Futbolista de una familia enorme
Raro era el día que Luis Soriano Gómez no llegaba a su casa, en la plaza de El Polvorista, “sudando como un pollo y sucio”. A este portuense (1944) solo le hacían falta una pelota de goma y unas alpargatas para disfrutar de su pasión. Desde muy pequeño se enganchó al fútbol, deporte que le llevó a lucir la elástica rojiblanca del Racing Club Portuense durante diez temporadas.
En su cabeza guarda toda su carrera con un nivel de detalle admirable. A sus 82 años conserva una memoria prodigiosa que le ha permitido plasmar en un libro toda su carrera. En Mi vida deportiva cuenta múltiples anécdotas como las que ha compartido con lavozdelsur.es. Sin margen de error, recuerda fechas, partidos, calificaciones y nombres de compañeros y entrenadores.
Entre ellas, su debut en la temporada del 1962-63, fichado en el primer equipo del club con 18 años recién cumplidos. “Conservo la foto del partido que publicó La Voz del Sur, la antigua. Ganamos 1-3 al Jerez en el campo de Domecq. El Puerto y Jerez se llevaban a muerte. Imagina el primer partido que yo jugaba y ganarle al Xerez, eso fue un sueño”, expresa.
En 1969 se convirtió en el primer jugador de El Puerto traspasado a un equipo de Primera División, el Málaga. Tres años después, con sus ojos, presenció la inauguración del Estadio José del Cuvillo, que dio el relevo al de Eduardo Dato, donde tantas patadas al balón había dado.
Sus pies recorren este estadio que hace unos meses estrenó nuevas estructuras tras la demolición de la cubierta de la tribuna principal. No solo el fútbol le ha dado reconocimientos, el Ayuntamiento otorgó a su familia una distinción por ser “la más larga de Andalucía”. Los Soriano son infinitos. Él es el octavo de diez hermanos y han llegado a coexistir hasta seis generaciones al mismo tiempo. “Mi madre fue trastatarabuela, llegó a conocer a su chozno, el que va detrás del tataranieto”, dice.
Respuesta. Se siente mucho. Se me han puesto los pelos de punta. Si yo hubiese puesto pega al traspaso del portuense para Málaga, este terreno no se hubiese comprado. Lo que pasa es que un directivo del portuense, Don Antonio Torres Santiago, en el autobús de vuelta de Vitoria, cuando jugamos el ascenso a segunda división, me dijo ¿tú sabes que el Málaga te quiere? Nosotros hemos llegado ya a un acuerdo en el dinero que queremos por ti, pero no pongas pega en el fichaje, porque si no va a atropellar el traspaso. A los dos días nos fuimos para Málaga, firmé, y al portuense le dieron el cheque, y con ese dinero compró este terreno. Luego el campo lo hizo José del Cuvillo, al que debe su nombre.
R. Empecé porque mi hermano el mayor, Manolo Soriano, fue jugador de fútbol también en el Portuense. Yo tenía eso de que quiere uno ser como un hermano mayor y me iba con él a todos los desplazamientos. Con siete años iba en las fardas de los futbolistas en los taxis. Y me entró ese picor en el cuerpo de verlo a él. Fue uno de los futbolistas que más años han jugado en este club. La primera vez me vestí de futbolista fue con 13 años, fue en Rota, cuando fuimos a jugar contra un colegio. Por entonces, no existían equipos de chavales ni nada, solo los de barrio. Hasta que se creó el primer equipo juvenil del Racing, en el 60 y entré. Estuve dos años, el segundo como capitán de equipo, y cuando cumplí 18 pasé al primer equipo.
R. Fue en los juveniles, en el 62, hicieron una selección gaditana, y el seleccionador, Antonio Fernández, me llevó a mí, el único de El Puerto, y jugamos en La Línea, en el campo Don Bosco, le metimos 5-0, y da la casualidad de que el primer gol lo metí yo con la pierna derecha, cuando yo soy surdo. Nos dieron 200 pesetas. Tan jovencito, tenía 17 años, y que viniera el delegado del equipo a darnos el dinero, fue una satisfacción muy grande. Ya luego me dediqué profesionalmente cuando me fichó el Portuense.
