El hombre que nunca estuvo allí

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Radiografía del desencanto, a 24 horas de las autonómicas, en uno de los feudos que mejor representan la telaraña tejida por el PSOE en el campo andaluz: San Isidro del Guadalete, con apenas 600 habitantes y a 15 kilómetros de Jerez. Retrato de una tierra volcada en la agricultura y de decenas de vecinos marcados con las secuelas de la crisis. 

En la pequeña arteria principal que cruza San Isidro, a la derecha si llegas desde Jerez, hay una recoleta plaza coronada por una tosca réplica de la fuente de los leones de la Alhambra. La plaza está dedicada a Pablo Iglesias. Que se sepa, el hombre que fundara el PSOE a finales del siglo XIX nunca estuvo allí. Tampoco ahora es probable que se piense dejar caer por ese sitio el dirigente homónimo que ha revolucionado en el último año la política en España bajo la marca Podemos. El franquismo otorgó a finales de los 50 del siglo pasado a San Isidro del Guadalete, a 15 kilómetros de Jerez, estatus de pueblo. El socialismo, ya en Democracia, grangeó a principios de los 80 a la amplísima mayoría de sus apenas 600 habitantes una identidad política e ideológica que todavía se respira por sus calles, por su plaza de la Artesanía y por la plaza dedicada al ferrolano marxista, inaugurada por Alfonso Guerra -al que ahora se quiere hacer hijo predilecto del pueblo- mientras aún daba batalla política hace 15 años.

Como todos los núcleos de colonización del municipio jerezano, San Isidro fue desde el principio una tierra 'dormitorio' de los jornaleros y braceros que trabajaban en fincas y latifundios cercanos a manos de los señores feudales de la época. Luego vendría el final de la Dictadura, las parcelitas, los pequeños huertos autogestionados, el Estado del Bienestar, el crecimiento... También el miserable subsidio agrario, la Unión Europea, el crack del ladrillo en el que se refugiaron muchos de sus jóvenes, la puta crisis-estafa... Hasta que un día el tsunami se tragó toda esa identidad. O casi. La partida no ha acabado pero parece que el desencanto va ganando la mano al ADN socialista de los últimos 35 años en Revilla -como también le llaman a esta antigua pedanía por su cercanía con un cortijo del mismo nombre-. Estamos en uno de los feudos que mejor representan la telaraña tejida por el PSOE históricamente en el campo andaluz. La apatía y la desafección con todo lo que huela a política es ahora el principal enemigo en estas tierras de otrora voto fértil para el puño y la rosa.

Los más viejos del lugar están tan desapegados a la política -a toda- y son tan escépticos como los más jóvenes. Éstos, no obstante, parecen seguir manteniendo un código de respeto a sus mayores que les obliga a preservar, por ahora, la tradición ideológica. "¿Votar yo...? En la barriga de los políticos voy a botar", espeta un vecino con retranca. "Se te quitan las ganas pero habrá que ir a votar, hay que cumplir, y supongo que votaré como el viejo, al PSOE", asegura Manuel Rodríguez, con 26 años, peón de carpintero que lleva cuatro años en paro, "muerto de asco, dependiendo de los viejos", y que no atina a explicarse "cómo el personal aguanta tanto y no se le ha ido a alguien ya la cabeza". Acaba de llegar junto a otros vecinos del pueblo al centro de gravedad del poblado. Es el más joven. Apenas queda gente de su edad en el entorno: "Se han ido todos, a Mallorca, a Francia... Aquí está to quemao". Todos los que quedan, más jóvenes o más viejos, se reúnen en el hogar del pensionista sin ser en muchos casos jubilados. Es la única salida, dice Manuel, para "quitarnos el aburrimiento", entre cafés y partidas de chinchón.

Se sientan, reparten sus cartas y juegan sin dinero: "¡Si no tenemos ni para una baraja nueva como vamos a manejar aquí dinero!", exclama uno de los participantes. El reloj no pasa de las once de la mañana de un día laborable. Apenas hay movimiento en la calle. "No es por la lluvia. No hay nada en el campo, es que aquí se terminó todo", asegura un hombre de mediana edad acodado en la barra de la cantina. Un anciano permanece inmóvil en su taburete, con un vaso de vino reposado, y un almanaque a su espalda con el tiempo detenido aunque figure 2015 en lo más alto. "Por favor respeten el derecho de los demás", reza un cartelón en la puerta del bar. La máquina de café silba agresiva mientras en el aire huele a resignación. Otro parroquiano de edad avanzada no puede reprimirse y eleva su ya de por sí débil voz: "Todo sale del campo y estos cabrones lo han pisoteado todo y no hay quien tenga cojones de decir que todo lo que come sale del campo. Andalucía es el tesoro de Europa y mira como está. Son todos iguales, aquí no se salva nadie. Prometen muchas cosas y luego no las hacen. Hay que prometer menos y hacer más. Solo se acuerdan de nosotros cuando hay elecciones y cositas de esas".

