Una fosa en Trebujena.
Una fosa en Trebujena. MANU GARCÍA

Extraña y peregrina pasión por complicar el idioma. Los políticos en general, algunos más, siguen buscando méritos para sustituir a los académicos de la lengua, no por méritos, no por conocimientos, que no es lo mismo llegar a un puesto por capacidad —aunque todos los que estén puedan no ser— que encontrarse un máster, regalo de Papá Noel. Pero si el máster se lo regalan ¿por qué no se puede auto regalar la satisfacción de utilizar el idioma a su antojo y de zarandearlo para que signifique lo que a cada currito se le ponga en su limitada masa gris? Ya antes de entrar en vigor, amenazan con derogar la ley de Memoria si ganan las próximas, una clara invitación a no ser votados. Claro, será por hacerse concordantes con su particular y personal idea de lo que significa la palabra concordia, para sustituirla por una parodia de concordia, como quien dice; ¿qué dice? A ver, a ver. Acepción 1: conformidad, unión. 2: Ajuste o convenio entre personas que entienden o litigan. 3: Instrumento jurídico autorizado en debida forma en el cual se contiene lo tratado y convenido entre las partes. 

¿Creerán pobreticos ellos, que el conformismo basta para cerrar una herida? ¿Tal vez que un simple acuerdo-convenio de aparente “buena voluntad”, sin resolver el problema de fondo, puede resolver el drama de quienes aspiran a dar sepultura a sus familiares? Es más fácil que piense en la tercera acepción: un documento para ser archivado y olvidado. Nos quiere hacer olvidadizos quien olvida que hay sensaciones imposibles de olvidar. Recordar lo que pasó ni es desquite ni revancha, mucho menos “mantener heridas abiertas”: es Justicia, eso que tampoco les gusta salvo sentencia favorable.

Justicia es reponer, es recuperar lo injustamente perdido, es respetar a quien fue o se vio obligado al exilio, es reponer los derechos de las mujeres. Es reconocer los Derechos Humanos que ya forman parte de la Constitución, continuo y permanente olvido irresponsable de la derecha hispana. ¿Querrán modificar también la Ley máxima para sacarlos de ella? Mantener la discriminación en nombre de un infausto “olvidar el pasado” es injusticia. La historia no se puede enterrar, es un error que descubre la mentira. Las heridas no se cierran cuando se niegan ni cuando se ocultan, se cierran cuando se restañan, cuando se curan. Recordar lo que pasó es lo mejor para que no vuelva a pasar. Lo saben muy bien en Alemania, en Austria. En Polonia. Conformarse con aquel resultado es legitimarlo, mucho más que justificarlo. Es cerrar en falso, impedir que los perjudicados puedan recuperar los restos de sus familiares, es negarse a hacer Justicia, es hurtar una lección a las generaciones venideras. Es reabrir todos los días esas heridas.

Quien quiere cerrar las heridas, construir un futuro en paz, quien de verdad busque una concordia cierta y duradera, no querrá ocultar, menos aún magnificar un golpe de Estado ni una dictadura. Quien pretende que aquello vuelva no quiere paz: lo exalta, como hace la ultraderecha española. No quieren paz ni descanso porque no se puede descansar en las cunetas. Si acaso quiere volver a llenar las cunetas, lamentable añoranza de quienes, sólo en el desgraciado Estado español tienen cabida, de quienes estarían fuera de la ley en cualquier Estado civilizado, de quienes ya deberían haber sido expulsados de los grupos, coaliciones e internacionales que los cobijan. Posiblemente quienes les dan cobertura en Europa no tengan toda la culpa, la derecha civilizada europea no imagina, no cree, no puede imaginar, que la española pueda ser tan retrógrada, tan egoísta y tan golpista.

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