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El saber popular cuenta que quedó descalificado de la carrera al despacho de arriba por oponerse a la guerra de su jefe y porque estaba divorciado. 

El saber popular cuenta que quedó descalificado de la carrera al despacho de arriba por oponerse a la guerra de su jefe y porque estaba divorciado. Con un punto de partida así, que mezcla en la misma carpeta de decisiones guerras y prejuicio moral, cómo no iba a ser esta una gran historia. Cuando pase un tiempo y haya que escribir qué y cómo pasó esta crisis económica y de decencia, muy torpes seremos si no nos damos cuenta de que esta biografía tan rica hay que canalizarla mediante una serie de televisión.

El capítulo uno empezaría con el día en que su nombre es tachado de las primarias de la libreta azul. Interior, despacho del Ministerio de Economía. Acaba de enterarse de que está fuera. Era el favorito y el mejor preparado. Venía del lugar y la familia correcta y había llegado a la posición idónea para que su nombre apareciera en la exclusiva lista de presidentes. Llegados a este punto no debemos sentirnos mal si vamos a fusilar el guión de otra serie ya existente. Necesitaremos hacerlo para contar correctamente la historia. Dejemos la ética creativa a un lado, por favor. Está en pie, de espaldas a nuestra vista con los brazos apoyados sobre su escritorio. Ha sufrido un golpe que no esperaba. Despega las manos de su mesa de trabajo y se cruje los nudillos mientras se gira y el zoom de la cámara que nos acerca sus ojos nos enseña que su mirada ya no es de mera e inocente burbuja inmobiliaria, sino de algo más. Acaba de decidir que si el destino lo ha tratado mal, él tratará mal al destino. Se ha pasado al lado malo. Repito: contar bien la historia justificará plagiar guiones a diestra y siniestra.

El desarrollo de la serie nos mostrará a un desganado director del FMI. Ahora trabaja ahí porque alguien con su trayectoria, un tipo destinado a tener una placa bañada en oro que dice “director de grandes cosas”, anclada a la puerta del despacho, no iba a pasar de la Vicepresidencia del Gobierno al negocio de la restauración o a la venta online de camisetas, disculpen el exceso en los ejemplos. De una manera u otra, uno acaba en el FMI por pura escasez de opciones. No se siente feliz. Su cargo de jefazo de la economía mundial no le llena. En la economía mundial está todo el pescado vendido desde que cayó el muro. Una evasión por aquí, un blanqueo por allá, pequeños pecados veniales para alguien que maneja informes con doce cifras, lo mantienen vivo en su día a día. Le recuerdan a la tensión de la política de altura. Le recuerdan a estar vivo.

La serie avanzará, se irán introduciendo personajes, compañeros de viaje, llamadas desde España. En una de esas llamadas, alguien que sabe de sus nuevos “hobbies” le ofrecerá la posibilidad de dejar la moqueta de la economía global y volver a casa a hacer un trabajito concreto en un banco concreto. Hay buen plan y hay un buen equipo, le dicen, pero necesitamos la guinda: alguien como tú. Un hombre frío de hablar firme, convincente e ilustrado en números por generaciones de banqueros, alguien respetado que dé los titulares correctos y creíbles, alguien que no dé una declaración más alta que la otra, le regalan el oído al otro lado de la línea sabiendo de sobra que no es necesario hacerlo porque la picaresca ya puso huevos en él hace tiempo. Zoom de cámara: la misma mirada que en aquel capítulo primero.

Como toda gran serie tendrá grandes giros de guión y los compañeros de golpe le jugarán una mala pasada cuando el plan fracase. Maldita sea, cómo pude ser tan idiota, dirá ante el espejo del baño, golpeándolo, en la versión norteamericana que comprará los derechos, siempre tendiendo a espectacularizarlo todo. El momento álgido, el que nos mantendrá sentados en el sofá ojiabiertos y esperando el próximo capítulo, será cuando los compañeros de golpe no sólo lo dejen solo, sino que intentarán que pague todos los platos rotos. Siguiendo la estética elegante del guion, no lo llamarán delincuente como a un tesorero de baja cuna de tres al cuarto, pero jugarán las cartas de tal forma, de esa forma sólo aprendida en las alturas de la política, que lo presentarán ante la opinión pública como un Al Capone aislado y dueño en exclusividad de sus pecados. ¿Qué hará nuestro protagonista? ¿Sabrá jugar las cartas y devolver de una vez el golpe que hace años lo llevó a pasarse al lado oscuro? ¿Tendrá preparada la jugada para hacer caer con él a todos aquellos que intentan escapar del mal destino que les corresponde tanto como a él?

Continuará…

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Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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