Cabral, el jerezano que jugó con Petrovic: "El baloncesto es un veneno"

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Un hombre de 2 metros de estatura y 105 kilos nos espera en el Palacio de Deportes de Jerez. Ese podría ser su santuario, pero más tarde descubrimos que solo es su lugar de trabajo. Lleva en la delegación de Deportes desde 2004, prácticamente desde que decide dejar de ser profesional. Son las nueve de la mañana de un día invernal de enero y él nos recibe con una bufanda hecha a mano rodeando su cuello. Su altura llama la atención, pero más aún su presencia de bonachón y su voz cándida y lineal. En cuanto accedemos al pabellón no para de dar los buenos días a todos con una amplia sonrisa. Paseamos por los laberínticos pasillos del Palacio de Deportes de Jerez. Realiza un pequeño tour para mostrarnos cada una de las instalaciones. Lo hace con ahínco, no para vendernos el espacio, sino por pura cortesía. No obstante, a los pocos minutos, cuando pasamos por uno de los fríos túneles de hormigón, confiesa que de todos los palacios y pabellones en los que ha estado, "este es el peor" que ha visto. "Y le dieron un premio y todo. No sé por qué. Es muy frío, muy irregular", comenta con sorna y una mueca agria.

Una vez que llegamos a la cancha central, donde hace unos años jugaba con el Canasta Unibasket Jerez, nos habla de las gradas retráctiles. Mientras él describe el entorno, vemos que, como por arte de magia, hay un pequeño banco azul en mitad de la pista de goma. Aprovechamos esta excusa para sentarnos y empezar a indagar sobre la historia y trayectoria completa de Miguel Ángel Cabral en el mundo del baloncesto. Fue un niño especial nada más nacer. "Mi madre se tomó las 12 uvas y una hora más tarde nací yo", expresa. Sus primeros años los pasa en Torresoto, pero se cría en San Miguel, en la plaza del Carbón. Él, que jugó durante nueve años en la ACB, admite que cuando era pequeño realmente solo tocó un balón de fútbol. No comienza a botar el esférico hasta que con 14 años de edad inicia BUP en La Salle, instituto que por aquel entonces era la 'cuna' del baloncesto en la ciudad.

Cabral, como así se daría a conocer profesionalmente, ingresa en el único equipo de baloncesto que tenía Jerez en la década de los 80, el Caja Jerez, nada más empezar a practicar este deporte. Tenía un talento innato. Aunque desde los 18 años juega únicamente como alero, al principio se posiciona como pívot en el Caja. Comenta que no solo comienza a jugar al baloncesto porque La Salle no contemplara otro deporte, sino porque en aquella época este deporte pegó muy fuerte en el país gracias a la plata que logra la selección española en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84. Cabral recuerda sus primeros años con ternura, resalta que aquel equipo se "nutre de jugadores con muchísima tradición" en el equipo jerezano, y sobre todo destaca la figura de su primer entrenador, Miguel Soto. "Corazón, es decir, capacidad de sufrir y superarse. Carácter, ya que puede decidir en el momento justo ya que es un líder nato. Por último pienso que tiene un buen físico y una buena técnica individual", así describía Soto a Cabral, a quien lo concibió como una de las grandes promesas del baloncesto jerezano. Después de tres años en el Caja Jerez, ficha por el Mayoral Maristas Málaga. Por ello, abandona el nido con tan solo 17 años. "Tengo que agradecerle a mi padre que me permitiera avanzar en este mundo y que me siguiera siempre entre bambalinas". Sin embargo, solo está un año en la Costa del Sol, ya que en la temporada siguiente, 88-89, lo ficha el Real Madrid Junior. Cabral piensa que logra formar parte del conjunto blanco gracias a las recomendaciones que su primer entrenador le hace a Lolo Sainz, técnico del Real Madrid en esa misma temporada. Al año siguiente, Cabral debuta en la ACB con un equipo formado por mitos del baloncesto, "sin ser consciente de ello".

A finales de los 80, la prensa jerezana reflejaba sus primeros pasos en la ACB. "Por el momento, este joven jerezano sigue trabajando duro y soñando con que alguna vez, quién sabe si dentro de poco, deje de admirar al 'monstruo Petrovic' para pasar a jugar habitualmente con él", recogía la pluma de Agustín Madariaga. Cuando Cabral cumple la mayoría de edad comparte vestuario con Fernando Martín, el primer español en jugar en la NBA; su hermano Antonio Martín, quien jugó 62 veces como internacional absoluto con España; Drazen Petrovic, para muchos el mejor jugador de Europa de la historia; Fernando Romay, plata olímpica en Los Ángeles 84 y Alexandrovich 'Chechu' Biriukov, hispano-ruso a quien el entrenador George Karl declaró como su favorito.

