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Como las amapolas en el campo, los visitantes florecen en el centro histórico cada primavera atraídos por un rastro de incienso y por las puertas abiertas de los templos en unos días que durante el resto del año permanecen cerrados a cal y canto.

Me avergüenzo de los gobernantes que tenemos y hemos tenido. Siento un profundo rubor por el trato que le han dado al centro histórico y a la fuente de riqueza que representa. Su indolencia, falta de interés y nulo compromiso jamás serán olvidados.

Posiblemente a estas horas estarás pendiente del cielo, seguro que intentando extrapolar el tiempo que hace hoy al que te vas a encontrar en la próxima Semana Santa. Hoy es Miércoles de Ceniza, un día muy esperado por muchos durante todo el año y que hace bastante le quitó ese honor al Domingo de Ramos. Y es que las esperas se adelantan, quizá intentando acortar los plazos y frenar la ansiedad que se apodera de uno debido a la lejanía de las fechas que espera con toda la ilusión del mundo. Tal vez hoy pasees por el centro histórico después de varios meses sin hacerlo para acudir al besapié de la Vera Cruz y seguro que ya tienes planificados los domingos siguientes para no perderte ni uno sólo de los cultos de las hermandades jerezanas. Como las amapolas en el campo, los visitantes florecen en el centro histórico cada primavera atraídos por un rastro de incienso y por las puertas abiertas de los templos en unos días que durante el resto del año permanecen cerrados a cal y canto.

Es bueno el trasiego constante de personas, aunque sea durante cinco domingos al año. Sin duda es una oportunidad de dar a conocer el patrimonio que nos pertenece, de mostrar la realidad que tenemos en el centro histórico, de enseñar potencialidades absolutamente desperdiciadas y de concienciar el espíritu del que acude y pasea más allá de los sentimientos religiosos, artísticos o culturales que han obrado el milagro de darle efímeramente vida a la zona intramuros durante unos pocos días.

Por ello, entre beso y beso te pediría que observaras, que te percataras de cada balcón, portada, reja y piedra; que te embriagues de la belleza decadente de las calles de la zona histórica; que te des cuenta del gran potencial que esta ciudad está desperdiciando, la fuente de riqueza que está perdiendo a borbotones. Como los políticos parecen estar en un estado perennemente enajenado de conciencia respecto al patrimonio de su propia ciudad, me dirijo a ti directamente para recomendarte que seas positivo con lo que veas pese al estado general de conservación que te vas a encontrar. Intenta no usar ese “qué pena” tan recurrente en estos casos por un “qué bello es todo, aun en el estado que presenta”.

Porque el orgullo de tener algo grande no nos lo pueden quitar ni te puedes despojar de él por muchas cosas que hayas olvidado, no te hayan contado o simplemente no conozcas porque no te podías imaginar que existían; porque lo bello es bello todo el año, con la suerte y el aliciente añadido de que lo puedes patear y disfrutar siempre que quieras; y porque siempre descubrirás algo que ignorabas, convirtiendo esos paseos en el viaje más alucinante que puedas realizar, ya que conocerse a uno mismo es mucho más sugerente que conocer a los demás. Al mismo tiempo hay que ser conscientes y agradecer el hecho de que existan hermandades comprometidas con la conservación de sus templos, de la misma forma que muchos propietarios privados, muchos vecinos, se dejan su tiempo, dinero y fuerzas en restaurar y mantener sus casas pese a los impedimentos administrativos y los pocos alicientes que la administración pone durante el año a disposición de la zona.

Tiempo habrá de escribir sobre palcos y otros aspectos mejorables, pero hoy es día de hablar de besos, los que das hoy, los que darás a partir de este fin de semana y los que necesita el Jerez intramuros. Y entre beso y beso mira bien, que seguro hallarás motivos de sobra para hacer que tus visitas se extiendan por mucho más tiempo que cinco domingos al año. Besa, observa, siéntete orgullo y, sobre todo, ¡disfruta!

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