Herminia Álvarez, coser y cantar: "A pesar de mis 40 años de oficio, me examino de mi trabajo todos los días"

La modista jerezana cumple cuatro décadas de una profesión que compagina con su amor por la música y el canto. Forma parte del Coro del Teatro Villamarta desde hace 18 años

Herminia Álvarez, delante del balcón de su taller de costura, antes de la entrevista con lavozdelsur.es.
Herminia Álvarez, delante del balcón de su taller de costura, antes de la entrevista con lavozdelsur.es. CANDELA NÚÑEZ

Hay algo de romántico en la calle Porvera que quizá no encuentro en otra calle de ninguna otra ciudad. Supongo que la sombra convertida en penumbra por las ramas de las jacarandas que se entrelazan de acera a acera, o la muralla. No sé bien. Y hay en un rincón de esta vía de adoquines bajo la cúpula verde de los árboles al que siempre miro cuando paso. Tras el ventanal, y el hermoso balcón de forja, justo encima de una de las últimas esparterías que quedan en Jerez, está el taller de Herminia Álvarez (Jerez, 1967), de oficio modista; artesana, diría yo, de la tela, el hilo y la aguja, y cantante apasionada (al menos tanto como de su oficio de coser). 

No son pocas las veces que veo su silueta recortada, detrás del cristal, ante su máquina de coser sueños, aunque ellos le cuesten a veces más de un quebradero de cabeza. Premio Ciudad de Jerez por su labor altruista en la pandemia (hizo tutoriales para confeccionar mascarillas y batas), es integrante del coro del Teatro Villamarta desde hace 18 años. Nos recibe en su taller, impecable y ordenado, donde una mesa grande preside la estancia junto a un máquina de coser, bobinas de hilo y un espejo que, como un reloj, ve también pasar el tiempo. 

Su pasión por la costura y por cantar, ¿son similares? O diría que una cosa le tira más que la otra.

Yo tengo un dicho que no es de mi cosecha, pero que me lo he apropiado desde chica, y es que lo mío es coser y cantar.

Pues me ha chafado el chistecito fácil.

(Risas) Las dos cosas me han apasionado desde pequeña y por el mismo orden. No le he podido dar prioridad a una y quitársela a otra porque me han gustado a lo largo de los años sin variar de ningun manera. He trabajo en otros sitios, desvinculada del mundo de la costura, porque mi marido montó una empresa y yo le estuve ayudando. Pero ni aun así no olvidé el mundo de la aguja y el hilo. Y del mundo de la música, menos. Aunque a partir de los 18 años dejé de cantar. Me eché novio, me puse a pensar en otras cosas, a salir y a entrar. Pero incluso aunque no estuviera cantado en lugares públicos, encima de un escenario, siempre he cantado.

¿Y le ha dado más satisfacciones la costura que la música?

Pues ahí... No sé. El trabajo, evidentemente, no es nada tan idílico como la gente cree o plantea, porque es verdad que te da muchos disgustos. De hecho, el cartel que tenía en el balcón con mi teléfono lo tuve que quitar porque empezó a venir tanta gente que yo no podía abarcar tanto trabajo. Yo no sé, creo que nos estamos quedando sin artesanos.

¿Y eso? ¿Es su percepción?

En general, sí. Y en el mundo de la costura, lo mismo. Yo no sé qué pasa que nos estamos quedando sin modistas. ¿Qué ocurre? Que cuando alguien se entera de que el traje le ha funcionado, pues al final terminas agotada porque acuden a ti. De hecho, he tenido que renunciar a muchos trabajos porque es imposible atender a todo el mundo. De todas formas, puedo decir que no he dejado un traje sin terminar en cuarenta años de oficio.

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Un expresivo gesto de Herminia Álvarez durante la entrevista.   CANDELA NÚÑEZ
¿Sufre usted más con una mala voz o con un mal vestido?

Con un mal vestido, porque es lo que me da de comer. La voz es algo que me gusta, que me apasiona, pero no es algo de lo que yo viva profesionalmente. Además como canto en un coro, estoy arropada por más gente. Si, en el caso de este taller, veo que el traje está mal, de aquí no sale. Pero también es cierto que he hecho trajes que a mí no me han gustado, pero es lo que me han encargado, y ante eso lo único que tengo que hacer es trabajar en lo que me piden. 

¿Todavía le pone nerviosa después de tantos años entregar un vestido?

Por supuesto. Y sigo temiendo esa llamada de la clienta que me diga que le ha quedado una arruguita que no le gusta; me da un miedo horroroso. Después de cuarenta años, me estoy examinando todo el rato de mi trabajo. 

"Aquí la gente, como se desnuda, no lo hace solo de ropa. También me cuenta si se ha peleado con el marido, con el novio"

¿Y el taller tiene también un poco de confesionario, o al menos de lugar de confidencias?

