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Un repaso al conflicto desde los inicios de las protestas en febrero de 2011.

Los refugiados que hoy llegan a las puertas de Europa traen consigo una larga historia de conflicto que, voluntaria o involuntariamente, les ha llevado a marcharse de un país que no les ha dejado otra opción que morir en una guerra o exiliarse. Un repaso desde los inicios de las protestas en febrero de 2011 ayuda a entender de qué huyen los sirios.

2011: la revuelta de la dignidad

En febrero de 2011, tras la caída de Ben Alí en Túnez y de Mubarak en Egipto, algunos activistas sirios en el extranjero empezaron a llamar al pueblo a salir a las calles, pero no hubo respuesta a dichas convocatorias. Sin embargo, el 16 de febrero de 2011, un grupo de chicos de entre 10 y 15 años de la ciudad de Daraa, al sur del país, trasladó a las paredes de sus calles los eslóganes que veían en los televisores de casa: "¡La gente quiere derrocar al régimen!”.

El grupo fue detenido bajo el mando del general Atef Najeeb, --primo del presidente del país-- y no regresaría a casa hasta el 20 de marzo, con signos de tortura e historias que confirmaron las heridas. Durante su arresto, las protestas comenzaron a sucederse en las ciudades de Daraa, Damasco, Hama y Homs, con varios muertos a manos de las fuerzas de seguridad del Estado.

A finales de mayo de 2011, Hamza Ali Al-Khateeb, un chico de 13 años de la ciudad de Daraa, fue devuelto a sus padres muerto, con varios huesos rotos, quemaduras de cigarrillo y los genitales mutilados, convirtiéndose así en el mártir más conocido de los inicios de la revolución siria. Bashar al-Assad se reunió con su familia y prometió una investigación que sólo llevó al arresto de manifestantes a los que se culpó de su muerte.

Los sirios, que no eran extraños a este tipo de tratos, inicialmente exigían mayores libertades políticas, el fin de la humillación por parte de las fuerzas de seguridad del Estado y el fin de la corrupción. No pedían la cabeza de al-Assad ni derrocar el régimen: querían arreglar un sistema corrupto a diferentes niveles. Sin embargo, la respuesta del gobierno fue una represión contundente y todas las protestas fueron castigadas con arrestos, disparos al aire y muchas veces hacia los manifestantes. En abril del 2011, comienzan a llegar los primeros refugiados al Líbano, unas 5.000 mujeres y niños.

2011 – 2012: el inicio del conflicto armado

En julio de 2011, un grupo de militares del Ejército declaró su deserción de las fuerzas armadas, creando así el Ejército Libre de Siria (ELS), principal grupo armado de la oposición. Fueron muchos los militares ejecutados sumariamente por el régimen al negarse a obedecer órdenes o al desertar. Los enemigos del ELS serían todos los miembros del Ejército que atacasen a los civiles y su objetivo sería derrocar el régimen. Sus actividades comenzaron modestamente, ya que no contaban con armamento pesado y no fue  hasta octubre de 2011 cuando recibieron apoyo militar de Turquía, estableciendo su centro de operaciones en la ciudad turca de Hatay. Luego lo trasladarían a ciudades “liberadas” del norte de Siria mediante varias oficinas administrativas.

El ELS comenzó también a coordinarse con el Consejo Nacional Sirio, creado en Estambul en agosto de 2011, con la intención de representar las demandas del pueblo sirio. A finales del 2011, Turquía ya había establecido seis campos de refugiados y había gastado unos 15 millones de dólares en su acogida.

2012 fue el año de la expansión del ELS. Las zonas rurales del norte del país se sumaron a las protestas desde el inicio de la revolución, pero a principios de 2012, la ciudad de Alepo se unió con una voz más fuerte y con un mayor número de manifestantes muertos y heridos. Desertores del Ejército se suman al ELS y a mediados de 2012 la aviación del régimen comienza los bombardeos sobre la población. El lanzamiento de barriles llenos de explosivos, petróleo --incluso, a veces, de armas químicas--, junto con fragmentos metálicos que se proyectan como metralla, lanzados desde un avión o helicóptero, ocurre desde agosto de 2012 y es la principal causa de muerte de la guerra, pese a que su uso fue formalmente prohibido por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en febrero de 2014.

En paralelo al avance del ELS, otros grupos comenzaron a proliferar en Siria, como el Frente Al Nusra, inicialmente compuesto por prisioneros de la cárcel de Sednaya que el régimen sirio decidió liberar a finales de 2011, con la intención de reventar las protestas pacíficas que estaban dándose en todo el país. Estos prisioneros, junto a los combatientes enviados por Al Qaeda desde Irak y otros lugares, comenzaron a coger fuerza y para finales de 2012 se convirtieron en uno de los grupos mejor armados y entrenados del conflicto sirio. En diciembre de 2012, Estados Unidos los declara grupo terrorista afiliado a Al Qaeda en Irak.

