Adelante mis valientes

La huelga del metal es un acto de rebeldía necesario ante un órgano opresor que menoscaba a personas que, el único hecho punible que se le puede imputar es luchar por defender lo suyo

Rueda ardiendo durante las protestas de la huelga del metal en Cádiz.
23 de junio de 2025 a las 09:34h

Primer lunes de verano. Cambio de estación, pero hay cosas que, por más que pasen los años, no tienen visos de cambiar.

El sector del metal vuelve a ser actualidad. Una desgracia honrosa, puesto que siempre son ellos, los que deciden erigirse como ejemplo y escuela de lo que hay que hacer ante la vulneración de derechos. Para deshonra de una mayoría expectante, inoperante y conformista.

Vuelven las mismas polémicas de siempre. Y es que, llegados a este punto, cabe replantearse la utilidad de la vía diplomática si no es para que uno lo tomen por el pito del sereno.

Ante una jauría de lobos, de nada vale poner la otra mejilla, porque los lobos, como depredadores que son, te devoran. A veces, por más que duela y por incómodo que sea, sublevarse ante el orden establecido es una necesidad cuando se juega con el pan de muchísimas familias, o lo que viene siendo lo mismo, todo lo que se ha ganado con mucho sudor y sorteando toda una colección de riesgos laborales.

Aunque sea una medida impopular, levantar barricadas y quemar cuatro contenedores, no puede ni debe calificarse de vandalismo cuando la patronal y aquellos que amasan fortunas, pisotean la la dignidad laboral del trabajador.

La huelga del metal es un acto de rebeldía necesario ante un órgano opresor que menoscaba a personas que, el único hecho punible que se le puede imputar es luchar por defender lo suyo.

Como en todo conflicto que se precie, existe una contrapartida que sufre daños colaterales que a muchos les pueden parecer injustos. En este sentido, cabe mención especial a los usuarios que se ven afectados por los molestos e inoportunos cortes de carretera. Todos nos hemos visto perjudicados por estos acontecimientos en alguna que otra ocasión. Entender la dimensión de algo tan complejo, puede conducir a un debate acalorado en el que, ambas partes acaben enfrentadas. Por tanto, es fácil y bastante recurrente acudir a aquella expresión tan manida de “la libertad de uno empieza donde termina la del otro”. Aseveración, dicho sea de paso, plagada de aristas y de una letra pequeña microscópica.

No son pocos los que piensan que no es plato de buen gusto verse enfangado en un fuego cruzado que ni la va ni le viene. Quizás ahí resida el error, en creer que lo que tengan que resolver los trabajadores del sector del metal, ni nos va ni nos viene. A decir verdad, nos va y nos viene de todas todas. Porque, aunque nos cueste verlo, son ellos, con su pie de guerra, los que están luchando por la sostenibilidad de toda la Bahía. Y cuando hablo de toda me refiero a la suya y a la mía. Dígame entonces, ¿dejamos morir lo poco que nos queda?

Por eso, aquello que aprendimos en la escuela sobre la lucha de clases, se reactualiza cada vez que un obrero lucha por lo suyo y por lo de todos.

En consecuencia, querido amigo, si alguna vez se ve afectado por un corte de carretera, inspire hondo, cuente hasta diez y sienta envidia sana. Porque si todos los trabajadores, en nuestros respectivos gremios, fuésemos igual de aguerridos y bravos que nuestros compañeros del metal, este país iría mucho mejor de lo que va ahora. No le quepa la menor duda.

En un mundo en el que se ha impostado el vivir de rodillas antes que morir de pie, mientras quede una pizca de dignidad, ahí estará el obrero del metal.

Gracias por la lectura, feliz lunes.