Los límites de Andalucía

La cultura andaluza actual es el culmen de las anteriores a las que se ha unido cuanto lo podía enriquecer

Andalucía tiene límites que la marcan, la diferencian y en esa medida la personalizan.
Andalucía tiene límites que la marcan, la diferencian y en esa medida la personalizan. MAURI BUHIGAS

Hay quienes discuten la personalidad y el derecho histórico de Andalucía, pretextando que "aquello no era Andalucía porque se llamaba Bética o se llamaba al Andalus". La excusa en busca de una razón que no les asiste viene incluso de personas bien preparadas, al menos con alguna carrera terminada. Personas para quienes la historia empezó ayer trazan una línea para diferenciar, peor aún, distanciar de la Andalucía actual épocas pasadas. Incluso dudan la licitud de reconocer la antigüedad de Andalucía sólo por existir diversos periodos. El centralismo está rompiendo España y más que límites intenta imponer limitaciones. Para empezar las palabras y los nombres responden a su etimología. Por ejemplo, la palabra 'Tartessos' se compone del prefijo ATL, cuyo significado es 'lugar del agua'. De esta forma bautizaron los griegos al que antes habían llamado 'país de Occidente'. El prefijo derivó en TART, por su mayor facilidad de pronunciación y unido a otro, SOS, que definía al mar de Jonia, formó el nombre Tartessos: 'Lugar del agua en el extremo opuesto del mar de Jonia'. 

Los romanos la llamaron Bética en referencia al río Betis, hoy Guadalquivir, o sea: continuaba haciendo referencia al agua. Tras el periodo oscuro del dominio visigodo continuó haciendo referencia al agua, porque el prefijo AND tiene el mismo significado que el de ATL. De hecho 'andalus' es la traducción literal del término 'atlante' o 'atlántida' del griego antiguo al árabe. 

El nombre, por tanto, no ha cambiado ante los distintos avatares recorridos por la comunidad, sólo se ha adaptado a la forma de hablar según la época, pero queda clara la similitud existente entre todas las etapas, puede verse continuidad en todas ellas como hemos visto en el nombre. Así ocurre también con su cultura, Andalucía no ha copiado, ha aprendido y ha enseñado, al mismo tiempo y en este caso ha añadido las novedades positivas aportadas por otros pueblos civilizados; así fueron las etapas romana o andalusí. Caso idéntico al del idioma, también parte de su cultura y fruto de la creatividad e inventiva de los andaluces de todas las épocas. Porque el idioma no fue ni impuesto ni aceptado. En la etapa de formación de los idiomas procedentes del latín, los romances castellano y andaluz eran bien distintos, pero Alfonso X adoptó el andaluz, por ser más rico y más fácil, como corresponde a un país con una cultura ya entonces milenaria.

Queda claro que la cultura andaluza actual es el culmen de las anteriores a las que se ha unido cuanto lo podía enriquecer. Solamente en la actualidad y precisamente desde la zona norte del reino de España, se ha seguido la novelería y se han incluido expresiones procedentes de otros idiomas, en especial del inglés, a pesar de contar con esas palabras ya antes de producirse la copia. En cuanto al resto de la cultura la existencia de continuidad se puede ver con claridad, por ejemplo, en la música, en la costumbre de decir las cosas con música y al mismo tiempo en la ausencia en todo momento de una música de tipo militar. Lo más 'marcial' que puede verse en la música andaluza son la flauta y el tamboril, instrumentos capaces de sobrevivir a los siglos.

En esa continuidad debe enmarcarse la anterior pertenencia a Andalucía de las actuales provincias administrativas de Badajoz y Murcia, ambas incluidas en el reino de Sevilla y con fuertes lazos, hasta el punto de haber pedido durante la República ser incluidas en la Comunidad andaluza. Lo más lamentable en todo es la negativa a reconocer su personalidad intrínseca por parte de quienes, con evidente falta de formación e información, niegan su continuidad histórica. Sin embargo en brutal inmersión en el cieno de su ignorancia utilizan la palabra España para referirse a toda la península, sin respeto a los otros dos estados insertos en el mismo territorio pero con olvido o ignorancia de lo más lamentable: la península ibérica nunca ha constituido una entidad política. Fueron territorios inconexos antes de la llegada de Roma, a partir de ese momento formaron parte del imperio o caído este quedó reducida al 'reino godo de Toledo', por tanto no gozaba de personalidad jurídica propia ni siquiera se semejaba, por lo que aquello era la península sin estado alguno en ese suelo, y por la misma razón sí que no era España. Hablar de desde cuándo se puede hablar de España da para otro artículo.

Andalucía tiene otros límites que también la marcan, la diferencian y en esa medida la personalizan. Esos límites son en realidad limitaciones. Las impuestas al ser obligada a pasar por súbdita del rey de Castilla.

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