"Llevo muchos años sin votar y no votaré más. Nunca me han dado soluciones, ningún partido me ha tenido contento. Pero una crisis como ésta no la he visto yo nunca y lo peor es que ninguno va a dar ná"

"Me acaban de mandar un Whatsapp, que el lunes -resaca de las elecciones andaluzas- tengo trabajo, que ya está todo solucionao", bromea Diego, con 53 años, 30 cotizados pero "sin derecho a nada". "Sácame en tu periódico, sácame, a mí no me importa contarlo todo". Agricultor, hostelero y albañil. Lleva en paro desde que Lehman Brothers pinchó la burbuja inmobiliaria en 2008. Estaba en Mallorca trabajando y la crisis arrasó hasta su vida en pareja. Ahora tiene que apañarse con una paga de 426 euros que se le termina este mes y que no la recuperará hasta dentro de un año. "Menos mal que mi madre me ayuda con los recibos de la luz y el agua", sostiene casi ruborizado este tipo con innegable pinta de currante. "Siempre he sido socialista pero ni PSOE, ni Podemos, ni ninguno que entre me va a solucionar nada. Unos se han llenado el estómago y otros se lo tienen que llenar. No hay ni uno que defienda a los pobres", relata, mientras insiste: "A votar hay que ir, aunque sea para votar en blanco, para darles un escarmiento". Un vecino chistoso le interrumpe aludiendo al embarazo de la candidata socialista Susana Díaz: "No se le pueden dar muchos disgustos que está preñá". 

En el ultramarino del otro lado de la plaza, junto al Ayuntamiento, despacha Virginia. No quiere saber nada de política ni de elecciones. "Me dedico a mi trabajo y punto. No enciendo ni el televisor". Mientras cuelga en un garfio una ristra de chorizo, zanja toda posibilidad de debate: "Ni entiendo ni me interesa para nada la política". Fuera ha escampado y están charlando Manuela y Rosalía, dos señoras veteranas de San Isidro. La primera se escabulle rápido, dejando claro, eso sí, que "lo que no hay es futuro para los jóvenes; y menos aquí, que dependemos totalmente del campo". Rosalía, que asegura que "siempre me ha tirado la derecha", no duda en afirmar, en cambio, que "ahora no me creo nada de ninguno". Mantiene que la crisis y los recortes "se están notando menos en Andalucía", percepción que justifica en que "veo que la Sanidad y eso ha seguido funcionando", pero advierte que "lo que a todos nos preocupa es el paro. y para eso hacen falta grandes empresas e industrias". 

Su mano empuña el cuchillo con firmeza. Una a una, pela cada haba que va metiendo en la cazuela. Luis, el propietario del Bar Central de la plaza de la Artesanía, prepara el guiso ante un local vacío y desolado, en penumbra. La densa niebla y un nuevo chaparrón en el exterior se convierten en metáfora de la situación que padecen muchos de los habitantes de esta pedanía. Tiene cuatro hijos, dos de ellos en paro que "dependen de mí y que no pueden marcharse de casa". No se cree nada de nadie que se denomine político. "Llevo muchos años sin votar y no votaré más. Nunca me han dado soluciones, ningún partido me ha tenido contento. Pero una crisis como ésta no la he visto yo nunca y lo peor es que ninguno va a dar ná, ni el de la cola ni ninguno. Ese no trae tampoco ningún futuro porque vivimos de los europeos y, mayormente, de los alemanes". Ha sido vaquero y agricultor, pero "Felipe (González) me quitó de la tierra. Me hicieron vender las vacas y el campo, me pedían requisitos que no podía mantener, tenía mi ganadería pero me decían que no valía y yo creo que la cuidaba mejor que muchas empresas internacionales".
El mito del PER. Como si fuera una tarjeta black para que la gente del campo se tumbe a la bartola. "¿El PER? Eso son tres días. Ahora con los movimientos de las elecciones han dado seis meses aquí de trabajo, pero esa persona que lo coja luego qué hace... Son engaños, eso siempre ha sido miseria y más miseria. Y a nosotros, con esto vacío, nos comen a impuestos". A sus 66 años, "medio jubilado", Luis se ríe sonoramente, una risa más de indignación que de otra cosa. "¿Qué hago con mis hijos parados los cuelgo de un pino? Han quitado los trigales, el algodón, el maíz... La agricultura está aquí arruinada", arguye mientras acaba de pelar las habas y se dispone a ojear el Marca.

En una calle próxima, mientras un vecino en bicicleta se cruza con el cuponero del pueblo como si ambos fueran al encuentro de su suerte, otro joven barre la puerta de su bar. Se llama Luis Pérez, tiene 21 años y es camarero de El Palomito, un referente en Revilla. Nos cuenta que su tío, Antonio Ramos, socialista que lleva 24 años de alcalde de esta Entidad Local Menor (que así se les llama ahora a las pedanías), va a ir en la lista del PSOE de Jerez y que, en su lugar, se presenta un tal Manuel Sánchez, "un torero que no tomó nunca la alternativa". Pero lo mismo da que triunfase o no en el arte de Cúchares. Es del PSOE y aquí, hasta que no se demuestre lo contrario, "la gente vota al PSOE por un tubo". Incluido el propio Luis: "En mi casa lo que ha habido siempre ha sido eso. Soy socialista hasta la médula". Eso, pese a que Pablo Iglesias nunca estuvo allí. Ni estuvo ni se le espera.