Puerto de Algeciras
Puerto de Algeciras

Sale de un miniconfinamiento no sanitario, pero confinado como en 2020. Por fin pone los pies en la calle enderezando el rumbo con determinación. Empieza por recodar la importancia de los paseos, y seguidamente, se vuelve a fijar en la ciudad. A decir verdad, desde la habitación en que ha estado recluido por unos días la veía en otra perspectiva. ¿Es Algeciras la ciudad angulosa?

Camina por una de sus avenidas o por un espacio abierto y se ve sorprendido por las líneas que proyectan unos bloques de pisos. No se había fijado antes desde ese punto de vista para advertir una intención del arquitecto. Eso le sucede a menudo en Algeciras, porque Algeciras es cemento sobre colinas. Cada colina es un barrio y cada avenida es un antiguo cauce de rio que desagua a la Bahía. Con tantas edificaciones altas y robustas juntas y tanta inclinación del plano, los ángulos se multiplican. No puede extrañar que Algeciras haya sido obra de ingenieros y de particulares. No hay un concepto urbanístico de conjunto. Los escasos servicios públicos no logran unificar tampoco al ciudadano, que debe disponer de vehículo propio, a pesar de sus dimensiones correctas para dar buenos paseos. ¿Le gusta pasear al algecireño? Se le ve por el Llano Amarillo cavilando los modestos problemas como cualquier hijo de vecino, pero aquí, en vez pasear a la sombra de unos probables plataneros de alameda, se camina con lo singular de la Bahía y por qué no, al lado de las rutilantes grúas super post que ordenan containers sin cesar.

 Si Algeciras fuese una ciudad relativista, vendría al caso Platón desaconsejando las ciudades portuarias. Sin embargo, no queda claro que Algeciras sea relativista, quizás como una vanguardista Barcelona. Algeciras geográficamente podría comparase con su opuesto, San Sebastián, que descansa en la bella armonía de una viuda rancia burguesa. Algeciras tiene la claridad sencilla de la actividad, el brío de la acción, la resolución de un bastión. Siendo ciudad tan antigua, está hecha al futuro. Las instituciones suenan distantes y el individuo, sin pesada carga chovinista, es recibido sin problemas. Individuo o familia, el resto son fuerzas estatales o comerciales de capacidades globalizadoras.

 Y ahora que el relativismo vive horas bajas porque sus líquidas ideas se evaporan con la razón del tiempo, y sus portadores se revelan agotados, vueltos contra sí mismos en ejercicios de deconstrucción, el racionalismo saca la cabeza y toma aire. Sócrates, Aristóteles y sus discípulos los pensadores de paseos (peripatéticos) recorren silenciosamente las ciudades tomando notas, observaciones, perspectivas, que aprovechen para mañana, con los ojos y los pies unificando lo que carece de orden.

Y éste que está aquí, se despide de ustedes -si es que en algún momento fueron más de uno-, al menos por un tiempo suficiente para ordenar las nuevas perspectivas.

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