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Hace unos días traté de abrir un debate en Facebook sobre el adoctrinamiento ideológico y político que sufren los niños catalanes en las escuelas e institutos. Lo hice en la página del grupo denominado Marea verde, en el que ingresé hace unos años buscando foros donde debatir y compartir ideas sobre Educación, asunto al que he dedicado toda mi vida profesional. E inicié el pretendido debate denunciando lo que pasa en Cataluña —y no solo allí—, y reivindicando el derecho de los infantes a recibir, al menos en la escuela pública, una educación laica —y por tanto libre de cualquier adoctrinamiento religioso o ideológico— que tenga como valores fundamentales el respeto a la libertad de pensamiento y el fomento de la capacidad de pensar por sí mismos y del espíritu crítico.

Pero en vez de debate y contraste de pareceres, con lo que me encontré —salvo contadas excepciones— fue con una sarta de descalificaciones personales y con el cierre final del hilo sin ninguna explicación que lo justificase. O sea, censura pura y dura al más viejo estilo estalinista. Las descalificaciones con las que trataban de atizarme y desacreditar mi propuesta son fáciles de imaginar, pues no iban más allá de la acostumbrada letanía o mantra habitual en ese sector de la izquierda que no tolera discrepancias con respecto al pensamiento único que tratan de establecer: que si facha, franquista, nacional-catolicista... y demás lugares comunes que repiten como papagayos para silenciar ante su feligresía a cualquiera que se atreva a disentir.

Yo ya sabía que la tal Marea verde, que se arroga la supuesta defensa de la escuela pública, no es más que un medio de agitación y propaganda en el ámbito de la Educación al servicio de ese sector de la izquierda radical que se ha propuesto la destrucción de nuestra democracia —el "Régimen del 78" la llaman de manera despectiva— para implantar una república a la manera cubana o bolivariana, que para ellos deben ser la panacea de todas las democracias. Una izquierda radical —de ideología comunista— que considera la Educación como un arma fundamental para implantar a fuego sus ideas totalitarias y liberticidas en el cerebro virgen de los niños y adolescentes. En este sentido es lógico que sientan fascinación por la escuela nacionalista catalana y sus eficientes métodos de adoctrinamiento. Como que es su modelo a imitar, y el que muchos profesores y maestros ya implementan en sus aulas —también aquí en Andalucía— ante la pasividad de la Inspección educativa.

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