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En España son detectados 44 nuevos casos de cáncer de mama al día -entre 21.000 y 23.000 al año-, tratándose de la primera causa de mortalidad en las mujeres.

Fue cortando su larga melena poco a poco, de forma gradual. Así atenuaría el impacto que podía provocar a las dos pequeñas princesas de la casa verla un día sin pelo, aunque no sirvió de mucho. A sus hijas de 4 y 6 años les apenaba ver cómo menguaba la longitud del cabello de su madre. Una mañana se despertó y vio que perdía el pelo a borbotones. Rosalía, que entonces tenía 35 años, no lo dudó, llamó a su peluquera y ésta le afeitó la cabeza. Se negó a usar peluca porque su madre lo pasó muy mal con ella, llegaba a casa deseando desprenderse de ella. Sí, un lustro antes su madre pereció en la batalla contra el cáncer de mama, la misma que ella lleva librando desde hace tres años.

“No sabía dónde meterme, chillaba, la mesa del médico la arrastraba hacia mí y decía que no podía ser, me acordaba de los tres años tan malos que pasó mi madre”

Cuando recibió la noticia de que el bultito del pecho no era benigno, “no sabía dónde meterme, chillaba, la mesa del médico la arrastraba hacia mí y decía que no podía ser, me acordaba de los tres años tan malos que pasó mi madre”, revive Rosalía. Con 40 años Asunción notó que una de sus mamas había aumentado de tamaño. Un mes y medio más tarde la citaron para darle el diagnóstico: “Lo tenía complicaíllo, ya tenía metástasis”, cuenta y asegura que, a pesar de que su madre también padeció la enfermedad, nunca había pensado que eso le pudiera pasar a ella. Ambas, Rosalía y Asunción, son dos mujeres de las 44 a las que cada día se les diagnostica cáncer de mama -entre 21.000 y 23.000 al año- y prueba de que los antecedentes familiares de este tipo de cáncer pueden multiplicar el riesgo hasta por tres. Esta enfermedad es la primera causa de mortalidad en las mujeres en este país. Lo positivo es que mientras que el número de casos y de incidencia aumentan lentamente, la tasa de mortalidad desciende, debido sobre todo a un mejor resultado de los tratamientos y a la detección precoz

Como dicen los médicos: “El cáncer tiene un nombre y muchos apellidos”. Cada una lo ha desarrollado de forma distinta. El expediente médico de Rosalía roza lo rocambolesco: Cuatro operaciones en poco más de cuatro meses. Dada su juventud los médicos desoyeron su petición de que le quitasen el pecho para evitar riesgos: “Me decían que estaba loca”. A los 40 días de serle extirpado, debió ser intervenida, quedaban focos y, de nuevo, al mes de la segunda operación le dicen que tienen que volver a operarla, extirpar el seno y ponerle un expansor. “Yo no era yo, era una energúmena”, evoca. Para colmo rechazó el expansor y tuvo que entrar de nuevo a quirófano. Por fin, “el 22 de agosto recibí el primer ciclo de quimio, no se me va a olvidar porque el 23 fue el cumpleaños de mi hija y estaba en la cama mala como una perra”, recuerda sin poder contener la emoción. Como Sansón, perdió el pelo y la fuerza, se pasaba hasta quince días en la cama y engordó 20 kilos. Jamás le ha faltado el apoyo de sus suegros y de su marido. "Mejor no los hay", dice orgullosa.

Con una sonrisa que parece dibujada y un brillo de ojos aniñado, Asunción manifiesta su fortuna. “El doctor José Sanz me salvó la vida, tanto que me operé un 5 de enero, en cuanto hubo hueco y tengo una cuenta pendiente con él”, reconoce. Conserva tatuadas en la memoria las palabras que el médico le dirigió antes de ser operada: “Hemos hecho todo lo posible, lo demás depende de ti. Tienes que criar a esos niños”.

Cuando despertó “borracha” de la anestesia se sintió “súper bien” al palparse y ver que no tenía la teta. “Era un mal y yo quería que me lo quitaran de ahí”, afirma con vehemencia. Luego llegó a su casa, y "ahí estaba el pastel". Desde el principio ella y su marido han intentado vivir lo anormal dentro de la normalidad. Decirlo es fácil, lo difícil es transmitirle a los tuyos que no pasa nada. “Ves cómo te estás degenerando y hay días de bajón por cualquier tontería, sentimientos, angustias...”, dice sin querer entrar en detalles, entre otras razones porque esos momentos los ha “olvidado”, y asegura que es como el ave Fénix.

"He visto crecer mis pestañas, mis cejas, mi melena, pero mi madre estuvo los tres años de la enfermedad con la cabeza como la palma de la mano”

Asunción, vecina de La Barca, ha recibido durante un semestre la quimioterapia en Cádiz y es una de las campeonas que durante 30 sesiones se ha visto obligada a desplazarse hasta Algeciras para recibir ponerse el tratamiento de radioterapia. Para ella, desde el primer día una llamada de teléfono, un café con una amiga es importante... pero en sus momentos de bajón no se apoyó en nadie. “Tiraba de mí. Hoy eso lo cambiaría, no hay que aparentar ser la más fuerte”, reflexiona.

El resurgir

Una de cada cuatro mujeres operadas de cáncer de mama desarrolla un linfedema (acumulación anormal de líquido en el tejido blando debido a una obstrucción en el sistema linfático). Esto le ha sucedido a Asunción, que seis años después de un diagnóstico nada halagüeño sólo conserva esa secuela. "Eso y muchas visitas al médico", bromea. En cuanto pudo realizó todos los trámites para reconstruir sus senos después de la mastectomía con transferencia de grasa corporal en el Virgen del Rocío de Sevilla, lo tuvo claro desde que oyó hablar de esa técnica.

Rosalía, por su parte, se mantiene a la espera de la reconstrucción mamaria en el Hospital de Jerez, lleva once meses con el expansor, cuando no se aconseja tenerlo más de 6 meses. La prueba genética dio como resultado un 99% de posibilidades de que se le volviera a reproducir, así que entró de nuevo a quirófano. “Me quitaron el expansor de un pecho, me extirparon el otro, el dorsal derecho, las trompas, los ovarios. Todo sin tener la enfermedad para disminuir el riesgo", señala. Sus conocidos la ven guapa y echá pa alante, pero “todo es fachada, yo lloro todos los días, nunca voy a perder el miedo a que aparezca de nuevo”, confiesa Rosalía.

Digan lo que digan ya no son mujeres normales y corrientes como se obcecan en defender; después de todo lo superado, tampoco son dos mujeres cualquiera. La de ellas tampoco es la historia de Sansón ni del ave Fénix, porque Asunción, Rosalía y todas las que pelean contra el cáncer recuperan la fuerza y resurgen siendo de carne y hueso. La de ellas, por suerte, tampoco es la historia de sus madres porque hoy lo cuentan en primera persona: “Yo he visto crecer mis pestañas, mis cejas, mi melena, pero mi madre estuvo los tres años de la enfermedad con la cabeza como la palma de la mano”. 

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María Luisa Parra

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