Existe en la Biblioteca Municipal un viejo grabado del siglo XVII en el que se ve en un primer plano a un guerrero que, armado con un caldero, asa unos pollos utilizando como combustible y para alegrar la hoguera, varios libros.
Existe en la Biblioteca Municipal un viejo grabado del siglo XVII en el que se ve en un primer plano a un guerrero que, armado con un caldero, asa unos pollos utilizando como combustible y para alegrar la hoguera, varios libros. Al fondo, la ciudad de Jerez. Un querido y admirado profesor, ya fallecido desgraciadamente, contemplando la imagen y en un arranque de humor, lo bautizó con un comentario: “En Jerez se come muy bien”.
Tenía toda la razón, aunque en sus palabras había un rastro de resignación. Eran muchos años instruyendo jóvenes alumnos y viviendo en una ciudad en la que los índices de lectura eran de los más bajos de España. En esa frase resumía mucho desencanto. Ha pasado algún tiempo desde entonces y pasarán algunos más.
Cuando llegue el año 2025, Jerez contará con personas que han tenido la oportunidad de formarse en actividades artísticas, deportivas y creativas. Serán adultos esos niños que hoy llenan los conservatorios, las Escuelas de Música y danza y las de flamenco, las academias de pintura, de idiomas, de teatro; niños que llenaron las plazas para ver los mejores títeres; aquellos que se han beneficiado de una enseñanza obligatoria y de planes de fomento de la lectura. Serán esos cuyos padres y madres corren hoy con la gorra de plato de conductores y con los bolsillos vacíos para que a sus hijos no les falte ni gloria. Esos adultos demandarán bibliotecas modernas y generadoras de cultura en la que los lectores sean protagonistas, con salas de lectura y de intercambio de ideas. Lugares de encuentro.
Serán ellos los que exigirán programaciones que estén de acuerdo con la formación que han recibido; porque se habrán dado cuenta de que la cultura es una fuente generadora de riqueza, también de ingresos, y de bienestar. Volverán a vivir dentro de las murallas de la vieja ciudad y podrán cruzarse con los vecinos y llenar las bellas plazas. Abandonarán esos no-lugares que son los centros comerciales en los que es tan difícil hablar porque el ruido aturde y no deja pensar. Dejarán las urbanizaciones en las que cuando se abre la puerta se sale a ninguna parte para disfrutar de un patrimonio arquitectónico que habrán aprendido a cuidar. Pasearán por Asta Regia, consultarán los archivos para aprender de su propia historia y serán capaces de asombrarse cada mes de mayo con la intensa floración de las jacarandas.
Gestionarán los recursos y evitarán que el dinero público se cuele por las alcantarillas o engorde las carteras de aquellos que no tienen ningún interés por mejorar la vida de los ciudadanos. Se habrá conseguido la separación entre la sociedad civil y las religiones, cada cosa en su sitio en buena convivencia.
Todos estos son sueños. Hay un camino hacia ellos y siguiendo a Saramago tendremos que poner especial atención en la educación y en la economía. Nada de esto es posible si no hay suficiente para cubrir todas las necesidades, las básicas y las demás. La formación de las personas como ciudadanos creativos y responsables necesita marcos adecuados, asequibles y asumibles, pequeños y próximos, donde la gente pueda canalizar sus inquietudes. Canales de articulación de los esfuerzos cotidianos y formación y educación hasta que sobre, hasta que ya no queramos más.
Que la cultura sea el motor del progreso y el bienestar. No es tan difícil, ya tenemos la materia prima, el resto es trabajo, dedicación y sobre todo voluntad.
Este artículo se ha publicado originalmente en el número 0 de 'El Papel de La Voz', bajo el título genérico 'Jerez: objetivo 2025'.
