La vocación de la enseñanza
Se puede uno adaptar al trabajo que el destino le haya preparado, o a aquel para el que estudiamos. Ahora bien, sin la pasión pocas cosas grandes se hacen. Ni se esfuerza uno, ni ganas tiene de hacerlo. Si no hay verdadera vocación, parte de lo aprendido pierde todo su valor, o al menos parte. Lo sabe bien Pepa Paniagua, nacida en Madrid, quien a pesar de estar jubilada como maestra, continúa con esa vocación de la que hablaba.
En Ceriarte, en la calle Medina, número 24 de Jerez se la puede encontrar uno día a día. Ella da las clases de pintura a niños y mayores, y su hijo Juan, gerente del negocio, imparte las de cerámica en un rinconcito para el ocio donde se respira relax y entretenimiento.
La eterna maestra nos habla de los críos, de sus inquietudes y sus miedos antes un futuro que ve triste, pero que se refuerza con esperanza cuando los chavales cruzan la puerta del taller y se ponen a pintar o a mancharse las manos de barro.
Es una maravilla. Yo me he dedicado toda la vida a la enseñanza. Soy de Madrid, lo que pasa es que mi padre sacó las oposiciones de cátedra del instituto de Cádiz (cátedra de dibujo, nos aclara), que por cierto, después de veintitantos años fallecido, ha salido su vida en un periódico.
"Hoy hay muchos niños con problemas de concentración debido a las videoconsolas"
Sí, porque hay muchos niños con problemas de concentración. Al estar todo el tiempo con los ordenadores y las videoconsolas, los críos se dispersan y tienen esos problemas de concentración que te digo.
Sí, mucho. Ya lo creo.
Yo me he pasado toda la vida dando clases, no hay ningún problema con eso.
No. Los adultos son estupendos, y los niños lo que pasa es que necesitan su relax, charlar. Los adultos están más en silencio. Hablan de vez en cuando, pero no es como los críos. Lo críos lo hacen entre juegos. Porque esto no es un instituto. Aquí vienen a relajarse, a concentrarse y a aprender. Aquí, como ves, charlan entre ellos, y eso está muy bien. Yo cuando estaba en el colegio los tenía a todos callados (risas).
Bueno, al principio un poco. Quieren hacer una cosa y no les sale, pero en el momento que les explicas cómo lo tienen que hacer, cogen confianza y una facilidad para hacerlo increíble. Ahora mismo, una niña que tengo ahí, pintaba mal. Ahora me ha enseñado los trabajos que ha hecho en el instituto, y todo de diez. Ella viene loca. Y yo me he quedado asombrada por los avances. De suspender en plástica a sacar sobresaliente, imagínate.
"Al principio los niños se frustran, pero cuando les explico cómo lo tienen que hacer, se divierten mucho"
Sí, últimamente tengo muchas más niñas que niños.
¿Los niños? Que están muy enganchados a los ordenadores y las videoconsolas y a todo eso. Las niñas también, pero mucho menos.
Yo veo un futuro triste para los niños. Nosotros jugábamos en la calle, teníamos una libertad que ahora mismo los niños no tienen. Yo me iba a la calle en Madrid, sola, con doce o trece años. A mí el futuro me pone triste. Me da mucha pena de los niños porque lo veo mal, me preocupa. Se están viendo en los colegios e institutos muchas cosas de tecnología, de máquinas. Está muy bien, pero los niños necesitan otro tipo de educación. Están quitando la pintura y la música en los colegios. ¿Todo va a ser tecnología? Hay que mover el cerebro. Les van a dar a los niños todo pensando, todo hecho.
Sí, sí. Los niños son el futuro, pero tienen que pensar y aprender a pensar, y parece que no quieren eso.
Claro. Porque la otra disciplina ya la di cuando estaba dando clases. Aquí los chiquillos que vienen, vienen a pasarlo bien.
Depende. A veces está pintando, se aburren y se van a cerámica, o al revés. Y está bien que los chavales cambien y no estén haciendo siempre lo mismo.
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