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El Ayuntamiento ha sido y es el problema de la ciudad porque así lleva siendo, al menos, desde hace 20 años.

Acabamos de entrar en el año que marca la mayoría de edad del siglo (por cierto, que esté lleno de los mejores momentos posibles para todos) y en esta ciudad parece que se va extendiendo una idea que no es ni mucho menos buena ni aconsejable, un vicio adquirido durante años y una consecuencia directa de una mala gestión municipal que poco a poco nos va mostrando su verdadero rostro: el hecho de celebrar y exigir que se reconozca lo que debería ser normal en situaciones normales. No suelo ver ni los mensajes del Rey ni los de Susana Díaz, pero este año, haciendo un ejercicio de paciencia que  no me lo creo ni yo, he visto y oído el de la alcaldesa, ese con un montaje un poco sui generis desde los Claustros de Santo Domingo. En él se dijo que el Ayuntamiento ha dejado de ser un problema para la ciudad. No dudo de las buenas intenciones de la alcaldesa al pronunciar tal frase (o sí, porque en esta ciudad, si hay algo que no es de fiar, son los políticos), pero es evidente que no es cierta y cualquiera con un mínimo de entendederas lo sabrá reconocer. Quizá hubiera quedado mejor un “hemos iniciado el camino para que el Ayuntamiento deje de ser un problema”, ello hubiera demostrado mayor acercamiento a la realidad de la ciudad, pero no fue así.

El Ayuntamiento ha sido y es el problema de la ciudad porque así lleva siendo, al menos, desde hace 20 años. Y lo que se ha transformado en un lastre (digo transformado, no convertido, porque no estamos hablando de un proceso casual) no se puede arreglar ni dar por zanjado en dos años, es materialmente imposible. Tal vez ayudaría una reflexión más profunda y mucho más cercana a lo que de verdad ha ocurrido: cuando el personal municipal acceda a sus puestos a través de oposición, en la que puedan demostrar sus méritos y capacidad a través de un sistema que permita la concurrencia en condiciones de igualdad (no estoy inventado nada: así de claro se especifica en la Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas del año 1992, o sea, una cosa nueva); cuando a través de esa responsabilidad adquirida por esos nuevos empleados se consiga un mayor cumplimiento de las leyes y normativas; cuando se dejen de hacer cacicadas ilegales y corruptas, como la construcción de un complejo comercial declarado ilegal que ha hecho un daño terrible al comercio del centro; cuando tengamos una clase política de un mínimo nivel y con una mínima ética que sepa entender la responsabilidad que asume, sólo entonces el Ayuntamiento comenzará a dejar de ser un problema para la propia ciudad, hecho este que convendremos que se encuentra en un horizonte por desgracia bastante lejano.

Claro que contribuye el hecho de convocar oposiciones después de 30 años, pero se tendrán que realizar veinte procesos como este para conseguir renovar un personal falto de capacidad y sobrado de compadreo (esto no le gustará nada a los familiares de esas personas puestas a dedo en su día en el lugar que ocupan, pero la verdad duele). Lo que en ningún caso se puede pedir es que se reconozca y se agradezca lo que es un proceso normal en el seno de la administración, al igual que no se puede estar reconociendo continuamente que se renueve la flota de autobuses o se arreglen los desperfectos de las aceras, aunque está claro que nadie lo había afrontado antes. Tomemos lo normal como normal y tendremos un Ayuntamiento y una ciudad normal; intentemos transformar la normalidad en algo extraordinario y esa normalidad se encontrará cada vez más lejos de nuestro alcance, por muchas cosas normales que se hagan. 

Respecto al centro histórico, el año que se ha ido pasará a la historia porque por fin se han acometido las obras de la plaza Belén. Eso, por qué no reconocerlo, sí que supone algo extraordinario, ya que denota cierto cambio de tendencia y una vuelta de la mirada administrativa local hacia un centro histórico que, cada vez más, toma más importancia en la conciencia ciudadana. Con bastante éxito han contribuido a ello también las dos manifestaciones convocadas por la salvación de la zona histórica, el ciclo de conferencias La Ruina del Mes realizado íntegramente por reconocidos investigadores de la ciudad, la actividad de entidades como la peña Buena Gente o el compromiso de otros agentes del barrio, como Fundador o la Hermandad del Desconsuelo. Incluso el propio Consistorio nos ha dado la sorpresa programando el festival Mujeres de Intramuros en San Mateo, iniciativas todas ellas de las que estábamos muy necesitadas y que deben continuar en tanto en cuanto no se consiga sacar de la UCI al centro histórico de Jerez, que hace poco estaba sumido en la oscuridad de un túnel interminable y que ahora, al menos, comienza a vislumbrar una tenue luz de esperanza.

"El año que se ha ido pasará a la historia porque por fin se han acometido las obras de la plaza Belén"

Con la obra de la plaza Belén se ha conseguido lo que llevábamos años reclamando: empezar, posiblemente el paso más complicado de dar. Ahora el sentido de la reivindicación debe cambiar, ahora hay que seguir lo comenzado, poco a poco, con paciencia y siendo conscientes del largo proceso que supone la revitalización de un centro histórico como el de Jerez, pero sin parar hasta conseguirlo, siempre bajo las premisas de la convivencia, la sostenibilidad y el respeto entre actividades para no caer en los mismos errores de esas ciudades gentrificadas, aunque hasta ahora no se haya seguido el camino correcto en este sentido.

Posiblemente la balanza nos de más hechos negativos que positivos a la hora de realizar la valoración de 2017 a la hora de hablar del centro histórico (no nos podemos olvidar de las ZAS y las esperpénticas, vergonzosas y lamentables imágenes que contemplamos entre los meses de julio y agosto), pero quiero ser optimista y quedarme con lo positivo, que es también en el sentido en el que hay que tomarse las críticas cuando se realizan. En este año preelectoral se realizarán promesas imposibles y se comenzarán obras esperadas, ese es el previsible papel del político. Corresponderá a los ciudadanos el tener la suficiente anchura de miras y ética para discernir entre lo verdadero y lo falso, esa es su responsabilidad, máxime teniendo en cuenta que de lo que ocurra en este año que acaba de nacer, dependerán gran parte de los resultados de ese mayo de 2019 que cada vez muchos miran con menos descaro.

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