Amor romántico

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Caminaban arrobados por los pasillos, dos corazones débiles entregados con fuerza a la adoración.

En unos días una enorme cicatriz le cruzaría el esternón dividiendo su pecho en dos. Incluso la habían informado del riesgo de no salir viva de la intervención y se preguntaba qué había hecho hasta entonces, cómo había podido perder el tiempo. Se vio a si misma con el uniforme haciendo los deberes en la trastienda de la panadería de su familia. Aprendiendo de su madre cómo ofrecer los productos a los clientes para que quien iba sólo por una hogaza se llevara unas pastas para el café. Ni siquiera tenía un grupo de amigas, sólo la tienda había sido su espacio de socialización. Para quedar marcada o morirse antes de haber conocido el amor.

Claro que siempre procuraba ser simpática con aquellos que le gustaban, pero nunca había sabido dar el paso, ofrecerse disponible. Un poco más de atrevimiento la hubieran salvado, pero con su madre siempre allí, haciendo guardia como un carabinero qué más habría podido hacer. ¿Y ahora dónde estaba? No vendría hasta el día de la operación, para cuidarla, porque no se atrevía a dejar el negocio en manos de sus hijos.

Decidió que no cabía en ella más resignación que o se lanzaba al amor en el mismo hospital o que después sería demasiado tarde. Era difícil, la mayoría tenían esposas o novias que no se separaban de sus camas. Sólo había uno disponible, tenía más de 40, ella 19, y una madre enlutada que tejía sin parar cada vez que iba a visitarlo. A él ya lo habían operado, con la chaqueta de pijama abierta exhibía la enorme cicatriz como si hubiera vuelto de la guerra mientras que ella se avergonzaría de aquella tara toda su vida. Era delgado y cabezón, con la frente cubierta por un flequillo pelirrojo veteado por las canas. Ella lo hizo sentirse un galán, rondándolo para aparecer cada vez que faltaba su madre. En 24 horas se enamoró perdidamente y hacía planes para ir a verlo a su pueblo. Sebastián sonreía, por fin se hacía realidad lo que le decía su mamá: "Hay muchas loquitas por ti". Caminaban arrobados por los pasillos, dos corazones débiles entregados con fuerza a la adoración. El hechizo lo rompió un médico de 34 años que se excedió a deshoras en la exploración. En un cuarto interior muy oscuro con una camilla estrecha asesinó al amor romántico.

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