Antonio Escohotado.
Antonio Escohotado.

Le debía un artículo a Antonio Escohotado (1941-2021). No me he leído sus veintitantos libros, pero sí una decena de ellos al menos. Además, aprovechando el tirón de estos años seguía sus apariciones por internet -su venerado ‘saber universal’- o las últimas publicaciones que sacaba un poco a la carrera antes de que se le quedasen en el tintero. Antonio Escohotado, al menos para mí, representa la aventura del conocimiento y el sentido común. Merece la pena escucharlo defender la razón, porque lo tenía muy claro.

No me interesa especialmente su trabajo sobre las drogas. Pego el oído a sus planteamientos filosóficos y políticos. Quizás gracias a él, Hegel ha sido un poco más leído en España. Siguiendo su recomendación, un día me lancé a por la Fenomenología del Espíritu. En ninguna librería superaba el de Stuttgart los cuatro títulos. En cambio, de mi estimado Nietzsche (resalto el determinante posesivo porque para mi Nietzsche no era tan subversivo) había más de lo necesario, sobrepasando un estante completo. El librero me respondía con los brazos abiertos: ‘Hombre, Hegel está en horas bajas’. En cambio en la obra de Escohotado, Hegel y Sócrates ocupan un lugar destacado. Es por la fidelidad a la razón, ese instrumento común que ayuda a tener una vida mejor. Quizás gracias al sopapo que le dio a Antonio Baños en una entrevista de 2019, algunos comprendieron el sinsentido de esos cantos del paraíso perdido de la vida amplia anticapitalista… ‘Ah, ¿Entonces propones una cosa muy difícil a los demás?’ zanjaba Escohotado.

A veces sus digresiones eruditas parecen perderse en ideas demasiados abstractas, no sin una imagen o ironía deslumbrante. O la acumulación de testimonios se hace alborotada como en los Enemigos del comercio, que empezó siendo sobre los Enemigos de la propiedad. En otras, se percibía una crítica algo sesgada, demasiado personal o actual, como con Benjamin, Orfeo o la Edad Media. Son en todo caso impurezas de la claridad de ideas. Él se reía de sí mismo, ya fuera para calificarse como un loco o como repelente niño Vicente. Hubiera estado bien ver a aquel hippie en la comuna leyendo a Hegel…

Cuando nos enfrentamos con alguien fuerte, y sentimos el ímpetu de refutarlo pero no podemos, acabamos recurriendo a las críticas formales, que son las únicas que nos quedan y por entero secundarias. Honestamente, lo que debe pervivir es lo fundamental.

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