El barracón de las mujeres malas

Cuántas veces habrá que recordar que la violencia es un asunto de poder y del Poder

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

Prisioneras de Ravensbrück. MUSICANDTHEHOLOCAUST
Prisioneras de Ravensbrück. MUSICANDTHEHOLOCAUST

Ravensbrück fue uno de los últimos campos de concentración en ser desmantelados en la Alemania nazi. Tuvo actividad hasta 1945 y por él pasaron unas 130.000 prisioneras. Todas mujeres. La traducción del nombre de aquel infierno en la tierra viene a ser algo así como “puente de los cuervos”. Ya que aquel horror me pilla bastante lejano, en tiempo y geografía, me permito situar esos cuervos junto a la ‘Milana bonita’ de Azarías en Los santos inocentes. Hay demasiadas similitudes entre pájaros y pajarracos, además del negro de sus plumas. También tienen en común la oscuridad de las almas de nuestros señoritos españoles de los sesenta y de aquellos führeren fascistas.

Resulta que a Ravensbrück es donde iban a parar las mujeres que serían sometidas a la explotación sexual o a la experimentación más abyecta por parte del régimen nazi. Les tatuaban en el pecho ‘feld hure’ —literalmente ‘putas de campo’— junto al triángulo negro invertido reservado para marcar a prostitutas y lesbianas. Esta tremenda historia es digna de una novela histórica de las que tanto suelo aborrecer, más por el subgénero en sí que por las tramas, si he de ser sincera. Se debió dar cuenta de ello la autora que durante cuatro años estuvo investigando el caso para acabar haciendo cristalizar sus pesquisas en un libro. O puede que en dos. El otro día, la web de La Sexta refería la publicación de la novela El barracón de las mujeres (Espasa-Planeta, 2024), e invitaba a comprar una obra que, al parecer, arroja luz sobre historias desconocidas. Ya que, como sostiene la propia autora, Ravensbrück es el campo tabú, el campo del que nunca se habla. Hasta ahí todo más o menos dentro de la rutina impostada de costumbre.

El problema es que Ravensbrück dejó de ser tabú un poco antes y parece que ella no lo recuerda. Concretamente, en 2022, año en el que la misma autora publicó la novela Putas de campo con la editorial independiente Molinos y Gigantes. Al frente de este pequeño negocio hay una editora que —permítaseme la joda del símil quijotesco— ha puesto molinos a batallar contra auténticos gigantes. El conglomerado editorial por excelencia de nuestro país, que no ha tenido apuros en engullir a todo aquel sello más o menos decente que iba encontrando para convertirlos en pozos de bazofia, saca ahora bajo otro título una novela ya publicada antes y no apoquina un duro por los derechos. El gigante que cree que puede tomar lo que le apetezca con solo proponérselo y sin rendir cuentas, pisoteando y degradando, como las guardianas de las SS que custodiaban aquel barracón infame. Como la Señora Marquesa de Delibes, que colocaba al mismo nivel a los puercos que a los zagales de sus jornaleros. Como la presidenta del Banco Santander, Ana Patricia Botín, que se queja amargamente —y en la misma cadena de televisión, que también es de Planeta— de que los impuestos a la banca en España son abusivos, mientras vuelve a batir su récord de beneficios, con más de 11.000 millones de euros de ganancias en su Louis Vuitton. Como las madres malas del primer pasodoble de cuartos de la comparsa de Martínez Ares, que hacen la vida imposible a quienes las cuidan y maltratan a sus hijas sin pudor. Cuántas veces habrá que recordar que la violencia es un asunto de poder y del Poder. Qué cantidad de malas mujeres se nos han juntado en el mismo espacio. En el barracón a este lado del Planeta. 

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