Manifestación en Córdoba en 1919.
Manifestación en Córdoba en 1919.

Posiblemente, si hace 15 años hubieran ido encuestando a los niños de los colegios de Despeñaperros para abajo, la extensa mayoría hubiera declarado que se sentían andaluces antes que españoles. Sin embargo, de efectuarse hoy esa encuesta, estoy casi seguro de que las respuestas serían bastante distintas. Ha habido pequeños cambios que han pasado desapercibidos y que son tremendamente condicionantes, aparte de que siempre ha habido una falta de información considerable. Se sabe que el 28F es importante, aunque raramente se sabe el porqué.

La última generación de niños que jugábamos con palos en lugar de móviles, en un primer momento, no contábamos con tantas alternativas de contenido audiovisual. La televisión de esta generación fue principalmente Canal Sur 2, con una programación muy bien adaptada no solo al entretenimiento, sino también a la cultura e historia andaluza. Por ejemplo, le podían dedicar dos minutos a presentar el castillo de Almodóvar del Rio entre serie y serie, por no hablar de Bandolero, adaptación animada de Curro Jiménez. No era raro escuchar a alguien decir que de mayor quería ser como Bandolero. Canal Sur hizo un gran trabajo de fondo, que quedaba afianzado con la tradicional tostada con aceite en el colegio el Día de Andalucía.

Tostada de aceite o manteca colorá, las banderas pintadas en folios, el himno que nadie se terminaba de aprender entero, interrumpir las clases y bajar al patio solo para eso y jugar un rato más, quizá una flauta… No había que ser un genio para saber que el Día de Andalucía era importante. Nadie sabía realmente el porqué, pero tampoco era algo que nos preguntáramos. Al fin y al cabo, todas las cosas tienen su día especial.

Del colegio pasamos al instituto, donde también se hacia un despliegue de medios considerable el 28F, pero nunca nos explicaron su importancia o la de la autonomía. La cosa quedaba en algunos murales sobre el campo y alguna mención a Blas Infante. Ni siquiera fue algo que viéramos en la asignatura de Historia. Cuando llegamos a segundo de Bachillerato y vimos Historia de España estas cuestiones no estaban ni en el temario ni en el libro. Quizá fuera por que ya de por sí casi nunca da tiempo a ver el tema de la Transición Democrática, por lo que hay que recortarlo como sea de cara a Selectividad, donde aparte tampoco te puedes ir por las ramas.

No fue hasta la universidad cuando nos mencionaron la trascendencia del tema, y solo fue de pasada. Tenían que explicarnos el modelo autonómico, su articulación y sus competencias económicas. Es aquí cuando se hace referencia a los artículos 143 y 151 de la constitución y sus distinciones. Llegados a este punto era imposible no hablar de Andalucía, de todas las movilizaciones por la autonomía y del referéndum. Es entonces cuando aparecen ante nuestros ojos las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977 pidiendo la autonomía, el asesinato de Caparrós, y la incesante pelea para ser considerada una región histórica y tener mayores competencias hasta que por fin se pudo votar el 28F en referéndum.

Fuera como fuese, la historia de Andalucía ha sido marcada por el dolor, sufrimiento y sangre de un pueblo. En la memoria no permanece solo la transición, el asesinato de Blas Infante y todos los esfuerzos por aquel anteproyecto de estatuto de 1933 que nunca llegó al Congreso no se olvidarán nunca. Negarnos la historicidad hubiera sido surrealista. Puede que, de todas las comunidades, Andalucía sea la que más historia condensa. Sevilla era la Nueva York del siglo XVI, concentrando la Carrera de Indias. Cádiz es la ciudad más antigua del país y una de las más antiguas de Europa, sin contar lo de las Cortes Generales y la Constitución de 1812. Cada palmo de la Alhambra parece que cuente una fábula distinta. Se trata del eco de las culturas que expulsamos pero que siguen presentes en espíritu y en la imagen de cada azulejo de un patio. Hasta en el escudo de España está presente el Reino de Granada.

 ¿Cómo nos iban a negar nuestra condición? ¿Y cómo se les ocurre ponerla en duda ahora? Nadie que no sea andaluz podrá saber nunca a ciencia cierta los problemas, las inquietudes y las necesidades de Andalucía. Qué mínimo que tener un gobierno propio con las suficientes competencias para poder actuar acorde a ello. Todas estas cuestiones deberían plantearse correctamente en los institutos junto a la tostada con aceite, para que nadie caiga en la desinformación y acabe defendiendo lo indefendible.

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