'Arboricidio' en La Constancia

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Tengo en mi mente el recuerdo imperecedero de cuando llegué a la calle Manolete de La Constancia por primera vez en el verano del 57, concretamente en septiembre. La barriada, todavía con muchas viviendas vacías, estaba regada en su totalidad de tablones de maderas ennegrecidos. Un olor a madera quemada impregnaba cada esquina y cada calle. El incendio del día 9 ocurrido en un almacén de madera sito al lado de los inmensos bidones de carburantes, estuvo a punto de hacer desaparecer la zona. Millones de litros de gasolina almacenados, justo donde hoy se encuentra la gasolinera y el parque de bomberos, estuvieron en inminente peligro de explosionar. Si hubiera ocurrido se habría quedado grabado en el inconsciente colectivo de la ciudadanía. Gracias a los esfuerzos de todos, bomberos y ciudadanos, se evitó la tragedia y hoy en día pocos saben que aquello ocurrió.

Al lado de aquella imagen de madera quemada,  surgía por todas las calles una madera joven que se abría camino en  las calles vacías. Eran los árboles recién plantados, de troncos cimbreantes con el levante, cargados de brotes nuevos que anunciaban y prometían un futuro de sombra para los vecinos que estaban por llegar. Cincuenta y siete años después, en La Constancia, vuelve a reinar la misma escasez de sombra. Medio siglo de vivencias, de historias, de gritos de niños jugando, de vecinos saludándose en sus calles grabados en sus ramas, se los han llevado las motosierras modernas y la insensatez humana.

Un árbol es un ser vivo, que nace, crece, se reproduce y muere. Como tal merece un respeto, un cuidado, unas atenciones y si se quiere hasta un abrazo de vez en cuando. Es todo menos  un adorno en una calle que se retira cuando molesta. El hecho de que una rama se haya desprendido y herido a una persona en mi calle,  no justifica el arboricidio que se ha practicado. Es tan absurdo como si un perro muerde a un niño y se acaba con el resto de los perros de Jerez. Pues eso es justo lo que se ha hecho por parte de la persona responsable de nuestro Ayuntamiento. Un despropósito se mire por donde se mire. Lo lamentable del caso es que desde la anterior legislatura se dispone del proyecto Life  Jerez+Natural, que debería inventariar a todos y cada uno de los más de 93.000 árboles que hay en Jerez. Es el padrón municipal de la masa arbórea de nuestra ciudad, puesto que cada árbol tiene una ficha con todos sus datos. Tamaño, edad, estado de conservación, ubicación, etcétera, conforman su curriculum. A estos árboles de La Constancia habrá que añadir en su ficha, el destrozo causado, que a buen seguro constará como poda, por culpa de quien no sabe llevar adelante su trabajo. 

Sería algo bucólico pensar que los árboles no molestan, no producen suciedad, no levantan aceras o no terminan por desprender ramas. Por el mismo razonamiento, sería insensato pensar que por tanto deberíamos de plantar árboles en los lugares donde no molesten. De ser así no disfrutaríamos de sus sombras, de su vista, de su paisaje urbano, de los pájaros que los pueblan, de la renovación del aire que nos regalan o del placer perdido de subirse a sus ramas. No viviría yo en una ciudad que no tuviera árboles. Esta mañana cuando pasé por mi calle en medio de un sol que lo invadía todo, eché en falta las ramas cargadas de bolitas que usábamos como piedrecitas para tirarnos unos a otros por medio de tirachinas de alambre que nos fabricábamos.

Me acordé también de los gatos que hacíamos subir a las ramas achuchando al primer perro que nos encontrábamos. También de como en las tardes de verano nos sentábamos a la sombra partiendo piñones o como rayábamos, con paciencia infinita, los huesos de los melocotones para fabricarnos unos pitos caseros. Todos esos recuerdos de una infancia feliz se  desdibujaron ante la desolación de una calle invadida de coches y sol. Nos hemos embrutecido y alejado tanto de la naturaleza que ya hasta su más digno representante urbano, el árbol, lo usamos como si fuera mobiliario urbano. Lo quitamos sin más, como si fuera la mesa de un bar, o una farola estropeada. De seguir en esta línea de actuación, si no lo remedian las próximas elecciones municipales, Jerez se quedará sin ramas en los próximos cuatro años. Aunque mi esperanza es que podemos evitarlo, usando lo que nos diferencia de los árboles, la razón y por tanto el saber que hay que cambiar las cosas.

José Abeledo, presidente de la asociación para la Defensa de la Naturaleza y el Medio Ambiente Itaca.

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