Naciones Unidas lanzó el Plan Regional de Respuesta a los Refugiados Sirios, registrando 525.000 refugiados al cierre del año. Asimismo, aumentó el número de desplazados internos en Siria, alcanzando los tres millones de personas, según el Centro de Monitoreo del Desplazamiento Interno noruego.

2012 – 2013: la expansión de la internacionalización del conflicto armado

No se puede decir que la internacionalización del conflicto sirio comenzó en 2013, pues el régimen de Bashar al-Assad ha contado con el apoyo de Hezbolá desde 2012, según confirmó el secretario general de dicha organización, Hassan Nasrallah, así como con otros grupos paramilitares compuestos por iraquíes, palestinos, afganos, iraníes y civiles sirios pro-régimen (shabeeha o fantasmas), que ejercen un importante control social, aterrorizan y asesinan a la población que protesta o que es sospechosa de oponerse a al-Assad. Igualmente, Rusia, China, Irán y otros países aportan ayuda letal (armamento) y no letal (petróleo, diésel y financiación) al Gobierno sirio.

Lo mismo se puede decir de los otros grupos armados, incluyendo el ELS, cuya financiación y apoyos varios también cuenta con países de la comunidad internacional (Turquía, EE.UU., Catar, Arabia Saudí, Jordania); sin embargo, fue durante este año cuando aumentó la presencia del mal llamado Estado Islámico o Daesh. Este último término, que es una de las posibles transliteraciones del acrónimo árabe al-Dawla al-Islamiya fi al-Iraq wa al-Sham (Estado Islámico de Irak y Levante), se utiliza en la mayoría de los países árabes para referirse a este grupo.

Daesh y el Frente Al Nusra combatían bajo la bendición de Ayman Al-Zawahiri, líder de Al Qaeda, lo que llevó al debilitamiento del ELS, que sentía que dichos grupos le robaban la revolución armada que habían iniciado en 2011. Lo cierto es que con mejores armas, mayor disciplina y un mayor apoyo económico, estos grupos comenzaron a avanzar victoriosos, lo que atrajo a miembros del ELS a sus filas. Las acusaciones explícitas de corrupción que abundan dentro del ELS no hicieron sino acelerar las deserciones de muchos de sus miembros. Las Unidades de Protección Popular Kurdas, que hasta entonces habían mantenido una posición defensiva ante la guerra, comenzaron a cobrar protagonismo contra Daesh especialmente, a medida que este avanzaba.

Todos estos grupos han sido acusados de violaciones de derechos humanos. Ya en 2012, por ejemplo, Human Rights Watch envió una carta a la oposición siria(incluyendo al ELS), acusando al ELS de secuestros, torturas y ejecuciones, y exhortándoles a acabar con estas prácticas ilegales.

El uso de armas químicas en Siria se documenta desde  2012 por la Red Siria de Derechos Humanos, quien ha acusado principalmente al gobierno, aunque esta organización no gubernamental también ha registrado la utilización de gases tóxicos por parte de Daesh recientemente. El ataque más famoso fue el de Guta Oriental --cerca de Damasco-- en agosto de 2013, en el que murieron 1.500 personas. EE.UU. culpó a Asad de la masacre y el régimen entregó supuestamente su arsenal químico.

En marzo de 2013, se alcanzó la cifra de un millón de refugiados, con una media de 6.000 personas huyendo de Siria por día, números que no se veían desde el conflicto en Ruanda en 1994. La asociación alemana PRO-ASYL acusó ya en esa época a las fuerzas armadas griegas de conducir operaciones en el mar Egeo y en la frontera con Turquía para evitar que los refugiados llegasen a su territorio. Además, Bulgaria comienza la construcción de un muro de 30 kilómetros en su frontera con Turquía, mientras el año cierra con más de dos millones de refugiados y 6,5 millones de desplazados internos.

Entre los que huyen, no hay que olvidar a los refugiados palestinos de Siria, para quienes la huida es aún más complicada por su ya de por sí débil condición legal --muchos de ellos indocumentados, apátridas o con países que no reconocen sus documentos de viaje al carecer de pasaporte--. Especialmente dura ha sido la situación de los residentes del campo de Yarmuk --a las afueras de Damasco--, asediados por el hambre, el conflicto entre diversos grupos y privados de acceso a la ayuda humanitaria, realidad que se extiende a todo el país en mayor o menor medida.  