R. El que es futbolista es porque lo siente, ahí no hay sacrificio ninguno. Yo no he fumado en mi vida, si hablamos de cuidarse, yo no he bebido nunca jamás. En aquella época yo sabía que era futbolista, tenía que rendir en el campo, y me he cuidado toda mi vida.
R. En el 73, porque ya tenía yo cerca de 29 años. En aquella época, un futbolista con 30 años era viejo. Hoy en día no, tenemos el caso de Cristiano o Messi. Mi padre tenía un negocio de exportación de pescado y me metí ya en el gremio hasta que me jubilé. Yo jamás había pisado la lonja, y mira que vivíamos enfrente. Hasta que no terminé de jugar fútbol, no pisé la lonja. No tenía ni idea de lo que era, pero poco a poco, con los consejos de mi padre, de mi hermano, aprendí.
R. Fui delegado de campo en el 78, junto a Paco Ferrer, que era presidente del Racing en ese momento. Pero estuve solamente un año porque el que ha sido futbolista no puede escuchar las cosas de las reuniones. Los directivos son trabajadores de banco, de bodega, pero de fútbol sabían muy poco. Cuando iba a las reuniones y escuchaba cosas, decía, esto no es para mí. Entonces lo dejé. Escribí una carta a Paco con mi dimisión y me dijo que llevaba toda la razón del mundo. Sigo siendo socio del club, con mi hijo y mi nieto.
R. El futuro lo veo a largo plazo si viene alguien con poder adquisitivo. Porque tenemos la mala suerte de que en El Puerto la afición es muy corta. Toda la vida ha sido así. No ha habido esa afición que hay en Jerez o en Cádiz, donde siempre su equipo ha sido el mejor. El proyecto que está haciendo la directiva me parece muy bien. El Portuense tiene que llegar a Primera o Segunda RFEF, que es como si fuese una Tercera División, donde el club ha estado siempre. Pero todavía le queda un escalón bastante grande para llegar. Ojalá fuera dentro de dos o tres años y así El Puerto tendría un equipo de mayor categoría.
R. Yo veo en la televisión todos los partidos de la Primera División. Y veo que el futbolista de ahora es más embustero. Cuando le rozan, ya se tira al suelo, se pone las manos en la cabeza, mira al árbitro y se queda allí tirado. Eso en mi época no existía. El que se caía era de verdad, porque le habían dado una patada. Y mira que ahora ganan dinero.
R. Hombre, mucho menos. No hay comparación. Hoy un futbolista que juegue en Segunda División durante 10 o 12 años, ya tiene futuro si lo administra bien y tienen la cabeza bien puesta.
R. También está el tenis gracias a mi amigo Obregón, que empezó a jugar al tenis cuando se retiró y me metió el mundillo. Yo le decía que no, hasta que cogí la raqueta y me gustó. Empecé con 34 años y hasta ahora. Paré hace dos meses, pero cuando termine el calor, retomo otra vez. También he competido, fuimos campeones de Andalucía de veteranos. Soy muy competitivo, no quiero perder a nada, pero cuando termino somos todos amigos.
R. No, en aquella época, no se veía lo que se ve ahora, y lo que yo veo como aficionado. He presenciado un caso de estos. En el Polideportivo, un día fui a ver a los chiquillos de 8 años. Los padres que estaban detrás de mí, cuando le daban una patada a su hijo, se ponían de pie a insultar al otro, con 9 años. Le gritaban, pégale fuerte, dale una patada. Tuve que volverme y les dije: Son niños, por favor, te lo dice uno que ha vivido ahí. Por lo que escucho, en todos los partidos hay broncas a los niños.
R. Es un mal que hay en España y no sé si en otros países.
R. Mi hijo es profesor de Educación Física y me invitó al colegio. Les dije: lo primero es lo que estáis estudiando porque para el fútbol hay que tener también suerte. Hay futbolistas que a los 17 o 18 años se han perdido, yo conozco bastantes. Hoy en día los chavales que están jugando, con 17 años, están todavía en la calle a las cinco de la mañana haciendo mala vida. Y el fútbol, si tienes mala vida, lo paga. Lamine Yamal ha llegado. Lo difícil es que se mantenga. Cuando llegas a los 22 o 23 años con mucho dinero la vida te puede cambiar. Este chaval parece que va por el buen camino, pero otros han llegado y se han perdido por la mala vida.