No te haces una idea. Aquí la gente, como se desnuda, no lo hace solo de ropa. También me cuenta si se ha peleado con el marido, con el novio. Me cuenta sus miedos. Todas esas cosas me las cuenta la clientela en los momentos de prueba, que son íntimos. Va todo un poco ligado.

Es curioso, porque hay dos anécdotas de sus inicios. Pero como estamos hablando de su faceta de modista, vamos con ella primero.

Con cinco años tenía una Nancy, y mi abuela siempre me dejaba los retales. Yo me puse a coser sobre la falda. Le estaba haciendo un hilván con la tela para luego fruncirla. Me puse ahí con la aguja y cuando terminé fui a enseñársela a mi abuela, pero resulta que como yo no sabía que había que poner la mano me cosí la muñeca a mi falda. 

Vamos con su primer contacto con el maestro García Tejero, compositor de canciones para, entre otras, Rocío Jurado.

Sí. Una amiga del colegio me dijo que daba clases de canto con un maestro que vivía en Chipiona. Y un sábado, lo recuerdo muy bien, cogí un autobús sin decirle nada a mis padres. En fin, que mi amiga me advirtió que no le dijera al maestro que tenía 14 años porque en ese rango la voz todavía está sin hacer. "Dile que tienes 16", me avisó. Pero yo me presenté allí con tacones y todo. Él me preguntó qué sabía cantar y yo le canté El Clavel, de Rocío Jurado. Le gusté mucho. Iba todas las semanas a Chipiona. Recuerdo que cuando llegué a casa tras las prueba se lo dije a mis padres, y mi padre me preguntó que cuánto me iba a cobrar ese hombre. Que eso sería un dineral. El maestro Tejero no me cobró jamás.

¿Se acuerda bien de sus inicios en el mundo de la canción, aparte de ese viaje 'en secreto' a Chipiona?

Claro. Yo cantaba las misas en el colegio. Estudié en las Salesianas y me lo pasé estupendamente. Las monjas me sacaban de las clases para cantar. Llegaba el obispo para una misa especial y querían que yo hiciera el solo. "Herminia, que tienes que ensayar", me decían. Y yo encantada de la vida (se ríe).

Hace ya tiempo que faltan grandes de la canción española, de la copla, que es lo que usted cantaba antes de entrar al coro. ¿Cómo ve el panorama actual? 

El de la copla ha ido evolucionando, y la verdad es que falta le hacía. El tema de La bien pagá, la muchacha que se queda embarazada del niñito del pueblo, eso creo que ya no pega. Ha ido cambiando todo, y eso es sano. Menos mal. Aun así, yo me sigo emocionando con La rosa de capuchinos, Ojos verdes... Y hoy, en cuanto a los cantantes, está Pasión Vega, Laura Gallego, incluso Pastora Soler, que aunque se ha desviado un poco hacia otras músicas, cuando se pone a cantar copla es impresionante.

¿Sigue con esa espinita clavada que es no haber cantado todo lo que quisiera?

Creo que la espinita me la quité cuando entré en el coro del Teatro Villamarta, hace ahora 18 años. Vi un anuncio en el periódico, llamé por teléfono, me atendió un muchacho muy gracioso y muy buena gente (se ríe a carcajadas) y hasta me presentó al maestro y director del coro, Ángel Hortas. Y desde entonces. He sido muy feliz en el coro.. He pasado algunos momentos malos, pero de eso prefiero no hablar. Es desagradable y además yo me planteo ya estar en el coro para disfrutar. Y es lo que hago.

¿Le quita más el sueño un traje sin terminar o una partitura sin aprender?

Un traje sin terminar es mucha más responsabilidad. Me voy a la cama y pienso: tengo que entregar siete trajes y nada más que tengo terminado dos. Y tengo solo cinco días por delante. Las partituras es un poco lo mismo, pero no me generan tanto estrés. Es verdad que muchas partituras están en francés, en alemán, italiano o ruso, pero es que... el francés, ¡uf! Para aprendérmelo me parece horrible. Y claro, me lo tengo que aprender fonéticamente, porque no sé idiomas. Aunque también es una experiencia. 

Terminamos esta entrevista con una pregunta más sobre sus dos pasiones. ¿Va a ser más largo el recorrido de modista o el de cantante?

El de la música, sin duda. Físicamente coser desgasta mucho. Duelen los brazos, la espalda, las manos. La música, sin duda, estará conmigo mientras yo pueda.

Sobre el autor:

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Juan Manuel Sainz Peña

Con más de 150 premios literarios nacionales e internacionales (Premio Iberoamericano de Novela, Verbum, 2019, finalista del Premio Juan Rulfo de novela en París, y ganador del Premio Internacional de Novela Bachiller Alonso López) es uno de los autores españoles más premiados de los últimos años. Ha dirigido programas en Onda Jerez Radio y colaborado con las emisiones locales de la Cadena SER. Del 2000 al 2004 escribió para Jerez Información. Desde 2003 hasta 2013, y de 2015 a 2019 fue colaborador y crítico teatral de Diario de Jerez.

 

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