"Creo que George Karl fue un incomprendido aquí"

En aquella época el Real Madrid no solo destacaba por la plantilla de jugadores que albergaba, sino también por su técnico George Karl, actual entrenador de Sacramento Kings, un ex jugador de la NBA que tras sus primeras incursiones en los banquillos en Estados Unidos aceptó la oferta del club blanco para recalar en Europa. "Creo que George Karl fue un incomprendido aquí. Era un adelantado para el baloncesto que se hacía en Europa, de hecho volvió a Estados Unidos y en muy poco tiempo fue elegido mejor entrenador", expresa. Karl, quien ha sido galardonado tres veces como Entrenador del año por la CBA (Continental Basketball Association), entrena al conjunto blanco intentando que este se aproxime al nivel de los estadounidenses. "Ahora la palabra scouting –estudiar al equipo rival– está a la orden del día, pero en aquella época no. De pasar de ver un vídeo, como hacíamos, a recibir un tocho de información de cada club al que nos íbamos a enfrentar. Sus jugadas, qué es lo que hacía cada jugador en la cancha, cómo era ofensiva y defensivamente… Una serie de datos que aquí verdaderamente no le prestábamos mucha atención. Por eso se dice que los americanos van siempre 30 ó 40 años por delante nuestra en todo este tipo de detalles", cuenta mirando al cielo, buscando más anécdotas sobre esa época que según él "tiene más fresca" que la actual.Sobre ese vestuario blanco, resalta que había "dos gallos en un mismo corral": Fernando Martín y Drazen Petrovic. "Tenían sus más y sus menos, pero esto venía de largo en los enfrentamientos que había entre ellos -ya que Petrovic le arrebata la Copa Europa a Martín en 1985-. Pero en cualquier tipo de colectivos ocurren estas cosas. Ambos intentaban no exteriorizarlo pero tenían sus discrepancias, eran dos personas con muchísimo carácter", declara Cabral. "No era fácil jugar con ellos ni llevarlos. Eran los dos estandartes del equipo, eran las primeras figuras. Ellos sobresalían porque era así", enlaza.

Se estruja la mente y hace memoria sobre la muerte, también, de ambos. Primero recuerda la de Drazen Petrovic, uno de los mitos del baloncesto internacional que consiguió sobrepasar la frontera europea, ya que el mismísimo Larry Bird lo consideró como el mejor jugador del mundo. Cabral relata que quedó con él dos semanas antes de que falleciera en un terrible accidente de coche en 1993. "Estaban haciendo una fase de preparatoria y la selección de Croacia vino a Sevilla para jugar partidos amistosos y nosotros hicimos una selección de jugadores andaluces para enfrentarnos contra ellos. Fue ahí cuando lo vi, a él y a algunos yugoslavos más con los que también coincidí en la liga ACB", cuenta, a lo que continúa: "Me alegró muchísimo verlo, porque desde entonces –desde que sale del Guadalajara en el 91- no había estado con él y seguía siendo no igual de bueno, sino mejor todavía. Igual de exigente con todo el mundo y con él el primero". Desgraciadamente a las dos semanas sufriría su mortal accidente de tráfico.

"Eso lo viví, desgraciadamente también, con Fernando Martín", añade. El primer español en llegar a la NBA fallece en un accidente de coche en la M-30 de Madrid, cuatro años antes que Petrovic, en 1989. "Así que esa situación la he vivido dos veces, la de Fernando muy cerca, porque yo estaba en Madrid. Y lo de Drazen lo vivimos aun no estando en la antigua Yugoslavia. Pero bueno, son circunstancias de la vida… es así. También son mitos por eso”, relata con voz queda y ojos vidriosos. “También son mitos por eso”, repite inconscientemente, como si su mente recobrara en pequeños instantes imágenes vividas junto a esos dos “gallos de pelea”. Ambos, dos grandísimos jugadores que fallecen muy jóvenes y del mismo modo. “Estaba escrito”, murmura.

