Dos décadas restaurando lo estropeado
En la calle Clavel número 12, pero también un poco antes de llegar, huele a disolventes, a pintura y a un montón de productos más, propios del oficio que Tito Herrera Picazo (Jerez, 1969) ejerce desde hace más de 20 años. Si uno pasa por esa emblemática calle, se encuentra con el negocio de Tito. Quien mire para el local puede asustarse del teórico caos —inexistente para este artesano, porque sabe muy bien dónde está cada cosa— o extasiarse por completo. No en vano, a la vista hay muebles por reparar, sillas, imágenes, marcos. De todo. Un paisaje de herramientas, de antigüedades y curiosidades que hacen de este rincón un lugar especial y casi novelesco.
Lo que pasa es que la palabra restaurante o restaurador, dicen, es dar de comer al que no tiene. Yo no lo he verificado, pero es una de las versiones. De modo que de un tiempo a esta parte ha vuelto la palabra restaurador a la hostelería. También es verdad que comparar la hostelería con la restauración...
Esa palabra está tapando a nuestro oficio de restauración, por eso hay que ponerle la coletilla de restauración de bellas artes, de muebles, para que la gente no se confunda. Pero tampoco va a estar uno todo el día matizando eso.
"Como mejor se aprende a restaurar es teniendo el objeto en las manos"
Para que nos entendamos, el epígrafe es "restaurador de obras de arte, cacharros antiguos y auxiliares". Después está, dentro de la restauración en sí, la restauración de pinturas, restaurador de maderas, cerámica. Pero como presentación es restaurador de antigüedades.
Menos la pintura. Es decir, el óleo. La obra pictórica. Eso son especialidades. Por eso, cuando me dicen: "tú eres un artista". Yo contesto que no, que yo lo que soy es un atrevido. Intento hacerlo todo, menos lo que te he dicho antes. Digo a mis clientes que se lo puedo dejar igual o mejor, peor no. Ya me encargaré yo de aprender, que es el fundamento de todos nosotros. Todos tenemos que aprender a diario. Sobre la marcha quiero aprender, por eso soy atrevido. Y desde luego, como mejor se aprende es teniendo el objeto a restaurar en las manos. A mí no me sirve eso de: voy a aprender a hacer esto por si me llega el momento.
Este no es un oficio para andar con prisas. Hay cosas que sí puedes hacerlas con cierta agilidad, como sillas, imágenes sencillas o el típico Niño Jesús que viene con el dedo roto. Eso lo puedes entremeter con otras cosas más gordas que estés haciendo. Ahí tengo una cómoda que lleva mucho más tiempo. Ten en cuenta que el que restaura muebles tiene que saber carpintería, ebanistería, terminación. Hay que conseguir el objetivo de montar la pieza de nuevo ya restaurada. Y eso incluye añadir, embutir... Todo lo que el mueble te vaya pidiendo. También supone, en el caso de que los tenga, limpieza de metales.
"Este no es un oficio para andar con prisas. Hay que conseguir el objetivo de montar la pieza de nuevo ya restaurada"
Muchas veces. Generalmente con todo. Aquí pasa como con las muelas: vas al dentista cuando ya no puedes más. Aquí cuando la pieza está súper estropeada es cuando te la traen. ¿Qué pasa? Que una silla se menea. Bueno, vamos a esperar. Se cae un trocito, venga, guárdalo ahí. Pero no se dan cuenta de que para arreglar esa silla, pegar ese trocito, hay que desmontar la silla, lijar y empezar de cero. Te digo esto sobre todo por los precios.
"Chiquillo, 30 euros por pegar la silla", me dicen. Y yo le digo: no son 30 por pegar, hay que hacer todo lo que te he dicho antes. Porque además, una vez que se desmonta estropeas la terminación y hay que dejarla como estaba. Que sí, que todos queremos las cosas baratas. Pero hoy no se cobra solo lo que se hace, sino el tiempo que llevar hacerlo.
"Hoy no se cobra solo lo que se hace, sino el tiempo que lleva hacerlo"
(Se ríe) ¡Cientos de millones! Yo lo sé, pero cada uno que se defienda como pueda. A mí me da igual.
¿Qué le voy a hacer? Además, muchos son amigos. Si ellos tienen la conciencia de hacerlo... Yo no la tengo, desde luego. Yo estoy de alta desde el primer momento y tengo mis títulos para ejercer este oficio y abrirme el camino.
Es muy curioso, porque te entra una silla y, de momento, te entran cuatro más. Te traen un Niño Jesús o una virgen, o un espejo, y al poco te empiezan a llegar una detrás de otra, parece que se atraen. Eso suele ocurrir. Y últimamente me traen muebles antiguos para que los modernice. Quieren el blanco roto, el desgaste, la pátina. Quieren que les meta luz, que les ponga papel pintado. Es la moda.
El otro día, precisamente, dije que no a una pintura. El lienzo no estaba rajado, estaba pasado, que es muy diferente. Se lo enseñé a los que sabían, porque en este caso, fíjate lo que te estoy diciendo, no me atrevía. La pintura me da mucho respeto. El tema de los tonos, los enganches... Hay que unirlos, emplastecer la tela, buscar el dibujo. Eso es ya otra historia. Y además es muy, muy entretenido y no se puede estar en todo.
De todo. El otro día me llegó el nieto de una señora que se había sentado encima del crucifijo sin darse cuenta y lo rompió. Era una familia humilde. La señora tenía 92 años y el asunto es que ese crucifijo se lo compró la mujer con el primer sueldo que ganó. O sea, que ahí entra el terreno sentimental y eso no entiende de clases. También te llega el nuevo rico y el que quiere enseñarte. Aunque la mayoría de las veces no es eso lo que me molesta, sino las formas.
Más que en la dificultad de lo que tengo que reparar. Las cosas pendientes sí que me quitan el sueño.
