Javier Ocaña: "Un grupo de espectadores ha sido abandonado por el cine"

El jiennense, uno de los críticos y divulgadores cinematográficos más prestigiosos de España, vuelve a El Puerto para realizar un curso que resulta, por segundo año, un éxito

El crítico de cine Javier Ocaña posa, antes de la entrevista con lavozdelsur.es, en el Muñoz Seca de El Puerto.
El crítico de cine Javier Ocaña posa, antes de la entrevista con lavozdelsur.es, en el Muñoz Seca de El Puerto. MANU GARCÍA

Profesor, prescriptor, padre y acomodador

Trabaja con una pasión popular, universal e intemporal. De Chaplin a Bollywood, de Von Trier a Carmen Sevilla. Una que perdura pero en una mutación formal tan rápida que nadie sabe cómo acabará. Tuvo varias y sobrevivió. “Es el arte que reúne a todos los demás: literatura, pintura, música... Y el más colectivo. Una persona, sola, en una habitación, puede crear una obra: una novela, una canción, un cuadro… Una película es imposible que la haga una sola persona”, dice. El cine es colectividad. Aunque se disfrute en solitario, en un ordenador, crea la necesidad de compartir. Se escapan por la boca, o por los dedos, las ganas de decir, explicar lo que vimos, lo que queremos ver. Pocos lo hacen mejor en español que Javier Ocaña (Martos, Jaén, 1971).

Ahora que no quedan, es un acomodador. Pero a distancia y para muchos. Facilita el disfrute o el descubrimiento en la sala y el salón. Ha conseguido convertirse en uno de los críticos, divulgadores y profesores más reconocidos gracias a una erudición domada por la sencillez y la generosidad. Disfruta al conectar al aficionado con la técnica, la lírica, el anecdotario, la sociedad y el tiempo que rodean cada obra, a cada autor. Su firma en El País y Cinemanía es motivo de búsqueda desde que comenzó el siglo. Colabora semanalmente en el Hoy por hoy de la Cadena Ser, en La 2 de Televisión Española y mantiene una constante actividad docente en universidades de Madrid.

Acaba de ofrecer en El Puerto de Santa María el curso Aprender a ver cine. Teoría de los Géneros. En 2022 ya debutó en la plaza portuense. Éxito en taquilla. Ni una plaza libre 15 días antes. En el teatro Muñoz Seca, durante tres días combinó la palabra con más de un centenar de escenas ejemplares. En la Bahía de Cádiz mostró sin pretensiones el estilo que le ha reportado miles de lectores, espectadores, oyentes y alumnos. Tiene como premisa desacralizar el cine, quitarle pamplinas y trascendencia. Es su pasión pero compatible con otras (melómano, gran lector y futbolero, por ejemplo). Nada partidario de proponer a los niños cine por obligación.

Amante de la feliz y posible conexión entre lo popular y lo artístico. Alérgico a calificar las películas como necesarias, a pedirles valores, moralinas o maniqueísmo. Huye cuanto puede de tecnicismos y anglicismos. Logra el prodigio de la amenidad y la ligereza entre un baño de datos. Miembro del maltratado sector de andaluces con mucho humor y ninguna gana de ser gracioso, cada vez que hablaba de una película en el curso añadía la frase “por si no la habéis visto o no la recordáis”. Así fuera El Padrino. Su libro del año 2021, De Blancanieves a Kurosawa. La aventura de ver cine con los hijos (Península) es un éxito en ventas y una completa delicia —mestiza de cinefilia y relato personal— capaz de derretir el corazón del más cínico, del más crítico con la crítica.

