Antonio Malena, que acumula más de 30 años en los escenarios, solo entiende el cante de verdad: "No puedo renunciar a mis principios".

Las apariencias suelen engañar. Uno ve a Antonio Malena, con su aspecto desenfadado y sus gafas de pasta de colores y sin cristales, sus llamativos pendientes y collares, sus vetas violetas en su frondoso cabello blanco, sus pantalones vaqueros desgastados que él mismo ha decorado con lunares y el lema ‘cante sí, flamenco no’, y no imagina que a pesar de esa planta de viejo rockero sus adentros encierren lo más rancio y ortodoxo del cante gitano andaluz. En sus entrañas chorrea un manantial donde cobra todo su significado este género musical patrimonio inmaterial de la humanidad. Este outsider del cante flamenco acaba de recibir el premio al mejor atrás del XX Festival de Jerez. Un reconocimiento que le consagra en el acompañamiento al baile. Al baile, claro está, de María del Mar Moreno. Con ella lleva compartiendo filosofía y empresa desde hace más de quince años. Jerez Puro la llamaron y con ella mantiene esa búsqueda de lo mineral en la que sigue empeñado este gitano del Pozo de la Víbora, con raíces lebrijanas y emparentado con los negros de Ronda. "Contentísimo y agradecido" por el premio, le gustaría que "significara un poquito más", estando aparejado, por ejemplo, de algún que otro recital "para que aún estuviésemos más contentos".

Antonio Moreno Carrasco (Jerez, 1961) viaja varias veces al año a París, Milán y Burdeos, donde Jerez Puro tiene escuelas itinerantes de enseñanza de baile flamenco. El de la Malena, en cambio, no puede dejar de volver la vista a su tierra, donde considera que "están vendiendo el cante un poco bajo; estaría bien que pusieran más interés en tratar mejor a los artistas, sobre todo, en el sentido económico. Se aprovechan mucho de los jóvenes, pagan muy poquito, estos se conforman y ellos sacan el evento adelante, que es lo que les importa". "Al artista que lleva una trayectoria reconocida, que hay muchos, lo tiran por los suelos. Yo soy uno de los que está un poco enfadado con los que llevan el flamenco en Jerez, pero bueno…" Él, que ha compartido escenario con Camarón, Terremoto y Fernanda de Utrera, de escuela mairenista, defiende a toda costa la libertad del artista y la dignidad de ese flamenco en extinción. "Está todo muy apagado, hace falta luz". Con tres discos a sus espaldas (el último, de 2012, un doble cedé antológico titulado Para ti mi cante… que es mi libertad) y actuaciones en escenarios de tres continentes, enciende un cigarrillo y le da un sorbo a un vermú.

—¿Es complicado llevar hoy en día cante rancio a los grandes escenarios nacionales e internacionales?

—Hoy es muy difícil. Es muy difícil mantener lo que es el cante gitano andaluz, como dice Manuel Morao, que es uno de los que nos quedan con esa mentalidad flamenca grandiosa. Ya no hay escenarios ni teatros ni nada. Lo que interesa es todo fusión, aparte de que algunos cantaores y bailaoras mantengan la base fundamental del flamenco de Jerez, caso de María del Mar (Moreno). Es una pena que se pierda ese aroma y esa solera. No quiero culpar a nadie pero está muy claro en los eventos que estamos viendo últimamente. Todo es fusión, teatro, y no se escucha ni cante, ni guitarra, ni se ve baile. Está todo un poco oscuro y hay que encender la luz. Jerez ha estado siempre encendido en el flamenco y ahora está un poco apagado.

—¿Le han ofrecido pasar por algún aro durante su carrera?

—Ah, bueno (risas). Ufff... de todo. Personalmente me han propuesto hasta hacer un disco de canciones ligeras, de canciones del verano, como yo las llamo, pero si uno se deja llevar por la parte comercial entonces ¿dónde están los sentimientos y tus vivencias, las de tu familia? Vengo de una familia cantaora, bailaora, de Lebrija, de Jerez, y yo no puedo renunciar a mis principios por mucho que me ofrezcan. Tendría capacidad para hacer lo que me viniera en gana, pero yo quiero mucho mi arte y no me sale, perjudicaría lo poquito que queda. En lo que me quede quiero luchar para mantener el flamenco de Jerez.

