La buena muerte.
La buena muerte.

"El día que me quede averiao, que me den un porrazo en la cabeza. Para quedarme así, prefiero no seguir viviendo". No me digas que no has escuchado en algún momento de tus días este pensamiento, normalmente en un tono bajo de confidencia. Y donde se dice un porrazo, diga una pastilla o cualquier otro medio eficaz. Lo que debe quedar claro es que se trata de una medida excepcional fruto de la voluntad propia. Ahí precisamente está la clave del asunto, en la libre y firme voluntad de la persona.

Esta máxima es muestra del acierto de la Ley Orgánica 3/2021 de 24 de marzo de regulación de la eutanasia. Una de esas normas con la que casi todo el mundo está de acuerdo. Las encuestas daban de forma constante resultados afirmativos próximos al 80%. Sólo los ortodoxos religiosos ven esta ayuda a morir en circunstancias excepcionales como una ofensa. Sin embargo, cuando se obliga a malvivir con sufrimiento insoportable, eso no ofende su moral. Sólo con excesos de compasión se puede sobrellevar la escena.

La diferencia entre cuidados paliativos y eutanasia es de grado de sufrimiento. Por sí mismas no son medidas incompatibles. La clave, repito, para eliminar dudas y contradicciones en este asunto, es respetar el principio de la libre y firme voluntad del individuo. Todo el mundo quiere vivir, a ser posible bien, en esto no hay duda. Y a la costumbre de morir, igualmente, que sea una buena muerte. Defender lo contrario es racionalmente complicado.

¿Te atreves a hablar en nombre de otro sin que te tiemblen las piernas? No todas las circunstancias son las mismas, ni todos piensan igual. Si por lo general hablar en nombre de un desconocido o desconocida, es temerario, fíjese hacerlo para decidir sobre su sufrimiento. Esta Ley reciente de regulación de la eutanasia no es una sorpresa, es consecuencia de la Recomendación del Consejo de Europa nº 1418, de Ley 41/2002 de 14 de noviembre, de autonomía del paciente, y de la Ley 2/2010 de Andalucía de 8 de abril, de dignidad de la persona.

La mayoría de los representantes políticos, personas con formación académica, tampoco se oponen a esta ley. Los que adoptan esa oposición de difícil asiento lo hacen por esa tozudez moral o quizás por disciplina de partido (qué lástima no tener voz propia en las formaciones políticas). Sus oposiciones se expresan entonces de forma esquiva. Son tímidas razones que evidencian incomodidad frente al asunto, porque obligar a personas enfermas a que sufran una larga agonía dolorosa, la verdad, no es muy racional ni humanitario, se mire como se mire. Cuando las cuestiones se debaten en planos ingrávidos, conviene acudir a los casos y testimonios de las personas a las que se dirige esta ley. Ley que viene a proteger su libre decisión, tanto si quiere tomar un camino u otro. Lo que su voluntad precise.

 

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