Americanada

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Está bien que no quieras celebrar una fiesta que no sientas como tuya, pero tus hijos ya han nacido con ella. 

Las grandes cadenas de hipermercados suelen anticiparse varias semanas a cualquier evento. En octubre y con 28 grados a la sombra, empiezan a colocar los turrones. Yo cojo la tableta de Suchard y me miro los brazos, efectivamente, voy en mangas cortas. Luego me miro la barriga y suelto el turrón. En el estante de al lado, el naranja lo inunda todo: calabazas de plástico, caramelos, murciélagos serigrafiados. Halloween ya está aquí. Sí, queda un mes, pero es que hay que empezar a consumir ya. La Navidad española y esa costumbre tan americana, que estamos hartos de ver en películas, confluyen en los pasillos de un Carrefour francés. Esto parece la ONU.

Luego te informas un poquito y te enteras de que Halloween procede de una costumbre celta. El Samhain, el fin de año. Donde los ciudadanos colocaban las cabezas de sus enemigos derrotados en las puertas de sus casas. Total, que viene de una costumbre europea, que los yankis hicieron suya y nos la trajeron de nuevo. Así que, si no te informas, crees que es una americanada gorda. En cierto modo los estadounidense lo cogen todo y lo transforman a su modo de vida, y hacen creer al resto del mundo que lo han inventado ellos. Lo hemos visto tantas veces -en E.T. por ejemplo- que ya es suyo. Es una americanada, vale, por lo del truco o trato, por los disfraces, los caramelos... pero no en su raíz.

Esta mañana, en un chino, las flores del día de todos los santos se mezclaban con caretas de esqueletos y trajes de enfermera putilla. Las tradiciones nuevamente confluyen. Sean o no de aquí. Halloween es una excusa tan buena, como cualquier otra, para hacer negocio. Si gracias a él se mueve dinero en los comercios, por mí vale. Adoptamos el día de San Valentín y el de vaya usted a saber cuál más que importó El Corte Inglés. Halloween ha llegado para quedarse.

Comprendo y respeto a aquellas personas -respeto más que comprendo- que aducen que “no son costumbres españolas”, pero ¿cuál lo es? Hay costumbres más antiguas que los países y las fronteras. Y otras, tan nuevas -con nuevas quiero decir 100 años- que los que las han creado son descendientes de gente de muchas nacionalidades, mezclas de culturas. No sé, igual aquí me he liado un poco, pero que no, coño. Que las tradiciones no son de las nacionalidades o de las etnias, son de aquel que quiera adoptarlas. Siempre dentro del marco legal del país, claro. Que está bien que no quieras celebrar una fiesta que no sientas como tuya, pero tus hijos ya han nacido con ella. Estás en tu derecho de educarlos como quieras, pero no confundas religión, con tradición y con folklore. No voy a ser yo el que te diga -bueno, sí voy a ser yo- que Halloween es un juego, que si privas a un niño de un juego, se convertirá en el bicho raro del grupo. Me reafirmo en que estás en tu derecho y que respeto las convicciones de las personas. Pero, tío, ya es por cabezonería.

Está tan manido el argumento de la americanada, como lo está el de querer rebatirlo con que vas al McDonald´s y tomas Coca-Cola. Eso ya es muy antiguo. Todos sabemos que estamos invadidos. Aunque la Coca-Cola que te tomas en Jerez la hacen en San José de la Rinconada (Sevilla) y el Big-Mac te lo sirve mi prima Toñi la de Las Torres. Pasas por el aro de cualquier producto de fuera, pero si influye en tu comportamiento durante unas horas, no. Porque si sale en las películas, parece que te mantienes íntegro y fiel a ti mismo por no hacer lo que sale en el cine. Porque el español de verdad, el católico, apostólico y romano, el 31 de octubre duerme para levantarse temprano para ir al cementerio. Y si llaman a la puerta no abre. Si abre es para dejar claro que no cree en Halloween, mientras su hijo se caga en todas sus castas porque quería ir a recoger caramelos con sus amigos. Todo es una americanada, todo es una chinada, una mejicanada, una alemanada, pero la españolada de verdad es ser muy cabezón.

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