"La palabra flamenco está muy perturbada. Aquí nunca se ha estado para ganar dinero"

—¿A qué le suena la palabra flamenco?

—Ahora mismo me suena desvirtuada, está muy perturbada. Las casas de disco y los productores quieren ganar dinero y en el flamenco, es la verdad y he conocido a muchos cantaores desde que tengo uso de razón, nunca se ha estado para ganar dinero. A los cantaores siempre nos ha gustado más cantar que ganar dinero. Como decía Tío Borrico, estoy más contento cuando no me pagan que cuando me pagan, eso es que le gustaba más cantar que ganar dinero. Eso sí, siempre teniendo en casa un poquito pa comer, como decía él (risas). Yo he conocido todo eso y qué quieres que te diga...

—Venderse sería traicionar esos principios.

—Yo no, yo no puedo. Sería un crimen. Y es lo que hoy en día se está haciendo con el flamenco de verdad. Lo que vemos no es de verdad, es un flamenco utilizado por los medios, los productores, las casas de discos, para vender y ganar mucho dinero. Hay que respetarlo todo, y yo lo respeto, pero que no olviden que todo se está haciendo con la base del cante, el baile y la guitarra.

—¿Cuánto cuesta la libertad?

Wauuu, eso no tiene precio. La libertad no tiene precio. Yo llevo toda mi vida buscando la libertad en muchos sentidos y no creo que la encuentre. No se va a encontrar, pero hay que luchar ¿eh? En todos los sentidos.

Con siete u ocho años, Malena recuerda que su padre, "que todavía está ahí el Morao de Jerez con 87 años", paraba en un bar de su barriada, Picadueña, y cuando jugaba con los amigos al dominó o al mus le llamaba para que el niño se hiciera algún fandanguito o dos o tres letras por bulerías que canturreaba de chico. Fue algo antes de aquella mítica grabación en un episodio de Rito y geografía del cante, donde acompañado de un imberbe Moraíto al toque, Antonio canta por seguiriyas con inusual dramatismo para su corta edad. "Ahí fue —rememora— cuando rompí a cantar: en los bares, en los bautizos... Donde mi padre me llevaba entonces. Ya luego en las verbenas que había en las barriadas y tal; y después de la mano de Manuel Morao". ¿Le daba vergüenza? "Buahh, si yo te cuento... Una vez me llevó, con unos nueve o diez años, la peña de los Cernícalos a un festival en Dos Hermanas. Cantaba mi hermano Manuel, que ya él cantaba, y me fui con mi padre a escucharlo. Cuando fue a empezar el festival faltó el Nano de Jerez. El presidente de la peña habló con mi padre para que le dijera al niño que cantara. Mi padre sabía que yo no iba a querer cantar, hablaron todos conmigo y yo no quería. Me convencieron, empecé a cantar por tientos y, a la vez, estaba desmorecido llorando. Y la gente: ¡Ay que ver cómo está cantado el niño, que está llorando, qué sentimiento del niño…! Y lo que tenía el niño era que no quería cantar.

—¿Qué queda de aquel niño?

—De ese niño queda todo. La sensibilidad, la timidez, ese corte de estar por ejemplo aquí en esta entrevista, en la que paso vergüenza.

"Habría que apartar un poco todo lo virtual y ser más humanos, dialogar en todo"

—¿Sigue teniendo miedo escénico?

—En el escenario sigo exactamente igual, lo que pasa que ya es mucho el recorrido. Pero siempre, siempre que vamos a empezar el espectáculo paso por unos momentos malísimos. Lo paso mal. He cogido una forma de salir al escenario que es aguantarme sin ir al baño. Me orino y me quedo aguantando en el escenario y parece que con esa tensión me sale mejor. Es una técnica que me he buscado porque lo paso muy mal.

—A sus 55 años, ¿de qué está cansado?