2014 – 2015: el éxodo masivo

En 2014, el Frente Al Nusra y Daesh rompen su alianza, excepto en algunas zonas cercanas a la frontera con Líbano, donde la colaboración frente al régimen sirio, Hezbolá y el Ejército libanés continuó. El mundo fue testigo de las mediáticas decapitaciones de extranjeros y sirios a manos de Daesh y de la declaración del Califato Islámico, lo que llevará al establecimiento de una coalición internacional liderada por Estados Unidos, que comenzó a realizar ataques aéreos en Siria en septiembre.

Los bombardeos de al-Assad se incrementaron, bombas para asesinar y  para rematar --unos minutos más tarde-- a quienes aparecen para socorrer a las víctimas. El discurso de Raed Al Saleh --director de la Defensa Civil Siria o los famosos Cascos Blancos-- ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas relata con elocuencia lo que supone vivir bajo las bombas que lanza el régimen, única fuerza beligerante que dispone del espacio aéreo sirio en este conflicto.

La ayuda humanitaria ha estado restringida desde el inicio del conflicto. Muchas organizaciones no han obtenido la autorización del régimen de al-Assad para operar en zonas bajo su control y quienes la obtienen lo hacen bajo una exagerada supervisión que hace que se ponga en entredicho la independencia de la acción humanitaria. El gobierno no duda en bloquear el acceso a la población más necesitada y muchas ONG reportan retrasos en la obtención de visados, cuando no son denegados directamente.

En las zonas donde el gobierno no ejerce el control, las entidades humanitarias se ven expuestas a negociaciones con actores cuyas dinámicas de poder cambian constantemente, además de sufrir amenazas similares a las de la población siria --con la diferencia de que la mayor parte de su personal puede ser evacuado--: extorsiones, robos, secuestros, bombardeos, acusaciones de partidismo, etcétera. Esto hace que la ayuda no llegue a los más necesitados lo que, sumado a un progresivo control y cierre de fronteras por parte de los países de la zona durante el 2014, llevó a los sirios a un éxodo masivo más allá de la región.

A principios de 2015 el gobierno sirio relajó los procedimientos de renovación y obtención de pasaportes --previo pago de unos 200 a 400 dólares-. Diversas teorías se barajan en torno al porqué de esta decisión: la necesidad de obtener fondos para las arcas del Estado ahora que la población de refugiados supera los cuatro millones, obtener información de quiénes son los que huyen para tenerlo en cuenta a su regreso, y algunos hablan de limpieza étnica, tal y como lo presenta la Red Siria de Derechos Humanos en un informe de junio de 2015. En él se atribuyen a las fuerzas gubernamentales 49 de las 56 masacres documentadas en el país, algunas de las cuales contienen elementos de violencia sectaria o limpieza étnica. El resto de grupos armados también lleva a cabo acciones que se enmarcan en este tipo específico de violencia.

Recientemente, en la batalla de Zabadani --cerca del Líbano y línea vital de aprovisionamiento para Hezbolá-- los rebeldes acusaron al gobierno de proponer una tregua que les permitiría dejar la ciudad a cambio de parar los ataques sobre dos poblaciones chiíes en Idlib. Según ellos, la tregua exigía además que la población de Zabadani, suní en su mayoría, abandonase también la zona. La tregua se rompió, los enfrentamientos esporádicos continúan y el destino de la ciudad permanece incierto.

Tras confirmarse que la semana pasada Rusia llevó aviones de combate y  más material armamentístico pesado a Siria, Estados Unidos solicitó una reunión para discutir la coordinación en el espacio aéreo sirio --con la intención de evitar enfrentamientos accidentales--, así como para debatir sobre distintos mecanismos para reducir los conflictos en Siria y coordinarse en la lucha contra Daesh, en la que ambos países participan.

Asimismo, en julio de 2015, un alto oficial chino acusó a Turquía de otorgar pasaportes falsos a uigures --musulmanes-- de la región de Xinjiang con el objetivo de luchar junto a Daesh. El 11 de septiembre de 2015, el portavoz del ministro de Relaciones Exteriores chino confirmó que hay un rehén chino secuestrado por Daesh y que su gobierno ha lanzado un mecanismo de respuesta ante dicha emergencia. China, que posee acciones en la empresa estatal petrolera siria, ha mantenido relaciones cordiales con Siria desde hace décadas y ha brindado apoyos de distinto tipo a dicho país --vetos ante el Consejo de Seguridad de la ONU, apoyo financiero y armas--, ha sido llamada a jugar un papel más importante en el conflicto sirio, por parte del ministro de Asuntos Exteriores iraní durante su visita a China.

Está claro que Europa tendrá que mover ficha y que ésta es solo una de las múltiples guerras que se combaten en el mundo.

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Jorge Miró

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