¡Basta ya, joder! ¿No nos damos cuenta? ¿No lo queremos ver? ¿Qué está pasando estos días? Ojalá al buscar en estas preguntas, encontrásemos soluciones. Pero soluciones de verdad, sin miradas contaminadas por un odio cada vez más palpable. Sí, lo que hay es un monstruo llamado odio que ha crecido entre personas de un mismo país. Eso del respeto y la tolerancia son palabras que han desaparecido de nuestro panorama ¿nacional? Lo que se ha visto estos días es el tedio implantado en una sociedad que no sabe sostenerse, que se convierte en Maquiavelo para usar la violencia como el fin que justifique sus medios.
Los golpes, la sangre, los actos injustificados, los enfrentamientos a base de escupitajos de palabras que pronunciamos sin entender. Porque aquí parece que todos sabemos de todo, pero nadie conoce nada. Y sin embargo, no nos paramos a pensar, preferimos actuar o hablar sin saber a quién se puede ofender. Nos creemos las cuatro noticias que nos quieren poner, nos alimentamos de la mera información que nos quieren vender y nos hacemos eco de ella. Compartimos en redes sociales vídeos, fotos y tuits, contestamos a comentarios y escribimos en nuestro perfil, convirtiéndonos en grandes profesionales de la información. Pero de una información manipulada, vendida y parcial, que no nos abre los ojos, sino que nos habla de buenos o malos, sin dar la opción de pensar por uno mismo.
Ya sabemos que hay dos posturas irremediables, que el tema en cuestión es simple: Referéndum sí o no, independencia sí o no. O a favor, o en contra, no existe el consenso, ni la mirada limpia de gravilla que permita ver el lado racional. Sigo sin entender cómo esa cuestión puede dar lugar a la situación que estamos viviendo. De nuevo volvemos a ser la España de pandereta; más bien parece ser que nunca dejamos de serlo. En una situación donde la primera opción debería de haber sido el diálogo de ambas partes, surge ese odio ya irreparable. Con nuestra actitud, pasaremos a estar en la lista de esos países a los que nuestros padres nos dicen: “Tal y como están las cosas, no vayas ahí de viaje”.
Somos el circo (mediático) de la prensa internacional, pero el problema de este espectáculo no es solamente lo que se está creando y viviendo, es que nosotros somos los payasos, y a la vez títeres, movidos por unos titiriteros que comen palomitas mientras ven el gran show del pueblo. Somos el resultado de su ineficacia; una inaptitud que a ellos, por decirlo de forma clara, les resbala. Podemos matarnos a palos, que seguirán comiendo palomitas.
"Podemos matarnos a palos, que seguirán comiendo palomitas"
Siempre me sentí andaluza, y me encantaba ver la bandera de Andalucía en cualquier lugar, tenía ese sentimiento más asentado que con la bandera española. Sin embargo, tras estos días, me gustaría no saber nada más de banderas, ni de colores, ni de separaciones. Se han escuchado tantas barbaridades de ambos lados, que el único color que hay en las calles es el negro, autoafirmándose como el luto de una sociedad muerta, que se mira el ombligo de particular en particular, sin importar la opinión del vecino.
No obstante, lo que más duele es lo que se está haciendo con los niños. Puro adoctrinamiento desde las dos partes. Decidme, ¿acaso vosotros con su edad teníais una opinión propia sobre, por ejemplo, la Transición? Y eso que en ese caso, estaba mucho más claro, porque se partía del consenso. Pero por muy explícito que sea, a las mentes más inocentes que tenemos, les estamos cortando las alas. Basta con explicarles, no adoctrinarles. Que un niño hable de que España roba a Cataluña, o lance a los cuatro vientos: "Viva España”, con todo lo que ello supone, deriva de un proceso arraigado al que no ha llegado solo, sino que se lo han implantado. Basta de acudir con niños a manifestaciones, y repito: tanto de un lado como de otro. Basta ya, joder, que son niños, no armas de defensa.
Cuando se emiten noticias sobre diferentes guerras, atentados, políticas corruptas y desgracias en general, me imagino a una paloma blanca que llora a la vez que vuela sobre el país protagonista. Lo mismo me ocurre estos días con España, la veo volando, sin rumbo, intentando depositar con sus alas abatidas la paz y el diálogo.
No lo estamos haciendo bien, pero no solo ahora. Este es un tema que viene de mucho antes, y ya ha estallado. Es lo que pasa cuando se aprietan demasiado los tornillos. Pero repito, mientras en las calles nos peleamos por diferentes decisiones e ideas políticas, los representantes de las mismas siguen actuando de forma ineficaz. ¿No vemos que nuestras actuaciones son producto de su falta de diálogo? No seamos lo que ellos quieren que seamos, no nos convirtamos en borregos. Salgamos a la calle, sí, pero sin golpes, sin romper escaparates, sin tirar vallas, sin dejar que el nerviosismo nos coma por dentro y perdamos el control.
"Seamos el buen ejemplo que ellos, estando arriba, son incapaces de darnos"
Ojalá las ideas sean siempre expresadas y representadas, pero entendiendo que a veces, el silencio grita más que las palabras. Ojalá las calles se cubriesen de personas vestidas de blanco, abriendo sus puertas de par en par para recibir al entendimiento mutuo. Ojalá entendiésemos que la violencia da lugar a más violencia. Ojalá les hiciésemos entender, que se necesita hablar para acordar algo, y no discutir, ni imponer. ¿Qué más da lo que opines? Tu palabra no tiene valor si la combates a golpes. Seamos el buen ejemplo que ellos, estando arriba, son incapaces de darnos.
Me gustaría dejarles la canción Necesito un país, de Marwan.
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