—Bueno, cansado estoy de casi todo. En general, de todo, porque la vida que estamos viviendo y la que yo he vivido no ha sido fácil. Empecé muy joven a vivir una vida de casado. Me casé con 19 años, mi mujer tenía 16, y ya teníamos un niño. Entonces la vida ha sido dura y sigue siéndolo. Cansado ahora también por la sociedad. No es muy justa, el ser humano no se da cuenta de que es un ser humano. Tendríamos que pensar más en eso y apartar un poco todo lo virtual y ser más humanos, acompañarnos más, dialogar en todo, que es lo que no se suele hacer hoy en día. Y si ya hablamos de política, que no quiero hablar porque no la entiendo, está todo destruido. Es una vida muy maltratada y eso me cansa.

—¿No quiere hablar de política?

—De política ni te hablo. No entiendo pero lo que estamos viviendo es catastrófico, es lo peor que está pasando desde que tengo uso de razón, lo peor que he conocido en política. Todo este tiempo que llevamos sin gobierno es lo peor de lo peor que nos ha pasado.
—Se habla mucho de la corrupción política, ¿también existe en el flamenco?

—Te puedo decir que corrupción ha habido siempre en todo: en la política y, por supuesto, en el flamenco. Hablan de todo lo que están robando en el PP pero es que siempre han robado, todos han robado. Que no me hablen de crisis, llevo 35 años casado y sigo con la misma crisis de entonces. El no tener, a lo mejor, para una bombona, el no poder pagar la luz… No ha cambiado nada. ¿Qué crisis? Que hablen los que tengan que hablar de la crisis pero los trabajadores llevamos en la misma situación desde siempre. Y la hemos creado nosotros mismos. ¿Qué hace un humilde trabajador cogiendo un chalé durante dos meses de vacaciones si no tienes para comer? Nos hemos gastado lo que no teníamos y seguimos gastando lo que no tenemos. Una casa normal tiene hoy en días tres coches, ¿cómo te lo explicas? Yo me mantengo con mi motito y no tengo más porque no quiero más, porque tener más es tener menos. Y esa es mi forma de entender la vida.

—Usted no tiene teléfono móvil, ni usa Facebook. ¿Por qué?

—La tecnología es el lío de todos los líos, te trae problemas por todos lados. Yo estoy totalmente en contra de las redes sociales, hay muchas cosas que están pasando por los móviles. Tengo un niño de 16 años en el instituto, y como mi hijo Manuel, están todos los niños todo el santo día. Comiendo con los móviles al lado, no puedes tener una conversación con ellos porque no los sueltan. No los utilizan para algo que les vaya a favorecer, como tener un trabajo, buscar arte, diseño, lo que quieran... Están con las tonterías y por eso me mata, no quiero, no quiero.

—¿Se escucha menos hoy en día?

—Totalmente. No se escucha nada, hay menos conversación. Como decía un filósofo, las palabras están muertas. 

—Y eso le afecta también al cante...

—Eso le afecta a todo: a la convivencia, a las casas, a las reuniones familiares donde no habla nadie... Todos con los móviles. En mi casa paran doce personas adultas los domingos y no hay ni una sola conversación. Recuerdo con mis padres que en la mesa nos poníamos los seis hermanos y se hablaba de lo que se tenía que hablar, sabías lo que le pasaba a cada uno, y hoy no sabes lo que le pasa a nadie porque no hablan.

—¿No es verlo todo con demasiado pesimismo?

—(Risa seca) Me gustaría tener otra visión pero ahora lo veo todo a oscuras. Está todo apagado.

"Cantando ha habido momentos en que me he ido a otro sitio; creía que me iba a caer"

—Son tiempos oscuros como una seguiriya.

—Sí, sí, oscuro. Pero para eso está el cante, el que lo interpreta enciende la luz. La seguiriya por ejemplo es oscura, es triste, es misteriosa, pero el que la interpreta, si sabe, seguro que la enciende y le da vida y luz. Y ya no se siente como negrura ni tristeza.

—¿La crisis que sufrimos servirá para algo?

—Por una parte es buena. El dinero no es el cante, no es el baile ni es el toque. Esta crisis que tenemos, si fuéramos inteligentes, nos serviría. Queremos cantar, bailar y tocar. Simplemente eso. Y ayudarnos y que nos ayuden con lo que se pueda. Estamos aquí para eso, no para llenarnos de dinero, de casas y coches. No quiero eso. Pienso que la crisis puede ayudarnos a valorar otras cosas, por ejemplo, lo que llevamos dentro.

—¿Alguna vez ha sentido el duende?

