El amor y los hombres

Nos mintieron con el amor romántico, las princesas, y el príncipe azul que nunca fuimos, obligándonos a interpretar el papel de los héroes que jamás dudan

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

Un momento del Orgullo en Jerez. FOTO: MANU GARCÍA.
Un momento del Orgullo en Jerez. FOTO: MANU GARCÍA.

Sigo con mi rutina de adaptación a este mundo de descubrimientos cuando ya hace un mes de mi jubilación anticipada. Andar, pensar, escuchar música, conocerme, cuidar, e intentar vencer la idea de mi inutilidad, es ahora mi actividad. Cuando camino el mundo es más volátil, inestable, y mejor. Todos son sensaciones, ideas, recuerdos, afectividades, regresos. Es habitual que llueva y las lágrimas acompañen mis paseos matutinos.

Llevo ya días pensando en cómo nos han vendido a los hombres esto de amar, de cuál ha sido la estrategia patriarcal para que además de convertirnos en inútiles, no sepamos amar.  

Que confusa y complicada es esta fase de la vida, en la que, aunque se supone hemos llegado a la madurez, emocional, sentimental, de lucidez, sin embargo, todo son dudas. Estar jubilado no es sinónimo estabilidad, hay muchas curvas, dientes de sierra y badenes. Cometo los mismos errores, sigo amando igual de mal, dudando, haciéndome, y haciendo daño, soñando, rectificando. Es como un regresar continuo a esa infancia de la que no salimos, y de nuevo tener que aprender a andar. 

Si hiciera una lista de canciones que recogieran toda mi vida, me encuentro y recuerdo “Le métèque”, y pienso que estaría en un lugar preferente de mis veinte años. Es hermosa, poderosa, necesaria. Porque todas somos apátridas, extrañas en espacios desconocidos, donde sentimos miedo y nos temen, cuando vamos al colegio por primera vez, ante un nuevo trabajo. La música y la poesía tienen la hermosa virtud de removerte las entrañas y hacer que des giros en el tiempo en un mundo de recuerdos, amores, sensibilidad.

A los hombres de mi generación no nos explicaron lo que era amar, y nos hemos perdido ese caleidoscopio de colores, luces, brillos, emociones, que mueve el mundo y hacen posible la vida. Nos dijeron que amar era poseer, y que solo era posible hacerlo desde ese lugar. Esto nos volvió inseguros, desconfiados, y exigentes. Por eso no sabemos amar si no es desde la propiedad y la correspondencia de la persona a la que pensamos amar, y eso provoca violencias y dolor.

Nos mintieron con el amor romántico, las princesas, y el príncipe azul que nunca fuimos, obligándonos a interpretar el papel de los héroes que jamás dudan, y vivimos intentando encontrar nuestra “media naranja”, ese amor que haga desaparecer nuestras inseguridades y torpezas.

Los momentos más hermosos de mi vida han sido aquellos en los no he tenido ninguna pretensión, ni necesitaba saber que otra había persona que sentía por mí. Cuidar es amar. El brillo de unos ojos en una farmacia, el recuerdo de una ausencia, una sonrisa que se pierde, la ilusión de nuestra memoria, la fragilidad de un cuerpo.

Amar es repensarte, es empatía y sororidad. No hay posibilidad de amor desde las jerarquías, y las dependencias, ni en un modelo de hombre que no entiende de cuidados. Por qué, como podemos amar si no somos capaces de exteriorizar lo que sentimos, si nos han dicho que llorar no es cosa nuestra, y andamos por la vida protegidos con esa falsa armadura de la hombría. 

Por eso necesitamos repensarnos, y deconstruir ese modelo de hombre masculino, que es el responsable de este asilamiento emocional que nos incumbe. En nuestras manos está.

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