Como mínimo, tener a esta generación tan formada nos servirá para darles una buena acogida a los que vengan. Que somos pobres pero educados.
Hace poco han abierto una escuela de idiomas debajo de mi casa. Justo al lado hay otra. Vivo frente a la universidad y la distribución de los negocios en mi zona es la siguiente: academia de inglés, inmobiliaria, bar, academia de inglés, inmobiliaria, bar... Cuando en un artículo reciente hablaba de la proliferación de los gimnasios, jamás imaginé que estos nuevos negocios iban a dejarlos casi en pañales. Lo de las inmobiliarias tiene que ver lógicamente con las expectativas de renacimiento de un sector que ha estado de capa caída en los últimos siete u ocho años. Lo de las escuelas de idiomas entiendo que con el fomento del bilingüismo en los colegios y con la necesidad de estar cada día más formado en el mercado laboral. Así que bienvenidas sean.
Pero no dejo de preguntarme que quizá la euforia sea algo desmedida. Porque una cosa es que el sector esté en auge y otra que sea casi imposible encontrarte una calle de Jerez donde no hayan montado un negocio de estos. Supongo que cualquier ciudadano lo habrá notado en su barrio, al menos es lo que veo cuando me desplazo en coche. Solo espero que se traduzca en la práctica y tengamos a la generación que mejor se defiende en otras lenguas de la historia.
Una pena que esto ocurra precisamente —a nadie se le escapa que cuando hablamos de segundo idioma nos referimos al inglés— cuando el nuevo presidente de EEUU predica ese chovinismo tan simplista que se puede resumir en aquello de "América para los americanos". Que el tío Sam, o Trump, no nos quiera ver ni en pintura a los hispanohablantes, con lo que siempre nos han gustado a nosotros los dibujos del pato Donald. O que en el Reino Unido tampoco seamos muy bienvenidos con aquello del 'Brexit'.
Como mínimo, tener a esta generación tan formada nos servirá para darles una buena acogida a los que vengan. Que somos pobres pero educados. Os contestaremos con un sherry in y os agasajaremos con nuestros caldos tan anglófilos. Que aquí, aunque nunca ha habido tanto angloparlante, jamás faltó la señora mayor sin pajolera idea de inglés dispuesta a atenderle con una sonrisa y hablarle despacito y chillando cómo se va a tal o cual calle, en plan Paco Martínez Soria. Muchas de estas embajadoras de nuestra tierra, si alguna vez cruzaran el Canal de La Mancha o el Charco, exclamarían incrédulas en Picadilly Circus o Times Square: "Qué malaje, el gachó tiene la jié (entiéndase la hiel) reventá".
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