recordarlo, es bueno el uso de una misma terminal, o de dos terminales vecinas. Y mucho más: experiencia, aprendizaje, logística. Cooperar, cubrir cada uno las posibles carencias o debilidades del otro, especializarse, siempre es más productivo que enfrentarse.

 Sin embargo, algo que no cuadra, es la pretensión de dragar la ría. Con los restos químicos e industriales sedimentados en el fondo, cualquier movimiento violento del agua provocará una catástrofe ecológica de grandes dimensiones. Es “curioso”: se impide el dragado del Guadalquivir, que sólo busca devolver al río su anterior profundidad, y se quiere dragar una zona salada. Qué poco “salaos” son. Eso sí que haría daño, que terminaría con la vida animal en la zona para muchos años. Sin señalar, en absoluto, cada día aumentan las dudas sobre los enemigos del dragado.

La otra gran asignatura pendiente es la de los puertos deportivos. Los puertos deportivos aportan riqueza y empleo. Difícil es dejar un barco anclado y marcharse sin tomar un refresco. O llegar y no acopiar alimentación y bebida para la travesía, grande o pequeña. Los puertos generan negocio, por tanto empleo. No es posible entender la oposición cerrada de la Administración andaluza a la instalación de puertos deportivos en el Guadalquivir. Hasta siete, que se sepa, han sido rechazados con el fútil y falsario pretexto de que “no hay necesidad de puntos de atraque”. ¿Nos toman por tontos? Un barco no es un coche, salta a la vista. Un coche se puede comprar sin contar con garaje, pero ¿Quién se aventura a comprar un barco si no hay dónde amarrarlo? No son cosas que “se dicen sin pensar”. Son cosas muy pensadas con la insana intención de hacer daño a Sevilla. Y quien hace daño a cualquier rincón de la geografía andaluza, no debería tener en la Administración ni siquiera la responsabilidad de vigilar la puerta.

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