La profesora que recupera la música de capilla de la Colegial de Jerez: "En el siglo XVIII era un arte temporal"

Son muchos los motivos. Uno de ellos es el caracter efímero de la música, que ya de por sí hace que fuera algo que se consumía en el momento y que después dejaba de consumirse, con lo cual dejaba de dársele valor. ¿Qué pasa con esos documentos? Pues que no tienen ese valor que tiene a día de hoy esa documentación. A día de hoy está valorado de una forma muy diferente a cómo se valoraba en el siglo XVIII. Esas obras se estrenaban. Muchas de ellas se guardaban en el archivo, o el maestro se las llevaba a su casa, o se las llevaba un copista para hacer las copias o se las llevaban los estudiantes de las capillas para estudiarla. Pero si no pasaba nada de esto, el futuro podía ser muy diverso.

Desde hace décadas tenemos otro concepto de lo que es la documentación y de lo que es el patrimonio. Un símil muy válido es el de la arquitectura, el de la protección del patrimonio arquitectónico. En los años 60 se tiraban al suelo auténticas maravillas para construir edificios que son aberraciones. A día de hoy a nadie se le ocurre eso. Lo restauran o no lo restauran, pero nadie lo tira. Se intenta mantener aunque sea la fachada.

La diferencia entre un facsímil y una edición crítica en este caso, es la edición, ya es una interpretación de esas fuentes primarias; la interpretación que he dado en este caso yo, que es la persona que hace la edición. Yo fijo unos criterios que señalo en este libro para cualquier persona que quiera acceder a ello y sepa por qué se han tomado los criterios que se han tomado. Por ejemplo, en los manuscritos puede aparecer un error del copista, que luego hay que justificar. Hay que explicar por qué no está igual que en el manuscrito. El manuscrito de la época tampoco facilitaba un formato sencillo para la interpretación porque en aquella época el papel era un bien escaso y se copiaban todas las partes intentando aprovechar al máximo el papel, no se hacían guiones de partituras generales. A día de hoy nosotros estamos acostumbrados a trabajar con otro formato, y por supuesto hay cuestiones que han cambiado en cuanto a la escritura. 

"El papel era un bien escaso y se trataba de aprovechar al máximo copiando en todas partes"

A la grafía, sobre todo. Pero también hay un tema importante que es el acompañamiento. El bajo continuo es algo que hay que saber hacer. Un continuista prácticamente no necesita indicaciones en cifras, pero alguien que no está muy acostumbrado a realizar continuos necesita mayor información. En la edición se ha tratado de aportar sufiente información para que se pueda interpretar a día de hoy a ojos de un músico de siglo XXI, perro con criterios históricamente informados. 

En primer lugar porque esta música no está en ningún catálogo ni en ningún archivo: está en una colección particular. ¿Quién puede tener acceso a esa música? Pues aquella a la que se le dé acceso a esos documentos. Es decir, no se puede llegar de forma pública. A partir de ahora sí. El facsímil es importante porque mi transcripción es ya una interpretación de la música. Es que la música no es una ciencia exacta. Cualquer persona puede hacer su interpretación con sus propios criterios, aunque va a coincidir en lo más esencial.

"La música  no es una ciencia exacta"

Efectivamente. Va a haber partes que pueden ver otras opciones, otras perspectivas. Mi idea es poder transmitir los manuscritos para que no se pierdan nunca y, al mismo tiempo, poder ofecerle a cualquier persona que tiene la formación suficiente para poder trabajar directamente desde la fuente primaria. 

Se da la coincidencia de que quien tenía estos documentos es compañero y amigo. Él ha querido ponerlos en mis manos para que yo los estudie.

Exactamente. Todo se empezó a estudiar desconociendo de qué se trataba. Ahora, investigado todo, sabemos que la trascendencia es mucho mayor.

Es que en realidad la palabra no es efímera, sería mejor decir temporal. ¿Por qué temporal? Porque tú, una obra de arte plástica, como una escultura o una pintura, te puedes llevar observándola el tiempo que sea, de forma continuada, recibiendo estímulos e información muy diversa. En una obra musical, ese momento, ese compás, ese tercer tiempo del compás pasa y ya no vuelve a pasar. Y luego la condición de música temporal era la que tenía en ese tiempo. Era una música con un consumo que estaba pensado para un momento determinado. Lo normal era que cuando un maestro de capilla se iba, bien porque muriera o se marchara a otro puesto, eso se archivaba, o no, y ya no se volvía a interpretar. Eso era aquí, eran en toda Andalucía y en el resto de España.

Todos tenían que recibir órdenes eclesiásticas, porque al fin y al cabo ser maestro de capilla era un cargo que te otorgaba el cabildo de una catedral, de una colegial. Las oposiciones eran durísimas. Los jueces eran maestros de capilla de gran prestigio y las pruebas eran, no solo solo duras por la dificultad técnica, sino por las exigencias en un tiempo récord que relato en algunos pasajes del libro: qué pruebas se le hacían, qué se les pedía, cuántas horas tenía que estar el aspirante encerrado, él solo, sin ningún instrumento y vigilado para que se pudiera comprobar que nadie le estaba ayudando. Era todo muy duro.