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Está hecha de otra pasta. No es sencillo hacer lo que hace. Los rivales políticos, de dentro y fuera de su partido, admiran en secreto sus superpoderes.

Está hecha de otra pasta. No es sencillo hacer lo que hace. Los rivales políticos, de dentro y fuera de su partido, admiran en secreto sus superpoderes. Es el Messi de esto, reconocía durante la campaña de las pasadas andaluzas un cargo de Podemos, bajando el tono hasta casi el susurro, no fuera a escucharle otro compañero que pensara más o menos lo mismo. Y tenía razón. Es Messi. Como Leo, Susana Díaz se plantaba en aquella campaña electoral en un pueblo de la Andalucía rural a hacer su famoso regate y dejar sentada a la realidad que la escuchaba. Feudo de los suyos durante tres décadas, se subía al escenario y se dirigía a los de abajo como "mis parados”. La madre espiritual de aquellas personas levitaba al comprobar que el mote, lejos de hacer que se dieran media vuelta a cambiar de voto por probar, encendía a la hinchada. Pura magia. Otro argentino, René Lavand, acababa trucos de cartas como este de la lideresa con un delicioso: “No se puede hacer más lento”.

Si hay una zona de confort para Susana Díaz es el PSOE andaluz. En sus pasillos nació, creció y reprodujo una forma de entender y hacer la política hasta el punto de que si se va, no hay nombres fuertes ni tampoco descartables en las quinielas a sucederla: todos en su entorno político son afines a cual más afín. Si el PSOE de Andalucía es el alma del federal, ¿por qué no va a ser zona de confort también Madrid? Es la tesis desde la que parece partir el tramo final de un lento viaje en AVE que comenzó en 2014, cuando Susana colocó a Pedro 'El Fiel' a calentar silla. Si la historia de lo ocurrido en medio se explicase en un vídeo de YouTube no faltaría en el título un “lo que pasó después te sorprenderá”. 

Según la teoría del confort, a Susana Díaz le bastaría lo que necesitó para controlar Andalucía para vencer a Sánchez y hacerse ahora con Madrid: mismo discurso y mismo apoyo mediático. La parte del discurso ya la han comenzado las bases. Unos carteles tipo NO-DO  a color en redes sociales anuncian la llegada de una Susana que abraza a una chica con cáncer y saluda a ancianos bajo el lema “Tiempo de sentimientos, tiempo de Susana”. Ni Evita Perón. De la parte mediática se encargarán los grandes editoriales afines, que, como en su entorno político, son todos. El País -a cuyo director colocaba Susana la medalla de Andalucía hace quince días a pesar de los pesares que los despidos dejaron en el sur- comenzaba a calentar motores y a marcar las reglas de las primarias: juego limpio y evitar descalificaciones, pedían. Que nadie repita un “insensato sin escrúpulos” como el nuestro en los días de liquidación de Pedro Sánchez, faltó apuntar con la elegancia que otorga el tener medallas.

Está todo listo para que arranque la Operación Susana y la realidad, como demostró en el regate a “sus parados”, será lo de menos. La lideresa andaluza anuncia que quiere hacer un PSOE fuerte again y eso lleva consigo gobernar sin pactar ni con PP ni con Podemos. Cortocircuito generalizado de calculadoras. No hay aritmética que pueda plantarle cara al tiempo de sentimientos, tiempo de Susana, será la letra machacona. Las encuestas no se lo ponen sencillo, pero las encuestas no saben de telefonazos. Si con sus editoriales, sus telefonazos y sus lemas cargados de amor y la nada, Susana Díaz vence, el futuro de la izquierda, que pasa por el entendimiento con Pablo Iglesias, se explicará con una canción del también argentino Calamaro: “No se puede vivir del amor, le dijo Romeo a Julieta en el balcón”.

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Sobre el autor:

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Claudia González Romero

Periodista.

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