—Es que es muy difícil. Eso que decía Antonio de la razón incorpórea es muy difícil de entender hoy en día. En sus tiempos había gente que tampoco lo entendía. Que le preguntaban y no lo asimilaban, pero hoy en día menos. Antes lo entendían cuatro y hoy uno y si lo entiende.

—¿Pero usted lo ha sentido?

—Yo no, yo no. No lo he sentido.

—¿Cuál es la experiencia más fuerte que ha tenido cantando?

—Es otra cosa. He sentido otra cosa. Cuando he cantando, en según qué momentos, me he ido a otro sitio, no he estado en el escenario, me he llenado de sentimientos, de negrura, sobre todo en la seguiriya, lo he visto todo oscuro, ha habido momentos en que veía que me iba a caer… Es otra cosa lo que he podido sentir. 
—¿Hay racismo en el flamenco?

—No, no, no lo creo. Todo eso se ha quedado atrás y más aquí en Jerez. Hace ya mucho tiempo que dejo de existir el racismo aquí en Jerez, en todos los sentidos. Aquí puede haber dos tontos que hablen por el móvil, porque en la cara no tienen valor, y puedan decir muchas tonterías pero al final esas cosas demuestran quién es persona y quién no, no quién es gitano y quién es payo. Hay que ser humano, y ya está. Cuando me preguntan si soy gitano digo que yo lo que soy es ser humano. Gitano lo soy dentro de mí porque mi madre y mi padre lo son, pero ya no hace falta llevar esa etiqueta. Perdemos el tiempo con todo lo que está ocurriendo en el mundo, con todas esas personas refugiadas que están muriendo en las pateras, y nadie se preocupa. De eso hay que preocuparse, que le pasen esas cosas a los seres humanos. Con un granito de arena de cada uno se solucionarían muchas cosas en el mundo.

—Le vi en el funeral de Agujetas y en el pleno que distinguió a Manuel Morao como Hijo Predilecto, ¿no echó en falta a mucha gente?

—Que no haya estado quien debía estar, habla de lo mismo que te estoy diciendo. El flamenco, y todo, es tan manipulado y catastrófico que ya no hay esa sensibilidad. Antes había cualquier acto y estaban todos los artistas. Eché de menos a muchas personas el otro día en lo de Morao, porque este hombre los ha sacado, y los eché de menos. Pero entiendo que todo es por lo mismo que está ocurriendo hoy en día: la desunión, la falta de comunicación y diálogo…

—¿Y los egos?

—Sí, sí, sobre todo. Y sin que se sea nada. Tienen ese sin sentido de tener ego sin ser nada. ¿De qué sale ese ego? De esos hay muchos y en todos los gremios, no solo en el flamenco.

"De todo el mundo me quedo con un poquito bueno. No tengo nada con nadie"

—¿Usted qué ha aprendido tras más de 30 años en esto del cante?

—He aprendido mucho. Me ha enseñado la vida muchísimas cosas. Era un niño de barrio que ha andado mucho camino, con muchos percances, pero con mucho sentido. He sabido tener el mango bien agarrado, y me he aprovechado muy bien de todo lo que he podido ver, vivir, y de lo que me ha ocurrido. De todo el mundo me quedo con un poquito bueno. No tengo nada con nadie. En el mundo del flamenco todos me han dado el poquito de vida que tengo.

—¿Qué futuro le espera al cante?

—Todo el futuro. Ojalá salgan personas que quieran esto y que, sobre todo, les guste. Hay personas a las que les gusta el cante de verdad, el baile y el toque. Si estas personas se mueven todo va a estar donde tiene que estar aunque ahora esté dejado de la mano. Me gustaría hacer un llamamiento a todos los artistas, cogerlos a todos y reunirnos para hablar de todo. Porque espero un futuro mucho mejor pero para eso hay que moverse.

—En el fondo, entonces, es usted optimista.

—Sí, yo sí. Tiene que ser así para mantener todo esto. Creo que lo vamos a conseguir, lo sé. Pero se necesita unión y escucharnos todos. Como Jerez se mueva en el flamenco cambia todo, porque tiene fuerza para eso. Pero hay que sentarse, creérselo y hacer esta guerra dulce juntos. Hay que luchar por algo que es nuestro.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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