Pese a su profesión, transmite, en su libro ‘De Blancanieves a Kurosawa’, en sus textos, en sus cursos, un intento de relativizar y desacralizar la afición, de restarle solemnidad a la cinefilia ¿Es una estrategia para transmitir mejor el amor por el cine? 
Me sale natural. En cuanto planees una táctica de vida o de educación, te va a salir mal. Creo que hay que tener una cierta intuición, alguna certeza o inquietud sobre cómo quieres llevar las cosas y luego te sale. Yo sé la importancia que tiene el cine en mi vida. Que es mucha. Pero mucha. Pero no tiene que tener esa gravedad, esa trascendencia, que a veces le queremos dar a determinadas cosas. Lo único que tiene gravedad y trascendencia en la vida es la salud. Y, si acaso, tener un trabajo para poder cumplir alguna de las inquietudes que tengas. A partir de ahí, todo tiene menos importancia. Lo dice alguien para el que el cine se ha convertido, sin saberlo, en lo profesional. Y ahí llevo 26 años ya. De ahí que con mis hijos lo haya hecho igual. Muy natural, siempre. Ellos me han visto viendo películas desde que eran muy pequeñitos. Para nosotros, en casa, una película puesta en la televisión ha sido siempre lo más natural.

¿Cuando el visionado de esas películas, o su debate, su estudio, se realiza en cursos como el de El Puerto o en su faceta universitaria trata de mantener ese mismo tono?

Doy clase cada semana a dos grupos. Son 140 alumnos en total y ellos me ven dar clase con mucha naturalidad. Con la misma con la que después del curso nos podemos tomar una caña. Hay gente en los cursos que sabe mucho. Otros saben menos. No pasa nada. Todos compartimos esa pasión por el cine. Al final, un lunes, quizás lloviendo, a las nueve de la noche, en febrero… Pues hay que querer ir a la clase. Y allí los tienes. Gente de todas las edades. Mayores y estudiantes universitarios con la misma naturalidad. Con esa actitud se puede explicar tanto una narrativa difícil, una película complejísima sobre la condición del ser humano, como la música de otra película popular.

Por escrito o de forma verbal, transmite la misma capacidad de disfrute, similares elogios o conocimientos por el considerado cine de autor que por el cine comercial o ahora ‘mainstream’.
Es que a mí me gusta el cine. No un cine determinado, de autor o como lo llamemos. Disfruto igual del Drácula de Christopher Lee que de una obra de arte y ensayo de Pasolini. Si tuviera que estar todas las noches viendo arte y ensayo, me hartaría. Si tuviera que estar todas las noches viendo Rocky o cualquier otra gran película de cine popular, que me encanta, me cansaría. Necesitaría ver algo de vanguardia. En la diversificación está el disfrute. Antes de empezar las clases siempre les hago la misma pregunta a mis alumnos: ¿qué habéis visto esta semana? Y yo, que ya les conozco, sé más o menos lo que va a ver cada uno. Al que va a ver sólo cine social europeo le digo que hay que ir a ver las otras, los blockbuster. Y al que sólo va a ver el taquillazo de turno, le digo que hay que ir a ver las otras también. Igual no todas te llaman la atención pero creo que el cine es diversidad. En el libro está desde La princesa prometida hasta John Ford, Matar a un ruiseñor o las películas del danés Dreyer que puede ser el máximo nivel de complejidad. Tan artístico es lo uno como lo otro.

"Las películas hay que valorarlas según lo que sus directores pretenden dar"

En las clases, en su libro o las críticas igual aparecen elogios y detalles de Bergman que sobre algo como ‘John Wick 4’, ejemplo de cine de acción
Es que John Wick está muy bien hecha. La cuarta no la he visto pero vi la dos y la tres, hice crítica para El País y las puse muy bien. En principio, ese tipo de cine me interesa poco pero luego voy y pienso: “¡Pero qué bien está hecho esto, madre mía!”. No es una película que pretenda que le demos vueltas al salir. Las películas hay que valorarlas según lo que sus directores pretenden dar como artistas. Pedirle complejidad a Los cazafantasmas es inútil. Es una chorrada perfecta, es pura efervescencia, espontaneidad… Igual de inútil que pedirle ligereza a Bergman. Bergman es para sufrir.

