La Levedad Suprema nació entre la ternura
de un buey junto a una mula, y algunos pastorcillos
para alegrar la fiesta.
Hacia allá cabalgaron unos Reyes de oriente
a llevar por presentes todas sus pertenencias.
Melchor fruncía el ceño mucho antes de afeitarse.
Una luz con destellos encenderá su rostro
cuando inicie el camino.
Gaspar, de piel morena y gesto bien templado,
no reparó en potingues delante de su espejo
antes de abrir la ruta.
Baltasar, sin embargo, ni un solo documento.
Sus nervios por partir, y el negro camuflaje,
delatan su inocencia.
Pero Jesús,
Hijo de un carpintero y una madre soltera,
–sin libro de familia – no necesita de oro,
ni perfumes de incienso.
Al niño de María, como cualquier nacido,
un poco de cariño, y un tarrito de miel.
Calor, porque es invierno, y antes que pasar frío:
Las barbas de Melchor cubren su lecho,
potingues de Gaspar son bálsamos de piel,
y el negro bien curtido llamado Baltasar,
abriéndole el camino para emprender la huida
antes que vuelva Herodes a oscurecer la luz
“de estos días azules y este sol de la infancia”.