Silencio. Después de tragar saliva, Cabral manifiesta que jugar en el Real Madrid le enseñó prácticamente de todo. Le exigían lo máximo, porque si no "te mandan para casa". Permanece en el equipo hasta que termina la temporada 91-92. En ese último año el jugador jerezano estaba a dos bandas, entrenaba tanto en el equipo de Karl como en el Guadalajara, un equipo que estaba vinculado al Real Madrid. "Hice doblete", ríe. De ese año destaca también haber jugado con Vladimir Tkachenko, el mítico jugador de baloncesto ruso. "Era enorme, un gigante, un señor de 160 kilos, 2,24 metros de estatura y con un bigote que podría ser perfectamente un gato de angora. Recuerda algunas anécdotas de Tkachenko, como por ejemplo que este, por su envergadura, no entraba en algunos coches, o que una vez arrancó un volante mientras intentaba aparcar. Por último, dice que también se colaron dos ladrones en la casa de Tkachenco, en un segundo piso. "Se equivocaron de domicilio, claro". Este les pilló y cuenta que uno de ellos se tiró del balcón huyendo y rompiéndose las piernas.

Con 21 años, después de jugar de alero junto al "gigante" ruso, pasa a formar parte del Gran Canaria en la ACB, equipo que hoy es el Herbalife Gran Canaria. Sin embargo, dice que en ese momento estaba, como se conoce en el mundo del baloncesto, "pasado de forma", es decir, que necesitaba tomarse un descanso para recuperarse y pasar un rato con su familia, ya que ese mismo año también jugó con la selección española sub 21. En 1992 continúa su camino en la ACB jugando en Galicia, con el Club Baloncesto Breogán de Lugo, después a Cáceres. Y luego, recorriéndose el mapa español al completo, juega en el club que, según él, más le ha marcado: el Cantabria Lobos de Santander. "He estado muy bien en los diferentes clubes, no me puedo quejar, al contrario. Pero el primero que se me viene a la mente es el Cantabria, de logros, de estar muy bien, de tener protagonismo… En los otros también ha sido así, pero quizá el mejor cóctel estaba en ese sitio. También vivía con mi mujer, en un colectivo que tenían mi misma edad… y así se crea más feeling", confiesa, hasta el punto de reconocer que "todavía todos seguimos manteniendo el contacto y de hecho coincide en que este verano celebramos el 20 aniversario de un ascenso que tuvimos a la ACB. Creo que hasta intentarán hacernos jugar. No sé cómo estará la gente pero si yo no estoy bien el resto puede estar fatal".

“El baloncesto es un veneno, cuando no lo tienes sufres de abstinencia”

En el reencuentro que vivirán este verano de 2017 acudirán jugadores de ese equipo que a día de hoy siguen vinculados al baloncesto: Pepe Blanco, que es el delegado de equipo del Real Madrid; Paco Aurioles, entrenador que está en el grupo técnico de Unicaja; Ricardo González, agente de jugadores como Mirotic o Abrines... Cabral es uno de ellos, uno que tampoco se ha desligado del deporte de la canasta. Juega una vez a la semana porque se lo pide el cuerpo. “El baloncesto es un veneno, cuando no lo tienes sufres de abstinencia”, comparte. Mientras contesta a alguna de nuestras preguntas ojea su móvil, con una jerezanísima funda con el logo de Tío Pepe. Se ha escapado un rato del trabajo y tiene que estar atento por si le necesitan en algún momento. Si por él fuera se quedaría hablando todo el día sobre baloncesto, sobre todo por las mil anécdotas que guarda. "Mis amigos me dicen que escriba un libro, quizá lo haga dento de unos años", desvela. Cuando vamos a hablar de sus últimos clubes, nos para y nos dice que mejor miremos en Wikipedia. Tenerife, Mallorca, Los Barrios y por último Jerez. Finalmente se queda en su ciudad natal por estabilidad, por añoranza, por su familia. Actualmente compagina su puesto en la delegación de Deportes, específicamente en promoción deportiva, con el de entrenador de un grupo infantil del DKV. Cabral, quien ha hecho de su pasión su vida profesional, opina que en Jerez "a lo mejor no se están haciendo las cosas demasiado bien en el baloncesto actual". Indica que no se trata del número de clubes, ya que en su época solo estaba el Caja Jerez, sino por el poco amor que despierta actualmente el baloncesto. "Miro categoría de edades actuales y no creo que sean tan apasionados a este deporte. En mi época eran personas autodidactas que no tenían unas zapatillas como las que hay ahora, o canchas cubiertas, y que buscaban donde no tenían", explica.

Cabral, quien se dejó la piel, o mejor dicho, algunas partes del cuerpo (se fracturó la nariz, algunos dedos...), anhela una época del baloncesto que competía con el fútbol, al que hoy solo hace sombra. "No hay transcendencia del baloncesto. Todos recuerdan a Raúl González, pero no resuenan nombres de este deporte. Solo cuando alguien gana una competición, un mundial, solo ahí tiene cabida el baloncesto en los medios de comunicación", concluye.

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