En el permanente debate sobre el estado de la afición ¿cómo es ser cinéfilo en 2023? ¿Cómo convive la pérdida de público en la sala, el fin de la liturgia con la mayor cantidad de espectadores y obras jamás conocida?
Se han perdido espectadores en la sala. Hay una importante, por desgracia, cantidad que se ha quedado en su casa a ver series. Una detrás de otra. Un capítulo y otro, y otro. Series que, algunas, están muy bien, las menos. La mayoría no te van a dejar poso, nunca. Y algunas son espantosas. Ese grupo de espectadores se ha visto abandonado por el cine en cierto sentido. Desasistido. Hay un modelo de película que casi ha desaparecido: la película comercial pero con solidez narrativa, solidez artística, temas adultos, con cierta complejidad y protagonizada por rostros conocidos, sobre todo estrellas del cine norteamericano. De ese tipo de películas, antes teníamos un par de estrenos a la semana y casi ha desaparecido. Ahora hay una al mes.

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Ocaña, durante un momento de la conversación con lavozdelsur.es.   MANU GARCÍA

Por ejemplo...
Pues una película como Air, de Ben Affleck. Un tema adulto, de actualidad, una película sólida, entretenida, con actores que conoce todo el mundo. Es una película para un tipo de público que nunca quiso ir a ver cine rumano, coreano, el cine llegado del Festival de Cannes, de Berlín porque no le interesó… Y me parece bien porque cada uno hace con su tiempo lo que quiera, faltaría más. Pero era ese público, el de Air, el que sí iba a ver El paciente inglés y esas películas que acababan en los Oscar... O no. Otro ejemplo: hace meses, pero meses, que no se estrena un buen policíaco. O una buena comedia romántica.

Como si se hubiera abandonado un espacio intermedio entre creación y evasión
Por un lado tenemos el blockbuster, el terror, las sagas, Star Wars, los superhéroes… Todo eso sigue. Y la gente sigue yendo a verlas. Y luego está el cine de autor, de vanguardia. El tipo de público que iba a verlo también sigue yendo. Pero ese espacio central, para el espectador medio que no quiere ver algo tan cultural pero tampoco el taquillazo de turno se ha quedado desasistido. Se queda en casa para disfrutar de una serie que le da algo de eso. Porque en las series sí hay algo de policíaco, algo de thriller. Narrativamente tienen el relato pero artísticamente no te acuerdas de una imagen de una serie. No te queda poso visualmente. No tiene ese poso artístico del cine.

¿El lamento por la pérdida del ritual de la sala es un ejercicio de nostalgia, de melancolía, que sólo sienten los espectadores mayores? ¿Es tan alta la edad media de los que aún van a las salas?
La media de edad de espectador en sala es bastante alta pero para un determinado tipo de película. Para otro tipo, superhéroes y demás, es muy de chavales. Lo intermedio se ha perdido. Siempre pongo el mismo ejemplo: La mano que mece la cuna de Curtis Hanson. Un director comercial pero muy sólido. Director de L.A. Confidencial, gran película, y otras. Ya murió. Nunca fue un artista. Nunca fue ni Woody Allen ni Clint Eastwood. La mano que mece la cuna es un thriller entretenido, sobre un tema que te toca, una actriz que tenía tirón, una factura correcta, todos los elementos… Ya no se hacen películas de ese tipo.

"Los críticos profesionales tenemos que demostrar que somos mejores que el simple 'me gusta' o 'no me gusta'. Cuando no lo demostremos, nos van a echar"

¿Y esa tendencia a que las películas tengan que durar más de 120 ó 180 minutos, por obligación, como si se hubiera decretado en un despacho de Hollywood bajo pena de muerte al que las haga más breves?
Parece que quieren darle a las películas carta de legitimidad, de calidad, a través del metraje. Y no es eso.

¿No es agotador el discurso que dice ‘el cine se muere’? ¿No se lleva muriendo un siglo sin hacer más que crecer o, al menos, cambiar? ¿Tenemos que dejar de llorar?
Estamos en un momento en el que la gente no deja de consumir audiovisual. Nunca se consumió tanto. Si cambia la forma, no pasa nada. Me encanta la liturgia del cine pero todo se ha individualizado. Y unos chicos, como nuestros hijos, pueden ver una obra maestra de Kurosawa en la pantalla de su ordenador, en su cuarto, a las once de la noche y flipar. Y no la van a olvidar nunca. ¿Que el ritual del cine es más hermoso en el sentido de verlo todo en compañía? Pues por supuesto. Pero cuando yo tenía 15 años no tenía la posibilidad de ver a Bergman en mi cuarto, solo, de noche. Si llego a tenerla, igual no acabo ni el Bachillerato. Esto no quita para que el cine de vanguardia o de autor, tanto el de actualidad como el histórico, esté muy de moda en las salas. El otro día fui a la Filmoteca Española -hacía tiempo ya- a ver una de Andrej Vajda, una película menor, de hecho no me gustó demasiado, pero me resultó interesante. Pues estaba la Filmoteca llena. Muy llena. Y de público de muchas edades.

