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No puedo escribir en estado de shock. Tampoco debo escribir triste, así que he dejado pasar unos días. Pero todo sigue igual. No se me cae de la cabeza lo ocurrido el viernes pasado en Jerez con el intento de asesinato de dos mujeres por el mero hecho de ser eso: mujeres.

Hace unas semanas hablaba yo de la desazón, del dolor tan distinto que te producen las muertes dependiendo de las distancias. Hay gente que no lo entiende, pero a mí me pasa. En eso estaba mi mente cuando venía desde El Puerto a Jerez unas horas después del hecho y veía a lo lejos el campanario de San Miguel: "Ahí al lado ha sido".

No voy a escribir ahora de porqué, del dolor, del intentar entender cómo suceden estas cosas.

Lo que quiero decir en esta columna es que estoy cansado. Me pasa en la radio. Me pasa cuando escribo: siempre que saco el tema de los asesinatos machistas de mujeres, siempre, siempre, tienen que aparecer hombres sobre todo, y alguna mujer —la mayoría de veces, suegras y madres de hombres separados— que me recuerdan que también hay hombres que sufren, que si denuncias falsas, que si bla bla bla..

Pero vamos a ver, ¿estoy yo hablando de eso acaso? ¡Estoy hablando de que matan a mujeres porque son mujeres! Otro día si quieren hablamos de las denuncias falsas, de los hombres que también son maltratados o de la violencia en las parejas homosexuales que también las hay! Pero HOY hablo de MUJERES ASESINADAS PORQUE SON ESO: MUJERES. ¿Por qué me queréis cambiar el tema? ¿por qué me mezclan churras con merinas? ¿por qué me intentan justificar los asesinatos machistas con razones como "ella se echó otra pareja y él lo veía y no lo pudo soportar"? ¿por qué se atreven a compararme a las mujeres asesinadas con el número de hombres maltratados? ¿Nos ponemos a contar ataúdes? Les digo siempre.

Pero noy hay manera. Cada vez que hablo de una mujer asesinada, que no muerta (¡el lenguaje es tan importante!) termino hablando de que los hombres también sufren. O de que hay que ver cómo soy que catalogo los asesinatos por categorías cuando todas las muertes son iguales. NO. Todas las muertes no son iguales. Serán iguales en el dolor que causan. Pero no son iguales por los motivos por los que se mata: no es lo mismo una muerte por terrorismo que por homofobia, que por un robo, que por una enfermedad o por machismo. Hay que saber y conocer la raíz para atajar la causa.

Y estoy cansado. Estoy harto, verdaderamente harto de que con sangre delante nuestra, con muerte y con violencia haya gente que pretendan invisibilizar o suavizar algo que es una tragedia y es horrible.

Es como decía un amigo el otro día: te ocurre como si hablaras de las víctimas de ETA y alguien te dijera que hay víctimas que se aprovechan de las subvenciones.

Miren ustedes: lo peor del machismo es que uno lo lleva dentro y no se da cuenta. Especialmente de los micromachismos, que yo los llevo también, porque nos los han inoculado desde pequeños a través de la educación, la familia, la religión y la política.

Y no se pueden ustedes ni imaginar lo que es para un gay tener machismo dentro, así que sé muy bien de lo que hablo.

Micromachismos que, como un virus, un día se hace grande y mata.

Pero hasta aquí llegué: estoy cansado de hablar de mujeres asesinadas y que alguien me desvíe la atención para taparme la boca y que diga lo que sus machismos internos les impiden querer oír. Hasta aquí llegué: esto no va a ser el día de la marmota. Quien intente despistarme será anulado de mis conversaciones. Aislado. Es lo que se merecen los machistas. El aislamiento. Sean machistas que maten o no, porque yo no les veo diferencia: sólo el tiempo en el que atacan a la mujer. Unos los hacen, otros lo intentan, otros simplemente, lo desean o lo piensan. Y otros no llegan a la violencia nunca: pero tienen un nexo de unión dentro: el machismo. El machismo que mata.

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