Ayuso durante un acto del PP.
Ayuso durante un acto del PP.

Eso dice por esa boquita la señora presidenta de los madriles, la misma que sin sonrojarse goza de suficiente superficie facial para decir que "Madrid es la cuna del flamenco" y algunas otras barbaridades que escuchar no quisiéremos. Pero así es ella. Según la señora presidenta de la Comunidad, Madrid es el motor económico de España, después de haber creado más de ciento treinta y cinco mil empleos. Pero eso no es motor de nada, pues el motor es algo capaz de arrastrar un carruaje, un vehículo, de mover máquinas. En cambio la Comunidad de Madrid lo que ha hecho en todo caso, ha sido impedir la posibilidad de crecimiento del resto, seguir condenando a amplias zonas del Estado a despoblar más de lo que ya está la España vacía, porque ninguna ciudad del mundo puede tener un crecimiento vegetativo superior al cinco mil por ciento. 

Últimamente, hablar de la España vacía parece una moda y a lo mejor lo es, porque por muy vacíos que estén los pueblos de la meseta —también lo están bastantes, de ellos muchos en Andalucía— si esos pueblos decrecen en vez de crecer, es por una sola causa: la mayoría de sus habitantes se han marchado a algún lugar en busca de trabajo. Y si algunas ciudades, pongamos por caso Bilbao, Valencia, Zaragoza y Madrid más que ninguna, han aumentado su población por encima de su propia capacidad vegetativa, no ha sido porque esos habitantes le hayan caído del cielo, como un maná humano ansioso de trabajo. Esos habitantes han venido de otra ciudad, pueblo o aldea. Lo extraño es que este detalle se omita, para ocultar que la mayoría de esos pueblos de la “España vacía” viven y trabajan ahora en otra ciudad, casualmente Madrid. Para que unos crezcan de forma exponencial otros tienen que decrecer de la misma forma, pero al revés. Y ¡qué casualidad! no hay adjetivo para el decrecimiento. 

Lo grave, lo vergonzoso y lamentable, es que la pérdida de habitantes en las poblaciones suministradoras ha sido necesario, porque en las ciudades receptoras, en especial Bilbao, Madrid, Málaga, Valencia y Zaragoza, faltaba personal para mantener en marcha la industria concentrada en ellas. Ya puede verse: la fiebre por el crecimiento obliga a dejar vacíos numerosos pueblos y ciudades, obligados a emigrar.

¿No hubiera sido mejor repartir esa industria para evitar ese crecimiento de unos a costa de la pérdida de habitantes de otros, en ambos casos desorbitado? Pues hágase el análisis y seguro que el aumento de habitantes en las ciudades beneficiadas con inmigración coincide casi de forma milimétrica con el de los perdidos a causa de la emigración. Y Madrid es la primera, favorecida por todos los gobiernos desde que a Felipe II se le ocurrió instalarse en "un lugar tranquilo y aislado". Siempre ha habido favoritismo con Madrid, que en eso y no en su situación geográfica reside el centralismo. Evitemos referirnos aquí al funcionariado porque la capitalidad lo requiere. Pero no es querer al Estado, al Reino de España, a la unidad de España, siempre presente en el discurso y el recurso de los políticos, sobre todo los de derecha y ultraderecha, concentrar la creación de empleo en un punto específico porque entonces pasa lo que ha pasado.

Eso no es de ahora. Hace mucho tiempo, varios siglos, que la política española, la de los gobiernos de España favorece sin recato a la ciudad de Madrid. Para empezar todos los caminos confluyen en Madrid, es vergonzoso que se tarde más en viajar de Sevilla a Granada o Málaga que en ir de cualquiera de las tres ciudades a Madrid. La gran industria, las sedes centrales, la banca, los museos, todo se ha concentrado en Madrid; mientras ¡qué casualidad! decrecía la industria andaluza en la mayor parte de los casos por trabas puestas por la Administración central, cosa más que probada, y cuando no se consigue trasladar una empresa se labora hasta hundirla, como han hecho con Abengoa y con las nacidas de sus restos. A Abengoa "se le invitó" varias veces desde el Gobierno de turno a trasladarse y no ha sido un caso único, lo mismo ocurrió con Konz Ibérica o con la Feria Arco, diseñada para Sevilla se la llevaron a Madrid después de deshacerse de Juana de Aizpuru, su creadora. Ejemplos hay para llenar un libro voluminoso.

Desde principio del siglo XIX los gobiernos estatales han desindustrializado Andalucía hasta el punto de impedir a las empresas mineras, por ejemplo, construir ferrocarriles para transportar el material y luego los construyó el propio gobierno asumiendo su coste cuando esas minas pasaban a manos de empresas de otras “regiones”, Alemania o Reino Unido. No es un caso único, lo prueba la amplia documentación conservada. El crecimiento de Madrid se ha hecho a costa de empobrecer y despoblar el resto, de forma especial Andalucía. Eso es centralismo y su actitud depredadora.

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