Cuál es el estado de la crítica cinematográfica. Como en la información general, el deporte profesional, la oferta se ha multiplicado ¿Un crítico que se ha convertido en referencia a través de formatos clásicos se siente cómodo con esta situación, en el imperio digital?
Es otra encrucijada para los críticos que, se supone, somos profesionales, que cobramos un dinero. La crítica se ha democratizado. A cualquiera, en un canal de YouTube, aunque tenga 50 seguidores y no vaya a ganar dinero, le pueden hacer caso. En estos momentos hay cientos de personas que hacen eso en Instagram, en Tik-Tok, donde lo hagan. Lo que tenemos que demostrar los críticos que cobramos es que somos mejores. Mejores en el sentido de tener un criterio formado. Un bagaje intelectual, profesional, artístico y personal, incluso, que haga que el lector o el espectador, por el canal que sea, encuentre asideros para entender esa película. Mejores que el simple "me gusta" o "no me gusta", "esto es una mierda" y "esto no lo es". Tenemos que demostrarlo. Cuando no lo demostremos, nos van a echar. Van a prescindir de nosotros. Al mismo tiempo, esta situación se mezcla con otra encrucijada más: la crisis de la prensa. La desaparición casi total del papel y de esos periódicos de cien páginas. De ellas, 16 eran de Cultura, cuatro o cinco solo de cine todos los viernes. Eso ha desaparecido, por desgracia. Llevo 20 años escribiendo críticas todos los viernes en El País. No he fallado uno solo. Ni en vacaciones, que las dejo adelantadas. Hubo años que hice cuatro críticas a la semana. Luego fueron tres. Luego, un tiempo, dos. Y ahora me tengo que conformar con una.

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Retrato del crítico de cine.   MANU GARCÍA

¿Las revistas aguantan? ¿Ofrecen el vínculo de la pertenencia o del coleccionismo al lector?
Aguantan mejor. Si siguen ahí es porque se gana dinero. Cinemanía sigue, Fotogramas sigue… Pero cuidado, están aguantando gracias a la generación que ya antes, hace más de veinte años, compraba revistas. Yo le dejo a mi hija, de 16 años, una revista y... Un caso real: el otro día, por circunstancias, tenía en casa una y le dije que le echara un ojo: no sabe. El concepto de primero un ojeo, un hojeo, y luego con calma leo lo que me ha llamado la atención… Nada. El móvil lo manejan que lo flipas, con una naturalidad, una velocidad, sorprendentes. Es una generación que ha nacido con lo digital pero no sabe manejarse bien con el papel, no sabe cómo. En la crítica cinematográfica hay gente que está haciendo cosas muy interesantes en YouTube. El ejemplo perfecto es Alejandro G. Calvo, que tiene mogollón de seguidores. Tiene bagaje y criterio. Luego, lo del vídeo, también lo hace bien pero no es un jovenzuelo que hace bien la imagen pero ha visto cuatro películas. Alejandro no es de los que ha visto cuatro películas. Los de crítica en formato tradicional algo tendremos cuando seguimos ahí. Tengo la suerte de que no me ha faltado el trabajo y he diversificado mucho. En los jueves, en el Hoy por hoy con Angels Barceló en la Ser, es una crítica distinta, una conversación, diferente a los textos en El País o Cinemanía. En Historia de Nuestro Cine en La 2 es debate, análisis, con otro ritmo, con otro lenguaje quizás…

El éxito que consiguió con ‘La aventura de ver cine con los hijos’, va por la cuarta edición, se une a buenas cifras de ventas en libros de cine en los últimos años. Garci, FilmAffinity, Alejandro G. Calvo y Pedro Vallín son ejemplos ¿La estantería de cine en las librerías es cada vez más grande?
Algunos que hemos hecho libros de cine en los últimos años hemos vendido. Más de lo que esperaban las editoriales. Seguro que la editorial de Alejandro, que esperaba vender mucho, no esperaba tanto. Porque ha sido un boom. Mi editorial no pensaba vender tanto como ha vendido conmigo, aunque es un nivel inferior al de otros. Vallín, la guía de FilmAffinity… Son formatos distintos. La guía es muy visual, historia del cine, el de Alejandro o el mío están más compartimentados, textos independientes. Yo quería hacer algo que corriera y no una guía pedagógica para decirle a nadie que tiene que ver estas tantas películas con los niños. No quería eso. Quería hacer una crónica personal, de dentro, que al mismo tiempo fuera un análisis artístico y cinematográfico.

¿Al público le falta aprender a ordenar tanta oferta, tanta posibilidad?
¡Es que ahora que hay tanto producto, incluso en el sentido más barriobajero del término! Una decena de plataformas digitales, más el cine en sala, más la televisión convencional, más el DVD, justo ahora es cuando los críticos podemos hacer más de embudo, para separar lo que es una cagada de lo que merece la pena o de lo que no te quieres perder. Piensa en nuestra generación (nacido en 1971), en los que hicimos COU a finales de los 80, por ejemplo. ¿Cuántos veían cine más allá del comercial en una clase de 35 alumnos? Puede que tres o cuatro. ¿Cuántos leían con naturalidad todas las noches? Tres o cuatro. Ahora decimos que los chicos no ven determinado cine. O que no leen. Pues creo que sí los hay, que deben de ser los mismos tres o cuatro por clase. Ni más ni menos que antes. ¿Quién grababa entonces en La 2 una película en versión original subtitulada? Uno o dos. Los mismos.

¿Hay más cine clásico o de autor en las televisiones públicas? ¿O es una percepción equivocada?
Puede ser. Con el ascenso de las plataformas digitales, donde está todo, espacios como Días de Cine Clásico en La 2 o el segundo canal de Andalucía, si tienen un buen programador, que tiene idea, encuentran un camino por el que tirar. Puedes hacer algo popular y, al mismo tiempo, cultural. A mí esa mezcla entre popular y cultural me encanta. Alcanzar la cultura a través de lo popular, que lo popular tenga algo de cultural. Mi trabajo perfecto ahora sería que me dijeran que me voy a encargar de programar en un canal de televisión. Me encantaría. Salirme un poco de lo obvio. Hay gente que lo hace muy bien pero programar Qué bello es vivir en Navidad es obvio. Hay otras diez o doce películas de Navidad maravillosas que no se programan tanto y yo sí las conozco. Ahí es donde me encantaría presentarlas.

Sobre el autor:

Afot

José Landi

Nacido en Cádiz, en 1968. Inicia su trayectoria en 1990. Columnista, editorialista, redactor, colaborador, corresponsal o jefe de área en 'El Periódico de la Bahía de Cádiz', 'Cádiz Información', 'Marca', 'El Mundo' y 'La Voz de Cádiz'. Ha colaborado en magacines o integrado tertulias de Canal Sur Radio, Cadena SER, Canal Sur Televisión, Onda Cero y COPE. Premio Paco Navarro de la Asociación de la Prensa de Cádiz en 1997 y 2012 (a título colectivo). Premio Andalucía 2008 a la mejor labor en internet (colectivo). Ganador del I Premio de Relatos Café de Levante. Autor de la obra de autoficción ("no sabía que existiera ese género", dice) 'Ya vendrán tiempos peores' (Editorial Cazador, 2016). Puso en marcha el proyecto de periodismo gastronómico 'Gurmé Cádiz' y mantuvo durante diez años blog como 'El Obélix de San Félix' y 'L'Obeli'. Forma parte del equipo que realiza el 'podcast' de divagación cinematográfica 'A mitad de sala'.

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